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El carisma de Jesucristo

En este segmento voy a enfocar sobre todo el caso de la mujer con el flujo de sangre. Cuando el Señor va camino a la casa de Jairo, de momento se nos dice que, mientras Él iba en esa dirección «la multitud le oprimía», y es importante detenernos sobre ese detalle ¿no?

El Ministerio del Señor Jesús era un ministerio muy popular, Él tuvo un tiempo de gran popularidad donde la gente lo estaba buscando continuamente porque Él hacía obras de poder, porque era un profeta nuevo y diferente, porque daba de comer a las multitudes, porque era así como un profeta radical que cuestionaba los sistemas imperantes, y esto pues le atrajo una gran popularidad y una gran atención, entonces las multitudes lo seguían a Él y es interesante este punto ¿no? que donde hay un mensaje sólido la gente va a acudir a ese lugar.

Los fariseos y los saduceos no tenían este carisma que tenía el Señor Jesucristo porque ellos sólo tenían la religiosidad vacía, el rito, tenían el sistema pero no tenían el Poder de Dios. Las multitudes seguían a Jesucristo porque Él tenía el poder para sanar, para ungir, para declarar la Verdad de Dios y también para expresar la misericordia y la compasión de Dios para con los pobres.

El pueblo siempre buscará las manifestaciones de Dios. Yo veo a teólogos y gente muy educada en el cristianismo que siempre están quejándose de los predicadores y los Pastores donde va mucha gente, y a veces los acusan de que: ah son muy populares porque están tergiversando el Evangelio y le están vendiendo mentiras a la gente acerca de la prosperidad y de la bendición al pueblo y es por eso que la gente los sigue, porque son charlatanes, porque son demagogos, porque explotan las emociones del pueblo, pero en realidad yo creo que esa es una simplificación de una realidad mucho más compleja.

La verdad es que la gente sabe como masa colectiva dónde está el Poder de Dios, dónde está la vida del Reino de Dios y la gente va a ir a esos lugares. Es interesante que muchas veces los ministerios más teológicamente desarrollados y sofisticados y los pastorados que son, no sé, diría yo como más sutiles y más ordenados muchas veces son los que menos popularidad tienen con el pueblo, y no es solamente porque la gente no sepa discernir el bien del mal.

Muchas veces es simplemente porque en esos lugares donde está el Poder desnudo de Dios donde quizás a veces no hay mucha sofisticación, no hay mucha sabiduría humana, allí por alguna razón el Poder de Dios reside porque hay fe, porque hay darle la gloria al Señor, porque hay una oración que agrada al Señor, porque hay muchas veces humildad y entrega a Dios, y porque Dios como decíamos ¿no? honra al humilde y al sencillo del corazón.

Donde está una mente inocente abierta al Poder de Dios, donde la gente está buscando el mover de Dios allí el Poder de Dios va a fluir y Dios va a hacer cosas extraordinarias. Entonces la popularidad en el ministerio aunque no es necesariamente un indicio así digamos, totalmente confiable acerca de la solidez y de la integridad de un ministerio sí indica muchas veces una correlación ¿no? entre el Poder de Dios y esa popularidad, y el afluir de la gente a esos ministerios.

En mi propia vida yo siempre le pido al Señor que me mantenga balanceado, que me permita a mi persona y a mi Iglesia mantener un balance entre buscar y declarar, y poner en exhibición el poder sanador y proveedor de Dios, y también mantener una sana doctrina, una adherencia a la Palabra de Dios, un balance entre sana enseñanza y teología, y también una apertura a las formas extrañas en que a veces el Poder de Dios muchas veces se manifiesta. Yo creo que cuando mantenemos ese balance veremos que hay bendición, hay progreso, hay crecimiento, hay respaldo de parte de Dios para ese tipo de ministerio.

Pero entonces vemos aquí ¿no? que esa multitud que oprimía a Jesús que lo vemos muchas veces a través de los Evangelios es indicio del poder que había en el Señor y que nosotros también debemos imitar en nuestros ministerios, ese tipo de efectividad y de acercamiento al poder efectivo de Dios. Dios te bendiga, hasta nuestra próxima meditación.

Fuente:
predicas.org

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