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Salomón. De la Fe a la Perdición – Lecciones del Consultorio del Alma

El pastor y misionero Juan Bueno, en su libro «Consultorio del alma» responde a la interrogante de este hermano:

Hermano Juan, soy amante en la lectura de la Biblia y he encontrado un pasaje donde dice que Salomón tuvo setecientas mujeres reinas y trescien­tas concubinas. ¿Cómo es que, siendo éste un hombre de Dios, cometía estos hechos tan reñidos con la moral cristiana y por qué se admitía esta clase de abominaciones?

En realidad, Salomón en un principio amó al Se­ñor. La Biblia dice en 1 de Reyes capítulo 3, versí­culos 3 y 5:

“Mas Salomón amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David… y fue pros­perado»

Pero después de haber disfrutado de las ben­diciones de Dios en política y riquezas, se descuidó en su relación con Dios, lo cual le trajo serias difi­cultades. Fue en ese período de alejamiento que Salomón comenzó estas relaciones que de ninguna manera eran aprobadas por Dios. Por voluntad propia dispuso satisfacer en forma desmedida sus instintos sexuales a tal grado que su fe en Dios disminuyó y, según sus propias palabras, las muchas mujeres tor­naron su corazón a dioses ajenos.

En 1 de Reyes capítulo 11, versículos 9 al 11, vemos claramente que Jehová se enojó contra Salomón por cuanto su corazón se había apartado de Dios…

“Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo.”

Las con­secuencias de sus pecados fueron graves y ciertamente que esas acciones son totalmente ajenas a la moral judeo-cristiana.

Dios da libertad al hombre para que decida los asuntos de su vida, Dios propone el mejor camino y nos da las reglas a seguir. Está en nosotros aceptarlas o rechazarlas.

“Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable…” (Nahúm 1:3).

El único remedio para el pecado es el arrepenti­miento. Tenemos el recurso del perdón por la obra de la cruz del Calvario y nuestro arrepentimiento con fe en Jesucristo.

Salomón perdió la dicha de gozar la prosperidad espiritual en su propia familia, especialmente sus hijos, que se alejaron totalmente de la gracia divina. Tuvo que lamentar al fin de su vida los tantísimos errores de su reino. Se cree que en los últimos días Salomón regresó a Dios; pero no pudo lograr la re­conciliación de sus hijos.

Fuente:
Elsie Vega

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