
Recientemente, prediqué sobre la enseñanza ética más revolucionaria de Jesús: «Amen a sus enemigos» (Mt 5:44). Esta instrucción se erige como un monte Everest entre las enseñanzas éticas que tanto cristianos como no cristianos respetan. Sin embargo, debido a la definición moderna que a menudo tenemos del amor, es fácil malinterpretar la enseñanza de Jesús. ¿Qué quiso decir realmente Jesús con amar a los enemigos y cómo podemos integrarlo con los textos del Antiguo Testamento que parecen contradecirlo?
En su contexto, la enseñanza de Jesús sobre amar a los enemigos contrasta con lo que Sus discípulos habían oído: «Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”» (Mt 5:43). Como han señalado muchos comentaristas, la instrucción de odiar a los enemigos no se encuentra en el texto original. Levítico 19:18 dice: «No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR». El texto solo dice «amarás a tu prójimo», no «odiarás a tu enemigo». Por lo tanto, muchos afirman que «odiarás a tu enemigo» era una tradición oral que se había desarrollado para la época de Jesús.
Sin embargo, hay textos en los que Dios ordena a Israel destruir a sus enemigos (Dt 7:2; 13:15; Jos 6:21). También encontramos salmos imprecatorios que suplican a Dios que imparta juicio sobre los malvados (p. ej., Sal 5; 17; 28; 35; 40; 137), además de algunos textos que expresan odio hacia los enemigos de Dios (Dt 32:41; 33:11). Entre estos, un pasaje que parece contradecir las palabras de Jesús se encuentra en el Salmo 139, donde David declara:
¿No odio a los que te aborrecen, SEÑOR?
¿Y no me repugnan los que se levantan contra Ti?
Los aborrezco con el más profundo odio;
Se han convertido en mis enemigos (vv. 21-22).
¿Cómo reconciliamos el mandato de Jesús de «amar a nuestros enemigos» con la declaración de David: «Aborrezco… [a] mis enemigos»? Cuatro realidades del Salmo 139 nos ayudan a entender que Jesús y David no están en conflicto y nos permiten comprender mejor lo que Jesús realmente quiere decir con «amar a tus enemigos».
1. El celo por la justicia y el honor de Dios.
Amar a nuestros enemigos no implica que debamos carecer de celo por la justicia y el honor de Dios. La emoción desbordante de David en el Salmo 139 surge en respuesta a los malvados que derraman sangre (v. 19). David clama por justicia contra los opresores que se oponen al diseño de Dios. Su amor por la justicia de Dios es tan profundo que lo lleva a rechazar todo lo que es injusto.
Amar a nuestros enemigos no implica que debamos carecer de celo por la justicia y el honor de Dios
Esto significa que no debamos interpretar el llamado a amar a nuestros enemigos como una emoción sentimental retocada. Todavía hay un lugar para el celo por el honor de Dios y para oponerse a la maldad. Los autores bíblicos no vieron tensión en esto, así que nosotros tampoco deberíamos.
2. Ira justa.
El Salmo 139 demuestra que amar a nuestros enemigos no implica eliminar la ira justa. David reconoce que Dios conoce todos sus pensamientos y, de hecho, le pide que lo examine. El salmo comienza declarando: «Oh Señor, Tú me has escudriñado y conocido» (v. 1). Inmediatamente después de expresar su aborrecimiento hacia los enemigos de Dios, David clama: «Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; / Pruébame y conoce mis inquietudes. / Y ve si hay en mí camino malo, / Y guíame en el camino eterno» (vv. 23-24). Tras el examen de Dios al rey David (vv. 1-18), el salmo describe la ira divina dirigida contra la maldad (vv. 19-22).
Pablo no considera que la ira justa sea contraria al diseño de Dios. Como él mismo dice: «Enójense, pero no pequen; no se ponga el sol sobre su enojo» (Ef 4:26). No toda ira es pecado, aunque la ira puede volverse pecaminosa. David puede estar airado y, aun así, pedir al Señor que lo examine para asegurarse de que su pasión esté correctamente dirigida y para que remueva cualquier cosa manchada por el pecado.
3. Personal, no civil.
El Salmo 139 nos recuerda que «amar a sus enemigos» se entiende mejor en un contexto personal que en uno cívico, ya que David expresa aborrecimiento hacia sus enemigos. Habla como el rey de Israel y representante de Dios, no simplemente como un individuo. Por lo tanto, cuando Jesús nos llama a amar a nuestros enemigos, se dirige principalmente a nuestras relaciones personales, más que a las realidades civiles.
Aunque las realidades personales y políticas están entrelazadas, el mandato de Jesús no contradice en absoluto la afirmación de Pablo de que el magistrado civil porta la espada como parte de su función (Ro 13:4). Es apropiado que un rey exprese su indignación contra los injustos y clame para que cese la injusticia. David puede aborrecer las acciones de sus enemigos sin aborrecerlos a ellos. Como rey, puede y debe castigar a los injustos.
4. Otras palabras de Jesús.
El Salmo 139 nos recuerda que no podemos sacar las enseñanzas de Jesús de su contexto. «Amar a tus enemigos» no es lo único que Jesús dijo. A menudo tendemos a resaltar ciertas enseñanzas de Jesús a costa de otras. Jesús nos llama a amar a nuestros enemigos, pero también recita salmos imprecatorios en Sus palabras.
Las palabras de Jesús sobre amar a nuestros enemigos son un mandamiento hermoso y desafiante que estamos llamados a obedecer
Jesús cita con frecuencia el Salmo 69 cuando está cerca de la cruz o en ella (Jn 15:25; Mt 26:37; 27:34). En este salmo, David pide que la mesa de sus enemigos se convierta en un lazo para ellos, que sus ojos se oscurezcan, que la indignación de Dios sea derramada sobre ellos, que su campamento quede desolado y que sean borrados del libro de los vivientes, sin ser inscritos entre los justos (Sal 69:22-28). Jesús nos llama a amar a nuestros enemigos, pero también clama a Dios para que haga justicia.
Una Biblia completa forma a un cristiano completo
Un pastor amigo solía decir: «Una Biblia completa forma a un cristiano completo». Su punto era que necesitamos toda la Escritura y no podemos tomar un mandamiento aislado para hacerlo nuestro lema, descuidando los demás.
Las palabras de Jesús sobre amar a nuestros enemigos son un mandamiento hermoso y desafiante que estamos llamados a obedecer. Sin embargo, al leer otros textos, vemos que este mandamiento no tiene por qué estar en conflicto con el celo por la justicia, la ira justa o la justicia civil que protege a los inocentes.