En los últimos días ha habido un debate pseudohistórico sobre la pertinencia o no de mantener las cenizas del General Pedro Santana Familia en el Panteón Nacional.
Para recordar un poco quién fue ese señor, recordemos que fue un personaje sumamente contradictorio. Hijo del militar que bajo las órdenes de Juan Sánchez Ramírez decapita al General francés Ferrand, en Palo Hincado, fue el Primer Presidente constitucional y una de las espadas más destacadas de las guerras de independencia. Fusiló cruelmente a la oposición de corte liberal sin tener en cuenta edad ni sexo, y como no creía en la viabilidad de la naciente República Dominicana nos anexa a España a cambio de un marquesado. Tras morir en 1864 en la Ciudad de Santo Domingo, sus restos estuvieron 111 años en la iglesia parroquial de Santa Cruz del Seybo, de donde el Presidente Balaguer lo saca para llevarlo a la antigua Iglesia de los Jesuitas, reconvertido en Panteón Nacional.
Por lo antes dicho, las pasiones de los grupos de derecha y de izquierda se han desbordado. Los de derecha reivindican al militar valiente y enérgico, y los de izquierda al vendepatria asesino y represor.
Muchos alegan como un asunto de mal gusto que se colocase a un asesino como el General Santana frente al nicho de una de sus víctimas políticas, que fue María Trinidad Sánchez, tía de Francisco del Rosario Sánchez. Otros señalan echar sus cenizas al mar. Otros abogar trasladarlas nueva vez al Seybo y hacer un museo histórico de dicha demarcación.
Creo, personalmente, que nadie ha evaluado otra cosa. ¿Es una prioridad real la erogación de fondos que bien podrían usarse en educación, salud y otros sectores estratégicos, para utilizarlos en trasladar unas cenizas , las que incluso pueden afectar la salud de quienes trabajen en ello?. Quizá el Presidente Balaguer no debió trasladar las mismas desde el Seybo, pero entiendo como un gasto innecesario su traslado.
Creo que lo más prudente es que el debate del traslado motive a una ponderación objetiva y meticulosa de la figura de Pedro Santana, y sus resultados, sean cuales sean, se viertan en publicaciones que lleguen a quienes forjarán el futuro nacional, que son los niños.
Deseo que con Santana y otras figuras, mayormente de derechas y del siglo XIX, que se haga un debate como el que se hizo en los setenta del siglo pasado entre los descendientes de Mella, de Sánchez y un joven pero brillante Juan Daniel Balcácer como defensor de la obra de Duarte.
Gracias a la riqueza de esos enfrentamientos dialécticos se estableció la trinidad patricia y se supo el rol real de cada uno de ellos. La historia y la patria fueron los ganadores reales de esas exposiciones, al vivirse una exposición bibliográfica de esos personajes, lo que logró que los viésemos como personajes de carne y hueso, con falencias, con debilidades, pero con grandezas.
Por Dr. Néstor Saviñón