Desde milenios, el hombre usó muros para diversas cosas. En un principio, los chinos lo utilizaban para fines agrícolas, específicamente para el cultivo del arroz, y luego, al surgir estados independientes, para defensa y fines puramente militares, pero desde un inicio se pudo apreciar dos problemas de las murallas: su alta falibilidad y su altísimo costo operativo.
Ninguna muralla ha resistido sin ser derrumbada y violentada. Sea por conspiraciones internas o estrategias de un ejército sitiador, no existe un muro sin ser derrumbado.
Todo lo antes señalado se debe a que existe una corriente de ciudadanos que desea un muro fronterizo contra Haití. Esgrimen diversas razones, que van desde lo migratorio a lo patriótico.
Yo veo, de antemano, problemas de ejecución a ese proyecto que pueden conllevar su inviabilidad. Primero, la frontera dominico-haitiana es de unos 376 Km2, la cual discurre entre bahías, montañas, quebradas, ríos, lagos y desiertos, todo lo cual encarece una potencial construcción, cuyo costo, según algunos economistas, puede rondar los 800 millones de dólares (36,400 millones de pesos), y segundo, el mantenimiento de las tropas, su avituallamiento, su armamento y municiones, la electrificación de sectores de dicha frontera y otras obras, conlleva, según dichos economistas 1,200 millones de dólares (54,600 millones de pesos), una cantidad exorbitante para la exigua economía dominicana.
Esa inversión si rindiese algún fruto fuese factible, pero no hay muro contra el hambre y una oleada de seres humanos desesperados. Por ello, quizá el mejor muro, más que éste, físico, sea uno de colaboración, tratando de ayudar al Estado Haitiano a crear riquezas en Haití y que emplee a su población, confiriendo a la misma derechos esenciales que les han sido conculcados como son el derecho a una personalidad y a una nacionalidad, al registrarlos civilmente.
Debemos, como nación, vigilar la frontera y actuar celosamente, impidiendo que se crucen sin documentación y mediante el pago de sobornos. Tenemos que hacer que Haití ayude a los haitianos. Si no lo logramos, todos nuestros esfuerzos serán inútiles.
Reconozco que me siento molesto con la actitud del gobierno haitiano y sus desmanes contra los dominicanos, pero debemos crear vías en que el pueblo haitiano pueda progresar por su cuenta, allá y no desee cruzar para acá, dotarles de escuelas, hospitales, de estaciones de policía y de institucionalidad. Eso es lo único que impediría que esos millones de carenciados que tiene Haití se cruce por la frontera porosa que nos separa de ello.