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Dios quiere… ¿permaneces?

Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.”  Mateo 8:1-3

La petición de este hombre no fue: ¿Puedes limpiarme?  Su petición fue: ¿Quieres?  Los religiosos le enseñan a la iglesia que Dios puede, pero no todos enseñan que Dios quiere.  Nuestro mensaje no es que Dios puede, porque aún el mundano más grande sabe que Dios puede; lo que no está seguro es si quiere.

Jesús sanó otros leprosos.  En una ocasión, diez leprosos le gritaban que los sanara, y Jesús les dijo: Sean sanos, vayan y muéstrense ante el sacerdote.  No se acercó a ellos.  No los tocó, y todos fueron sanados.  Jesús pudo hacer lo mismo en esta ocasión, pudo decirlo desde lejos, y aquel leproso hubiera sido sano.  Pero ante tal petición, Jesús se acercó y lo tocó.  Hizo esto delante de todos, sabiendo Jesús que al hacerlo, se volvió inmundo delante de todo el que lo vio.  Pero Jesús sabía que aquel hombre tenía una desesperación en su interior, que no todo el mundo sabe expresar.  La gente no duda si Dios puede; lo que el mundo no sabe es que Dios quiere.  Porque no ha habido una iglesia que les diga que Dios sí quiere; una iglesia dispuesta a extender su mano al leproso emocional, espiritual, leproso en el corazón, al marginado, al separado, y que le deje saber que Dios quiere limpiarle.

Nos escondemos detrás de la religiosidad, y no enseñamos lo que tenemos que enseñar.  La petición del corazón de este hombre era: ¿Habrá alguien que quiera?  ¿Alguien que, a pesar de mis errores, quiera?  Tú debes sentirte privilegiado porque, cuando el mundo no quiere, Dios ha querido bendecirte.  Sabiendo quién eres, cómo piensas, sabiendo que no eres perfecto, que cometes errores, que no hablas ni sientes lo que deberías.  Da gracias a Dios que, a través de toda tu vida, te ha mostrado, no que puede, pero que sí quiere.

Si tú murieras como Jesús, y tuvieras la oportunidad de regresar igual que él, ¿a quién buscarías para dejarle saber que estás vivo?  Quizás irías donde tu mamá, donde tu cónyuge o tus hijos.  Pero Jesús no fue donde ninguno de esos.  Jesús buscó a sus amigos.

13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.”  Juan 15:13

El mayor amor no es amar al padre, a la madre; es amar al amigo.  Jesús dijo esto cuando iba a los momentos finales de su vida, y les dice a sus discípulos: Si permanecen en mí, y yo en vosotros, ustedes van a dar fruto, todo lo que le pidan al Padre, Él se los va a dar.  Nueve veces les dice: “Si permanecen en mí…”  Y después les dice: Quiero que sepan lo que yo voy a hacer: No hay mayor amor que dar la vida por un amigo.”  Jesús les estaba diciendo: Para ser mis amigos, yo los escogí a ustedes; no es fácil ser mi amigo, tienen que hacer lo que mi Padre dice; el Padre les va a decir cosas de mí, que ustedes nunca habían oído; y mientras les dice esto, les pregunta: ¿Permaneces?  Si conoces de mí algo que no has conocido, ¿permaneces siendo mi amigo?  Si el Padre te pide que hagas algo por mí, ¿sigues?  Jesús tenía duda de que sus amigos permanecieran siendo sus amigos, cuando él pasara lo que pasaría.  ¿No has tenido tú relaciones que tú sabes que eres mejor amigo de lo que tus amigos son para ti?  Así estaba Jesús.  Les estaba diciendo: Ustedes van a ver cosas, y yo no sé si van a permanecer, pero yo voy a permanecer siendo su amigo; aunque ustedes no permanezcan, no hay mayor amor que yo dar mi vida.  Uno lo traicionaría, otro lo negaría, pero él era mejor amigo, y daría la vida por ellos.

19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. 20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.”  Juan 20:19-23

Jesús resucita, y las primeras que lo ven son unas mujeres que le amaban tanto que iban a ungir su cuerpo; pero llegan y encuentran que está vivo.  Ellas son quienes primero lo encuentran, pero él no quería encontrarse con ellas tanto como quería encontrarse con sus amigos.  Jesús quería ver a aquellos que le negaron, que vieran quien él es, que dio su vida por ellos y que estaba vivo.  Y Jesús se mete en un lugar que estaba a puerta cerrada.  Si una tumba no lo pudo detener, ¿tú crees que una puerta cerrada lo puede detener?

Muchas veces, nos sentimos decepcionados por Dios; oramos por cosas que no se dan, o nos pasan cosas que no entendemos por qué nos pasan.  Y, en medio de todo, Él siempre te ha dicho: ¿Permances?  Cuando Dios no cumple con todas tus expectativas, ¿permaneces?  El problema es que, cuando eres decepcionado, te encierras a puerta cerrada.  Y Dios lo que está es desesperado por romper la puerta y meterse y decirte: Yo sé que no fui el Rey que tú esperabas; tú esperabas una revolución, Pedro, pero aquí estoy, ¡mírame!

Jesús se va a meter detrás de tu corazón cerrado, detrás de tu puerta cerrada, y no te va a dejar en paz hasta que tú entiendas que, aunque tú no has permanecido porque él no cumplió con tus expectativas, él siempre te está buscando para decirte: Paz; tranquilo, te amo como eres, como estás; sé que no cumplí con todas tus expectativas, pero estoy aquí; mira las heridas, nadie moriría por ti como yo lo hice.

Hoy es un día para entender que aunque tú no hayas sido el mejor amigo para él, él siempre ha sido mejor amigo para ti.  La resurrección es lo que te dice que él vino a buscarte a ti.  Puedes estar a puerta cerrada, tu corazón puede estar trancado, pero si una piedra no lo pudo contener en una tumba, la piedra de tu corazón será como nada.  Él te va a perseguir, a dondequiera que tú vayas, y no te va a quedar más remedio que mirarlo a él.  Y él te va a dejar saber que, aunque tú no has permanecido, Él siempre permanece fiel.

Aunque tú no lo entiendas, a pesar de todos tus problemas, tus pecados e imperfecciones, no tan solo Dios puede, sino que Él quiere.  Y, si una piedra no lo pudo detener, la puerta cerrada de tu corazón no lo va a detener.  Te va a perseguir hasta que sepas que te quiere.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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