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Vida plena en el amor

El corazón que se ha rendido a Cristo necesita expresar el amor. No puede estar quieto e indiferente. El gozo del Señor es la expresión de Su amor a través de un corazón que ha experimentado un toque especial del Espíritu. El conocimiento del amor de Dios es una experiencia sobrenatural que sana y fortalece, que transmite una paz y alegría que no podemos ocultar y que necesitamos compartir.

Al cristiano se conoce por la manera en que refleja en su vida el amor de Dios al permanecer en Cristo. Dios no escatimó para entregarnos su más preciosa ofrenda de amor en su hijo amado. La salvación del mundo a cambio de su sangre, su vida por la nuestra, su muerte por nuestra vida, su resurrección para un nuevo nacimiento del hombre pecador. Vida plena en Cristo es certeza de una esperanza nueva, de una forma de amar nueva.

El amor que en nosotros ha crecido por la gracia de Dios puede hacer milagros, generar maravillas, vestir de misericordia el alma cuando la incredulidad se asoma por la ventana de nuestras pasiones humanas. Es el amor “cubrelotodo” de Dios que nos eleva a unas alturas donde todo sobreabunda. Nuestro problema estriba en que no sabemos cómo compartirlo. Nos amamos demasiado para optar por el sacrificio en favor de los demás. ¿Amar al prójimo como a uno mismo? Puro altruismo para el mundo de hoy buscando gloria para sí, materia pendiente para muchos cristianos.

Cristo vive para que tengamos vida junto con Él y aprendamos a amar al estilo de Él, no para exhibirlo en la vitrina de la religiosidad procurando colmar vacíos e insuficiencias que sólo Él puede llenar. Al doble rasero intencional de los fariseos al preguntarle por el mandamiento más importante, el Señor “…respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. (Lc 10.27)

¿Dónde está el amor para mi hermano? El apóstol Juan escribía: En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. (1 Jn 3.16)

Vida plena en amor no es amor para guardar ni atesorar, sino para sustituir el “yo” por el “nosotros”. Intentar mirar al mundo con los ojos de Dios resulta difícil, pero hemos sido llamados a compasión, a mover esos resortes interiores que la mano de Jesús activó para que le diéramos gloria a su nombre colocándonos en el lugar de los demás. Toda la sangre de Cristo cabe en una copa de abrazo fraterno al necesitado de amor, al que clama por salud en enfermedad, a la madre que llora por un hijo, al desahuciado sin otra opción que su propia desgracia. El mundo podría creer si nosotros llevamos una vida de amor. Plenitud en Cristo, es abundancia de amor. ¡Compártelo!

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas | Ministerio Internacional de Intercesores “La Higuera”, Cuba

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