“Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Más yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” Lucas 22:24-30
Los discípulos estaban discutiendo cuál era mayor entre ellos, discutían por un lugar en la mesa, mientras Jesús les había asignado un reino. Pero Jesús no les quita el deseo de obtener algo grande, sino que les enseña cómo obtenerlo. Él les dice que por haber estado con él en medio de sus pruebas –aunque todavía no había sido verdaderamente probado – pero Jesús sabía que él era el único que podía pasar por aquella prueba. El reino asignado fue por estar con él haciendo el servicio de Dios mientras Jesús estaba aquí en la tierra. El premio no es por hacer cualquier cosa que te parezca hacer, sino por hacer lo que tienes que hacer en el tiempo que te toca. Jesús no dice que le asignaría un reino a aquel que estuviera con él en la cruz; el reino que él les estaba asignando era por el trabajo que ellos habían hecho durante el tiempo que habían servido junto a él. Aquello era lo que ellos todavía no habían entendido; que lo que habían hecho en el tiempo que habían caminado con Jesús era lo que los calificaba para tener un reino. El haber multiplicado los panes y los peces, el haber pastoreado a la gente, el haber acompañado a Jesús durante todo ese tiempo, ver los milagros; aquello era lo que los cualificaba a ellos para entrar en el nivel que ellos deseaban entrar. Tú tienes que saber que es tu calidad de servicio el que hace que tú puedas entrar a una nueva dimensión en tu vida.
Muchos se preguntan cómo Disney se mantiene siempre tan limpio y recogido. Y una vez preguntaron cómo lo logran, a lo que respondieron que tienen 70,000 empleados asignados a la limpieza. Luego preguntaron cuántos empleados tienen en total, a lo que respondieron 70,000. Porque todos sus empleados tienen la responsabilidad de mantener las áreas limpias y recogidas. El problema que tiene la iglesia es que ve el papel en el piso, y piensa que le toca a otro recogerlo. Ven a alguien en necesidad, y piensan que es la iglesia que tiene que evangelizarlo, y no ellos. El problema que tiene la iglesia es que, una vez llegan a ciertas posiciones, ya no hay razón para servir, sino que llegan a la posición porque quieren ser servidos. Pero lo que te hace grande no es tu posición sino que, cuando veas algo que hay que recoger, sepas que es a ti a quien le toca recogerlo y a nadie más. Es tu responsabilidad, sin importar tu posición. Si todos tuviéramos esta mentalidad, las cosas serían diferentes; pero siempre estamos esperando que sea otro el que lo haga, y esperamos posiciones esperando que eso cambie las cosas, pero lo que provoca transformación es tu capacidad de servir, independientemente de tu posición. Fuiste enviado, no para sentarte a la mesa, sino para servir en el reino de Dios. Y tu actitud de servicio es la que tiene que gobernar en tu corazón. Tu grandeza se encuentra en cumplir con tu misión de servir durante el tiempo que camines con Jesús aquí en la tierra.
Cuando miramos estos versos, Jesús hace una aclaración. Él está comparando a los líderes del mundo, da varias descripciones, y dice: Nosotros no podemos hacer así, y el antídoto para no ser así es servir. Servir no es que no eres líder, lo que pasa es que el líder para Dios sirve porque el servicio es el antídoto, lo contrario a la manera del mundo.
El texto dice que los líderes de las naciones se enseñorean de ellas – en otras palabras, tratan de obligar – y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores. Así que los líderes del mundo tienen dos problemas: Creen que la forma de ser líderes es mandando, poniendo cargas, usando su posición para gobernar e intimidar; y después buscan el título de bienhechores, buscando el aplauso de la gente, que les celebren. Tienes que aprender que los líderes son los que se llevan siempre la responsabilidad y reparten la gloria. Cuando algo pasa mal, tú eres responsable; cuando sale bien, agradece a los demás. El mundo nunca va a reconocer la labor de los líderes cristianos; a los pastores que han prosperado, los critican, mientras que a los del mundo los admiran.
No esperes grandes reconocimientos por tu servicio. Quien ve la grandeza de tu servicio es Dios. Ante el mundo, tú no vas a ser bienhechor. Tú, con lo que hagas, no busques el aplauso de nadie. Tú no puedes estar viviendo de que el mundo te diga cuán bueno eres. Ten autoestima por lo que eres y por lo que haces. Con el aplauso de la gente, tú no comes; pero si Dios ha visto lo que tú has hecho, está en el banco de los cielos y tú puedes retirar de allí lo que tú necesites. Dios te va a decir: Bien, buen siervo y fiel, en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor.
Aunque el mundo no te celebre, el Dios al que tú le sirves, dice la Biblia, que Él no es injusto para olvidar la obra de tus manos; recompensa vas a tener. No te canses de hacer el bien porque a su tiempo segarás, si no desmayas. Olvídate de que te aplaudan, de que te celebren. No hagas nada para que te lo agradezcan, sino para cumplir con Dios. Hazlo como si fuera para Dios porque es de Él de quien recibes recompensa. El cheque lo recibes de la compañía, pero la recompensa la recibes de Dios. Que sea ante sus ojos que tu servicio cuente.
