Cuando Dios abre una puerta, te expone y el mundo queda a la espera de tu reacción; pero, lamentablemente, a algunos les da temor y se encierran. Pero tú, como iglesia, debes decir y demostrarle al mundo que no hay nada que te pueda detener. Debes atreverte a decirles a otros: La tumba no pudo detener a Jesucristo, como tampoco me puede detener.
Resucitar en el interior es levantarse confiadamente y vivir sin ningún temor, sabiendo que hay esperanza y posibilidad en Cristo.
Después que Jesús resucitó, los discípulos no se escondieron por temor a los romanos, sino por miedo a los religiosos que les iban a señalar y perseguir. Hoy día, muchos están escondidos porque una vez los religiosos les dijeron: No puedes, no hagas, no lo mereces, no eres digno, eres vil pecador sin derecho a ser su hijo. Otros tienen grabado que el diablo los está buscando, persiguiendo; y, si algo les va mal, entonces, en su mente, está la conciencia de condenación de que Dios los está castigando, que algo hicieron mal.
No hay que ser un líder religioso para señalar y condenar. Hay quienes no van todos los servicios de la iglesia, pero, en sus mentes, están señalado a sus compañeros, vecinos, familiares, y juzgando si están bien o mal, si alcanzan o no alcanzan, miran por encima del hombro menospreciando. A Jesucristo no lo detuvo la religión; a ti tampoco te puede detener lo que puedan decir.
La Biblia relata que, después de su resurrección, Jesucristo se metió en el lugar donde se encontraban sus discípulos. Hoy, Jesucristo se mete en el mismo medio de tu mente y corazón para que experimentes la paz que sobrepasa todo entendimiento, y salgas por la puerta abierta, con la cabeza en alto, sabiendo que eres un hijo de Dios y la victoria te pertenece.
En Apocalipsis 3, Dios le habla a la iglesia de los Filipenses, que era la más pequeña, pero muy dadivosa y, en medio de las dificultades, habían guardado la palabra y retenido el nombre de Dios. Por esto, Dios les dice, He abierto una puerta que nadie puede cerrar, y aunque tienes pocas fuerzas, has guardado mi palabra y has retenido mi nombre. Podemos ver cómo ellos decían, en Filipenses 4:19: Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Así que, tú, mantente guardando la palabra en medio de las dificultades, porque Dios abrirá para ti una puerta que nadie podrá cerrar y Él suplirá todo lo que te falte.
Pastor Otoniel Font