[quote_box_center]“Quien dijo: Así ha dicho Jehová: Haced en este valle muchos estanques. Porque Jehová ha dicho así: No veréis viento, ni veréis lluvia; pero este valle será lleno de agua, y beberéis vosotros, y vuestras bestias y vuestros ganados.” [/quote_box_center]2 Reyes 3:16-17
Una razón por la cual la gente no tiene expectativas es porque confunden exigencias con expectativas. La gente pone exigencias en tu vida, para que tú llenes sus expectativas. Dios pone expectativas, y te da exigencias; Él te va a dar agua, pero tú tienes que hacer el estanque. La diferencia es que Dios no te pone las exigencias sino hasta después de decirte cuáles son las expectativas que tú debes tener. El problema es que la sociedad pone exigencias para tú llenar sus expectativas; pero tú nunca llenarás completamente las expectativas de otro, porque cada vez que la cumplas, te pondrá una nueva. Esa es la manera de manipularte. Dios no funciona así. Él no te dice que hagas el estanque para entonces Él darte la lluvia; Él te dice que hay lluvia, pero tienes que hacer el estanque.
A la mujer samaritana, Jesús le dice: Dame. A lo que ella responde: ¿Cómo tú me pides de beber? Y Él le dice: Si tú supieras quién te pide… Porque cada vez que Dios te pide algo, tú lo que tienes que saber es quién es el que te está pidiendo. Si tú supieras quién es el que te pide, tú le pedirías a Él, y tu vida cambiaría.
El profeta dice: No veréis lluvia ni viento. En otras palabras: Nada, naturalmente, te va a indicar que va a ocurrir lo que yo he dicho; no veréis viento ni lluvia, pero algo va a pasar; no esperes nada exterior que te haga a ti pensar que puedes creer en lo que yo he dicho. Las expectativas que Dios quiere que tú tengas son totalmente irracionales, no hay nada que indique que lo puedes lograr, que lo puedes hacer, que tienes todo lo necesario para hacerlo. Dios siempre va a poner sueños tan grandes en tu vida, que no habrá hecho, una razón a tu alrededor, en tus circunstancias, que te diga que es posible hacerlo. Las expectativas, cuando vienen de Dios, son irracionales. Para cumplir tus expectativas y las de Dios, tienes que ir por encima de lo racional.
En Filipenses 1:12-20, Pablo habla de que él tenía una esperanza urgente en su interior, y que no sería avergonzado; tenía una expectativa de que saldría del lugar en que estaba, y estaría con los filipenses. Había algo de irracional en aquella expectativa; Pablo estaba preso. Aquella no era una expectativa circunstancial, sino por la palabra de Dios. Hay gente que estudia en la universidad aquellas carreras en las que, en sus tiempos, se dice hay mayor demanda, donde pueden generar mayores ingresos. Pero, como los tiempos cambian, ahora hay quienes tienen títulos para industrias que ya ni existen. Sus opciones son irse para otro lugar donde todavía esa industria tenga demanda, o ajustarse. Porque la gente, muchas veces, decide su destino basado en las circunstancias. Los que le creemos a Dios, no miramos el viento ni la lluvia, sino que nos dejamos dirigir por lo que Dios ha dicho porque tu esperanza, esa urgencia en tu interior, no depende de lo que tú estás viendo, sino de lo que Dios ha dicho. No hay recursos en tu país, pero tú vas a prosperar comoquiera. Nada te dice que vas a prosperar, pero Dios ha dicho que tú vas a prosperar. Vive con expectativa. No hay viento ni agua, pero tus estanques se van a llenar.
Es importante que tú entiendas que no es la expectativa de los demás lo que hace que tú alcances tus objetivos, sino lo que tú esperas que ocurra. Lo que tú esperas que suceda, cambia a los demás; pero lo que los demás esperan no te cambia a ti.
En 1 Reyes 2, vemos la historia de uno de los hijos de David quien, en un momento dado, dice: El pueblo esperaba que yo fuera rey, pero Dios escogió a otro. Esto, refiriéndose a Salomón. Parece una declaración bonita, pero lo que aquel muchacho estaba diciendo era: Yo debo tener lo que otros esperan que yo tenga, y Dios no me lo ha dado porque no quiso. Suena como si estuviera cediendo el trono al escogido de Dios, pero en el corazón, este muchacho lo que estaba diciendo era: Yo no puede llenar las expectativas de los demás. Tú no tienes en la vida lo que otros esperan que tú tengas; tú tienes en la vida aquello que tú estás esperando tener, y tu esperanza cambia a todo el que está a tu alrededor, porque comienzas no tan solo a verte a ti mismo diferente, sino también al mundo a tu alrededor.
Se hizo un experimento en una ocasión; le dijeron a un profesor que le darían los mejores estudiantes de la universidad; el único requisito era que no hiciera aseveración alguna de que ellos eran los mejores. Cuando entra al salón, lo que piensa es que todos los que estaban allí eran brillantes. Lo interesante es que todos aquellos estudiantes eran promedio, estudiantes regulares. Al terminar el semestre, todos habían avanzado por encima de la curva normal. Y lo único que pasó fue que el maestro, en su mente, los veía de una manera diferente. No es la clase la que hace a un mejor maestro, sino que es la expectativa que lleva el maestro la que cambia el desempeño de todo el mundo. El profesor no puso presión sobre el desempeño, sino que cambió la manera en que miraba a aquellos estudiantes. Por lo tanto, tú no puedes ser la consecuencia de todo lo que el mundo te dice, pero todo el mundo va a ser consecuencia de todo lo que tú crees que el mundo es, y de todo lo que tú crees que tú eres.
Lo que te hace dar lo mejor de ti no es lo que otros piensen de ti, sino lo que tú pienses de otros; porque no es la audiencia la que te afecta a ti, sino que eres tú quien afecta al colectivo. Tú no puedes ser el resultado de lo que todo el mundo piensa. Tu expectativa ante la vida, cómo tú hablas y actúas, es lo que hará que se conecte la gente correcta, que atraigas la gente correcta a tu vida, que muevas a la gente a tu alrededor. Si tú piensas que tu hijo tiene problemas de aprendizaje, como tal lo vas a tratar; si no, lo vas a tratar diferente. Hay padres con hijos con limitaciones físicas, por ejemplo, pero que no los tratan diferente; y estos niños caminan, corren, nadan, se desenvuelven, porque la limitación está en la mente, en cómo tú los ves y los tratas. No los veas como el mundo los ve, sino como Dios ha dicho, para que el mundo tenga que verles diferente.