“15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.” Hebreos 12:15-17
Jacob no se amargó; fue de los hombres que aceptó lo que vino, e hizo lo mejor con lo que tenía. Y Dios lo prosperó en todo lo que hizo. Esaú vende y regala su primogenitura, y Dios ratificó aquella decisión; porque lo que Dios bendice o ratifica son tus decisiones.
Tiene que haber un día donde haya una generación que no decida vender su primogenitura por resolver las cosas de un momento. La razón por la que tu país está como está es porque se ha querido resolver las cosas momentáneamente. Tienes que pensar en las futuras generaciones, en el mañana, en el esfuerzo y sacrificio que tienes que hacer para las próximas generaciones. Piensa diferente; no pienses como Esaú, sino como Jacob; piensa en la bendición generacional. No permitas que la amargura de las cosas que te han hecho te impida alcanzar todo lo que Dios tiene para tu vida. Aunque te engañen, te puedes molestar por un momento, pero no vas a dejar de ser todo lo que tú eres porque alguien hable mal de ti, porque te persigan; ten la seguridad de que el Dios al que tú le sirves te va a prosperar, te va a bendecir, a pesar de lo que el mundo haga o diga.
Hay quienes te han tratado como a Jacob, y todo lo que has estado haciendo es tratar de alcanzar lo que otros menosprecian; te van a perseguir, pero que no se te dañe el corazón, porque Dios lo que va a sellar es la decisión que tú tomas hoy de perseguir todo lo que te pertenece, todo lo que Él te ha prometido, para que logres alcanzarlo.
Olvídate de que, por el resto de tu vida, te llamen Jacob. El mundo le puso Jacob, pero Dios le cambió el nombre, le llamó Israel. No temas a la etiqueta que el mundo te ponga porque, eventualmente, la historia absolverá a los que ha hecho culpables, y se darán cuenta que los que eran “inocentes” y se pintaban como las víctimas, realmente no lo eran.
Todo esto fue provocado por una raíz de amargura, por un coraje. ¿A cuántos derechos, privilegios, tú has renunciado por una raíz de amargura? Ves que otros los tienen, y te echas a llorar y a hablar mal de ellos, pero el que renunciaste fuiste tú. Si vemos cómo Esaú le habla a Isaac, cuando este le dice que ya bendijo a Jacob, lo que hace es hablar contra su hermano; nunca asume el haberle vendido la primogenitura. Es probable que, de haberse arrepentido ese día, Isaac hubiera podido darle una bendición mayor a la que le dio. Pero, como no hubo arrepentimiento, sino que el culpable, según Esaú, era el otro, mientras que él era la víctima, no alcanzó lo tenía que alcanzar. No sabemos dónde fue que brotó la raíz de amargura de Esaú, lo que sí sabemos es lo que perdió. No pierdas todo lo que Dios te ha prometido, todo aquello a lo que tú tienes derecho. ¿A cuántas cosas has renunciado, simplemente, para que alguien no hable o piense mal de ti? Eso no es ser humilde; si tienes derecho y lo trabajas, Dios lo ratifica. Jacob no le robó nada a Esaú; Esaú lo vendió porque prefirió llenar su estómago hoy, que creer que aquello que tenía, mañana, le sería mejor.
Aguanta presión; que digan lo que digan. Cuando tú decides hacer algo, Dios lo ratifica. Allá aquellos que se están arrepintiendo de lo que tenían y dejaron. No dejes que una raíz de amargura te detenga, haciéndote menospreciar las cosas a las que tú tienes derecho. Atrévete a luchar por lo que otros menosprecian. Jacob fue un hombre que trabajó siete años por amor, y lo engañaron, y trabajó otros siete; pero un hombre que trabaja otros siete años, tiene derecho a prosperar, porque no son las decisiones del mundo las que determinan qué va a pasar en tu vida, sino lo que tú has decidido que vas a perseguir en el nombre de Aquel que ha dicho que te va a bendecir, a pesar de cómo el mundo te llame.
Todo esto lo pudo tener Esaú, y después estaba llorando. Y hay gente que está como Esaú, llorando el negocio que otro montó; si siempre supiste que tal esquina tenían que poner una panadería, ¿por qué no la montaste? Otro se atreve, lo decide, trabaja, ora, diezma, ofrenda, Dios lo prospera y te molestas. Tú podrías ser también de los que prospera, de los que triunfa, de esos que Dios bendice dondequiera que vayan; la pregunta es: ¿Qué estás decidiendo hoy? ¿Estás dejando que un coraje, una frustración, alguien que te dijo que no, detengan tu vida? No seas como Esaú, no permitas que una raíz de amargura detenga lo que Dios te dio y lo que tienes por derecho. Tú tienes derecho a ser feliz, a prosperar, a progresar, a seguir hacia adelante y alcanzar tus sueños.
Deja el coraje, la angustia, la amargura; olvídate del que te critique, el que te mire mal. Más son los que te van a mirar bien, los que te van a celebrar, que aquellos que te señalan. Al final de tu historia, habrá quienes contarán la verdadera historia, y le dirán a todo el mundo que todos te llamaron Jacob, pero Dios nunca te llamó así. Todos han hecho de Esaú la víctima, pero al único que Dios critica es al amargado que decidió vender lo que Dios le había dado, y todo por comerse un plato.
No seas Esaú. Que te llamen Jacob, pero tú vas a prosperar, vas a progresar, y toda raíz de amargura queda fuera.
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