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Sanando un corazón Herido

JEREMÍAS 30:17 Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda.

Verdaderamente no podemos negar que todas las heridas duelen y muchas de esas heridas afectan grandemente nuestra vida, y para sanar esas heridas hay muchos medicamentos y procedimientos médicos muy efectivos, pero ¿Quién puede sanar las heridas de nuestro corazón? ¿Quién nos puede quitar el dolor cuando lo que nos duele no es una parte del cuerpo sino de nuestra alma?

La respuesta a esa pregunta es: DIOS PUEDE SANAR LAS HERIDAS Y EL DOLOR DE NUESTRO CORAZÓN.

Las heridas de nuestro cuerpo pueden ser causadas por: objetos cortantes como un cuchillo, objetos punzantes como un clavo, y objetos contundentes como una piedra, pero las heridas del corazón, las heridas que causan dolor en nuestro interior son causadas varias razones, pero hoy veremos TRES CAUSAS: EL RECHAZO, EL ABANDONO Y LA HUMILLACIÓN, 

Veamos en la palabra de Dios como él puede sanar esas heridas de nuestro corazón y quitar también el dolor de nuestra alma.

I) DIOS SANA LAS HERIDAS CAUSADAS POR EL RECHAZO (VS 17) Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda.

Se dice que el rechazo es una de las heridas emocionales más profundas y que deja una huella que afecta grandemente la vida de la persona que se ha sentido rechazada, el rechazo nos hace sentir despreciados y deja la idea en nuestra mente de que “Nadie me quiere”

En la palabra de Dios podemos ver como el rechazo puede afectar grandemente la vida de una persona (Hechos 7:20-27) En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre. 21 pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crio como a hijo suyo. 22 y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras. 23 cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24 y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. 25 pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; más ellos no lo habían entendido así. 26 y al día siguiente, se presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro? 27 entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?

Podemos ver en el texto que Moisés cuando vivían en Egipto como hijo de la hermana de Faraón era un hombre poderoso en sus palabras y obras, pero Moisés sufrió el rechazo de su pueblo, de sus propios hermanos hebreos a quien él quería darles libertad.

Ese rechazo marco la vida de Moisés por lo cual ese hombre poderoso en palabras y obras se convirtió en alguien inseguro, tartamudo y que no se creía capaz de llevar a cabo el llamamiento que Dios les hizo (Éxodo 4:10) Entonces dijo Moisés a Jehová: !!Ay, ¡Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.

Posiblemente en tu vida has experimentado el rechazo de un padre o de una madre, quizás fuiste rechazado por una persona que amabas, posiblemente por tu condición económica, por algún defecto físico has sufrido el rechazo cruel de las personas, pero Dios quiere sanar tu corazón, a pesar del rechazo de los demás para él tu vida es de gran valor (Isaías 43:4) Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. 

Quizás te han rechazado por los errores que has cometido en tu vida, pero aun a pesar de esos errores el Señor no nos rechaza, sino que nos llama a volver a él y siempre nos recibe con los brazos abiertos (Jeremías 3:1) Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; ¡¡más !!vuélvete a mí! dice Jehová.

II) DIOS SANA LAS HERIDAS CAUSADAS POR EL ABANDONO (DEUTERONOMIO 32:10) Le halló en tierra de desierto, Y en yermo de horrible soledad; Lo trajo alrededor, lo instruyó, Lo guardó como a la niña de su ojo.

El abandono es un sentimiento que produce heridas muy profundas en personas de todas las edades, pues nos hace sentir como lo dice el versículo: En horrible soledad.

El abandono es doloroso pues se rompen vínculos afectivos muy importantes en nuestra vida, como el de nuestros padres, de nuestra pareja, etc.

Pero tenemos que comprender que las heridas del abandono se dan no solamente cuando una persona nos deja, sino también cuando hay existe una relación llena de indiferencia, desinterés, apatía o frialdad.

Puede haber hijos que se sienten abandonados por sus padres, aunque vivan con ellos, pues tienen padres ausentes, que no se involucran, que nos les hacen sentir valorados ni importantes.

Y tenemos que saber que el dolor causado por el abandono viene pues nos hacemos preguntas como ¿En que falle? ¿Qué hice mal?

Pero tenemos que saber que, aunque tu propia familia te haya rechazado, aunque quizás hayas experimentado el rechazo de alguno de tus padres o de ambos, pero para nuestro Dios tu vida es muy importante (Salmo 27:9-10) No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. 10 aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá.

Dios quiere consolar tu vida, así como una madre (Isaías 66:13) Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo.

Como hijos, como padres, como esposos, podemos estar seguros que desde el momento que Cristo viene a nuestra vida nunca estaremos solos, pues él ha prometido estar para siempre con nosotros, si de algo podemos estar seguros es que nuestro Dios NUNCA nos abandonará (Salmo 94:14) Porque no abandonará Jehová a su pueblo, Ni desamparará su heredad,

III) DIOS SANA LAS HERIDAS CAUSADAS POR LA HUMILLACIÓN (SALMO 38:6) Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, Ando enlutado todo el día.

Esta herida se produce cuando desde nuestra infancia sentimos que nuestros padres se avergüenzan de nosotros, por nuestro aspecto físico, por algo que hayamos hecho y esa humillación es causada por las palabras de desaprobación, por las críticas, por las burlas, y cuando somos avergonzados públicamente.

El dolor causado por la humillación viene porque nos sentimos comparados, degradados, avergonzados y rebajados

Otro de los motivos por el cual muchas personas tienen su corazón herido por la humillación es a causa de los abusos sexuales que han sufrido en la infancia pues eso produce en sus corazones mucha culpa y vergüenza.

Para poder sanar las heridas que han causado en nuestro corazón la humillación nuestro Dios nos provee el poder o la capacidad de PERDONAR (Colosenses 3:13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

Sin importar lo que los demás hayan dicho de nosotros, tenemos que conocer lo que nuestro Dios dice de nosotros:

  • Somos su especial tesoro (Malaquías 3:17) Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.
  • Somos la niña de sus ojos (Zacarias 2:8) Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo.
  • Somos un pueblo especial (1 Pedro 2:9) Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;

CONCLUSIÓN: Hemos podido reconocer lo doloroso que pueden ser las heridas causadas en nuestro corazón, pero no tenemos que vivir siempre con nuestro corazón herido y nuestra alma llena de dolor, pues el Señor quiere y puede sanarnos, solamente tenemos que ponernos en sus manos y confiar en sus preciosas promesas para nuestra vida (Jeremías 33:6) He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.

Fuente:
Pastor Oscar Flores | EL SALVADOR

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