Conocer las estadísticas que revelan la opinión de los dominicanos, acerca de cómo va el rumbo de nuestra nación, es algo alarmante.
Un alto porcentaje de la ciudadanía entiende que el país va por mal camino y que todo irá empeorando.
¿Nos quedaremos indiferentes ante esta desafiante realidad?
No son revueltas, tampoco marchas, ni piquetes los que van a solucionar los graves problemas, que se han vuelto ya lo común entre nosotros.
¡Sí! Duele decirlo.
Nuestra República Dominicana, otrora conocida por la paz y la seguridad reinantes, la nación que tiene como estandarte a nuestro Dios Creador y a Su Palabra, la tierra rodeada de impactantes mares y acogedoras montañas, de la alegre vegetación y las hermosas flores, está lacerada por los males de este presente siglo.
Satanás, el enemigo de la paz y de la familia, con todas sus estrategias, se ha levantado para robar, matar y destruir.
Es hora de interrumpir su accionar de maldad.
Tiene que levantarse alguien que lo detenga.
Un elegido o elegida del Todopoderoso que sea instrumento escogido para decir: ¡Ya basta!
Un hombre o una mujer con la decisión de romper estructuras añejas, con una mente renovada, que no considere a nuestro Señor y a Su Palabra como el escondite de los ignorantes sino como la salvación de las multitudes.
Si realmente queremos soluciones volvámonos al Dios verdadero. Busquemos en El los modelos de gobierno e implantemos el diseño del cielo en nuestro país.
Sólo así quedará desarticulado el levantamiento diabólico de este tiempo. Unicamente de esta manera, los corazones de los corruptos serán transformados, los jóvenes aprenderán justicia y nuestros gobernantes entenderán que, por encima de ellos, hay uno mayor.
Nunca olvidemos que los ojos del Altísimo están sobre nosotros, para darle a cada uno según su obra.
¡Salvemos nuestra Quisqueya!
