“11 La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. 12 Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra.” Jeremías 1:11-12
La velocidad de Dios en tu vida depende de tu percepción. Es tu percepción espiritual, no natural, la que te ubica en el tiempo de Dios. Cuando permites nublar tu percepción por lo que otros piensan o dicen, pierdes de vista la obra de Dios en tu vida, y entonces piensas que Dios es lento. Dios no es lento, el que te tardas en comprender eres tú, te tardas en ubicarte en tiempo y espacio, eres tú quien te atrasas. Las cosas, naturalmente, van a tomar un tiempo, pero Dios sabe que tú tienes poco tiempo en esta tierra, y lo que Él te prometió Él lo va a cumplir en el tiempo que tú tienes; tú lo vas a poder ver, lo vas a disfrutar. Abre tus ojos espirituales para ver las cosas como Dios las ve; si no, te vas a desesperar, harás cosas innecesarias, vivirás en ilusiones incorrectas.
Dios le dice a Abraham que le va a dar un hijo, y Abraham se desespera y se acuesta con su sirvienta y tiene un hijo, y piensa que fue el hijo que Dios le prometió. Hay cosas que tú puedes obtener por tu propia fuerza, que no necesariamente fueron las que Dios te prometió. Y tú te puedes estar conformando con las cosas buenas que tú has podido obtener por tus propias fuerzas, en vez de alcanzar las cosas que Dios tiene para tu vida, a la manera de Él; pero todo lo bueno que has alcanzado por tu propia fuerza, un día, va a ser tu mayor complicación, cuando Dios te dé lo que Él te prometió. Por eso es que tú no puedes desubicarte de tiempo y espacio. Percibir lo que Dios está haciendo espiritualmente es vital para tú poder tomar decisiones correctas.
Dios le dice a José, cuando este tenía 17 años: Te voy a poner en el trono. José lo comparte a sus hermanos, y termina vendido como esclavo. José pudo haber dicho: ¿De qué sirve creerle a Dios? Pero más grande para José era la visión que Dios le había dado, que la prisión, la esclavitud que estaba viviendo. Él vio las estrellas, el sol y la luna, inclinándose; más grande para José era su percepción espiritual, que la circunstancia que estaba viviendo. En el momento que tu circunstancia es más real en tu vida que tu percepción espiritual de tu destino, ese día es donde tú eres verdaderamente preso y esclavo de todo lo que tú estás viviendo.
Tú tienes que vivir como loco para el mundo, ver tu país como nadie más lo ve, ver las cosas diferentes. Loco te vas a volver si ves las cosas como los demás. Tú tienes que ver bendición, oportunidades. Tu percepción te ubica en lo que Dios está haciendo. Tu problema no es velocidad; Dios quiere llevarte a una velocidad; tu problema es percepción.
El tiempo parece algo real, pero no lo es; es algo de percepción. Y es tu percepción de tu tiempo y del tiempo de Dios lo que permite que tú tomes decisiones correctas. Para José, más real era su sueño que su prisión. Un día, Dios lo despertó a una realidad más grande, como un día la vida y Dios te han despertado a algo más grande. Si hay algo poderoso que hace la vida es darte pequeñas muestras de cosas grandes en tu vida, para que tú las pruebes, las percibas y digas: Esto no debería ser de casualidad; esto debería ser toda mi vida. Cuando Dios te muestra las uvas de la tierra prometida, no es para que tú vivas toda tu vida con el sabor de las uvas que un día probaste, sino para que sepas que esas uvas te están esperando por el resto de tus días, aunque estés comiendo maná hoy.
Para algunos, eso es frustración. No quieren probar las cosas buenas de la vida, cosas más grandes, porque se sentirían frustrados de que nunca pueden llegar a ellas; hay gente que las disfruta como si fuera algo de suerte, cosa de una vez en la vida. Otros, después que probamos… puede ser que estés comiendo hoy maná, pero sabes que hay manjares al otro lado. Da gracias a Dios por el maná, pero averigua qué es lo que tienes que hacer para obtener el manjar que está al otro lado.
Dios siempre te muestra estas cosas porque es la única manera de ubicarte. José pudo haber dicho, cuando la esposa de Potifar se le ofreció: “Si nadie me va a ver, ¿de qué me sirve cuidarme para Dios? Si cuidarme para Dios me ha traído hasta aquí, y estoy como esclavo, entonces hago lo que quiera.” Pero José tenía un sueño más grande. Él sabía que aquella mujer no era parte del sueño, Dios no se la mostró en ningún sueño. Sabía que Dios no se la había dado; así que decide mantenerse porque, para él, más grande y más real era el sueño que Dios le había dado, que la experiencia que estaba viviendo.
Abre tus ojos espirituales a las cosas que Dios te ha mostrado. En vez de estar frustrado porque perdiste un día algo, lo que debes saber es que, si lo tuviste un día, lo deberías tener toda la vida. Si lo viviste, lo deberías vivir por el resto de tus días; esa oportunidad está para ti, y tu percepción va a ubicarte en el tiempo en que lo vas a poder experimentar, lo vas a poder vivir y lo vas a poder alcanzar.
¿Qué tú estás viendo hoy? Ubícate, y vas a ver el tiempo de Dios en tu vida; vas a entender por qué Dios te ha estado posicionando, vas a entender las vueltas que has dado en la vida. Abre tus ojos espirituales, y deja que Dios te muestre lo que Él quiere que tú veas en tu vida hoy.