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Un Corazón Rendido y Una Fe que Sana

El capítulo 5 de Marcos presenta uno de mis personajes favoritos en toda la Escritura: la mujer que tocó el manto de Jesús conocida también como la mujer con el flujo de sangre, y que muestra ciertos aspectos del ministerio de Jesús que yo creo que nos van a ser de provecho enfocar en este momento.

Ustedes saben la historia; el Señor Jesucristo va camino, obedeciendo la petición que le ha hecho Jairo, un hombre prominente de la sociedad cuya hija ha estado muy enferma. Y en el camino se le interpone una mujer anónima sin ningún tipo de importancia aparentemente pero que evoca una reacción de parte de Jesús que es muy iluminadora.

Y déjeme comenzar el pasaje, dice aquí que: «Cuando el Señor iba hacia la casa de Jairo le seguía una gran multitud», estoy en el versículo 24 de Marcos capítulo 5, y dice la Palabra que: «apretaban a Jesús. Pero una mujer que hacia doce años padecía de flujo de sangre y había sufrido mucho de muchos médicos y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús vino por detrás entre la multitud y tocó su manto porque decía: si tan sólo tocare su manto seré salva. Y enseguida la fuente de su sangre se secó y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.»

Es un pasaje memorable donde yo veo que una de las cosas que vemos aquí es el ministerio de Jesús. Es un ministerio de poder y de misericordia también. Esta mujer aparece en las páginas de la Escritura en una forma totalmente inesperada, casi incidental. Y hay un contraste poderoso entre ella y Jairo, porque en primer lugar se trata de una mujer en una cultura donde la mujer no tenía mucha importancia. En segundo lugar es una mujer pobre, dice aquí que ha gastado todo su dinero, lo poco que tenía en cuidados médicos que de nada le habían servido.

Jairo es un hombre, es un principal de la sinagoga. Es allí donde el Señor tiene su mirada enfocada, es allí a donde Él va, esta mujer no está en la agenda de Jesucristo. Pero hay algo que destaca a esta mujer, esta mujer tiene fé; ella ha oído hablar de Jesucristo y se lanza en búsqueda de un toque sanador de parte de Él.

Y yo siempre he visto en este hecho algo muy importante para nosotros de provecho práctico, y es que lo que nos hace distintivos ante la persona del Padre es nuestra capacidad para creerle a Él. Dios siempre está dispuesto a responder a las iniciativas de fé nuestra. El Señor no conoce de gente importante o no importante, para Él todos sus hijos tenemos igual importancia. El Señor nunca está demasiado ocupado para atender a la necesidad de alguien que se acerca a Él con un corazón necesitado.

Yo creo que lo que caracteriza a esta mujer es su sentido intenso de necesidad. Ella está desesperada, su enfermedad es una enfermedad penosa, debilitante, vergonzosa, la aisla de su comunidad. Una mujer que tenía este tipo de enfermedad era una mujer que era considerada impura ante la sociedad religiosa de su tiempo. Es una mujer que está en las últimas de su humanidad, y no tiene a dónde ir y por tanto acude a la persona de Jesús. Es su misma necesidad, su condición terrible la que lleva a su fé a un punto de desesperación.

Y esto es lo que le da a ella la fuerza para poner a un lado todos los obstáculos que se presentan para interceder ante la persona de Jesús. Y es una de las cosas que debemos recordar. Cuando venimos ante el Señor nosotros debemos asegurarnos de que nuestra fé, nuestra confianza en el Señor está tan clara. Y tenemos inclusive que pedirle al Señor fé para pedirle como es debido.

Nuestras oraciones indiferentes, casuales, incidentales nunca tendrán el mismo impacto que una oración eficaz. La Biblia dice que la oración eficaz del justo puede mucho. Y es esa oración intensa, esa oración que sale de las raíces mismas de nuestro ser, esa oración que no tiene nada que perder, como la oración o la declaración de Esther cuando dice: si perezco que perezca, porque la situación de su pueblo era tan terriblemente desesperada que no había otra alternativa que ir ante el Rey.

Y así nosotros tenemos que pedirle al Señor que nos socorra en los momentos de gran desesperación en nuestra vida. Es más, yo diría que es un privilegio encontrarnos a veces en situaciones desesperantes, porque es en ese lugar donde nuestro clamor alcanza ese nivel del grito, del clamor a Dios que sale de las entrañas de nuestro ser y muchas veces es la oración que a Dios le gusta contestar.

Y esta mujer ejemplifica eso: la necesidad del ser humano llevado hasta el punto de su intensidad máxima la cual desata el mover poderoso de Dios. Pidámosle al Señor que lleve nuestra fé, nuestro amor por Él, nuestra entrega a Él, nuestra confianza en Su capacidad para responder en ese nivel de intensidad y de definición que lo haga a Él por así decirlo despertarse de Su Trono y enviar Su Gracia sobre nuestras vidas.

En los próximos días vamos a estar meditando con ustedes y vamos a tener una serie de programas que yo voy a continuar esta meditación inmediatamente, pero la vamos a estar distribuyendo a través de diversas presentaciones acerca de lo que representa esta mujer que tocó el manto de Jesús. Dios le bendiga y por favor continúe en sintonía con nosotros en los próximos programas.

Fuente:
predicas.org

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