“ Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;” Efesios 3:14-16
Pablo decía: Yo oro para que, por el Espíritu, ustedes sean fortalecidos con poder en el hombre interior. A mucha gente no lo gustaría que Pablo o Jesús hubiesen orado por ellos. Tú quieres que el problema se vaya, pero oran por ti por fortaleza para que tú permanezcas en medio del problema. Cristo oró por Pedro para que su fe no faltara cuando el enemigo le zarandeara. Él no oró para que el enemigo no lo zarandeara, sino para que Pedro tuviera fuerza para permanecer cuando viniera la tentación. Hay cosas en tu vida que tú no puedes orarte fuera de ellas; tienes que pasar por ellas, y lo que tienes es que orar para soportarlas. En Hebreos 11, se nos dice que Enoc, por la fe, no vio muerte; pero la misma fe que hizo esto, fue la que hizo que Noé sobreviviera el diluvio. A veces, la fe te ayuda a escapar; a veces, a sobrevivir. Pablo ora para que la iglesia pueda soportar y vivir los momentos que tiene que vivir. Y hay situaciones en tu vida que lo que te queda es orar para ser fortalecido en tu hombre interior hasta que se complete el milagro.
Para comprender este principio, es necesario recordar que el ser humano es trino; somos espíritu, tenemos un alma y vivimos en un cuerpo. Tú no eres tu cuerpo, sino tu espíritu.
Cuando Adán peca, en el huerto había 4 figuras importantes, 3 de ellas protagonistas. La mujer vino después; Dios trata con el hombre, pero Dios no puede satisfacer una necesidad que el hombre tiene, así que le regla a la mujer para que se haga su complemento. Pero el acuerdo original Dios lo hace entre Adán y Él; por eso, cuando Eva come del árbol, nada ocurre, todo se queda igual; porque la instrucción Dios se la dio a Adán. Adán tenía que decirle a Eva que no comiera del árbol; el problema fue que la serpiente le habló a Eva, y Adán no estaba cerca para hablarle. Si tú dejas que la serpiente le hable a tu mente, y no está tu espíritu para que le hable a tu mente, entonces la serpiente te convence. Dios, Adán y la serpiente eran las 3 personas principales en el huerto.
Cuando Adán come y rompe el pacto, todo cambia. Desde ese momento, hay 3 leyes que funcionan en tu vida; en tu cuerpo mora la ley del pecado y de la muerte; en tu mente impera la consciencia del bien y del mal; y en tu espíritu está la ley del Espíritu de vida en Cristo. Por eso es que tu mente tiene que ser renovada; y tu espíritu, vivificado. Porque, cuando un hombre no ha recibido a Cristo como su Salvador, las 2 cosas que imperan en su vida son el pecado y la consciencia del bien y del mal, que están íntimamente ligadas por la condición pecaminosa; por lo tanto, el hombre piensa que pecar es correcto, le agrada el pecar, busca pecar, justifica el pecado y lo hace como si fuera bueno; en su mente sabe que es malo, y necesita justificarlo, buscar la manera de no sentirse culpable; esa es la ley de la consciencia del bien y del mal, y del pecado que está en el cuerpo.
Cuando aceptas a Cristo como tu Salvador, tu espíritu se vivifica, y ahora dentro de ti está la ley del Espíritu de vida; es cuando realmente tú puedes decir que estás vivo. Nunca podrás sacar el máximo de tu cuerpo, si no lo sometes; y nunca podrás sacar lo máximo de tu mente, si no la transformas. Y la única forma de hacer ambas, es a través del Espíritu. Desde que el hombre peca, en el cuerpo está el pecado; en tu mente, está la consciencia del bien y del mal; cuando no tienes a Cristo como tu Salvador, vives atado al pecado por la consciencia del bien y del mal. Tan pronto aceptas a Cristo como tu Salvador, ahora el Espíritu que está dentro de ti tiene que someter el cuerpo y transformar la mente para poder vivir tu vida al máximo. No hay otra forma de vencer al cuerpo, que no sea sometiéndolo; tu mente, no hay forma de someterla, hay que transformarla. Tu mente produce pensamientos de todas partes; la única manera de tú tomar autoridad es ir transformando tu mente a través del Espíritu, y esto se logra únicamente fortaleciendo el hombre interior.
“ Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:16-18
En el plano espiritual, Pablo habla de la batalla que ente el interior y el exterior. Hagas lo que hagas, el exterior siempre se va desgastando. Pero, mientras, el interior debe ser fortalecido.
Tú no eres más joven que antes, pero el tiempo y la experiencia fortalecen el hombre interior; lo que antes te desesperaba, hoy ya tu sabes que no acaba contigo.
“ En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Efesios 4:22-24
En este texto, Pablo habla de la batalla entre el hombre nuevo y el viejo. El viejo hombre es el que está dominado por la ley del pecado que está en tu cuerpo, y por la consciencia del bien y del mal que está en tu mente. El nuevo hombre es el que está dominado por la ley del Espíritu. Y tú tienes que, cada vez más, despojarte del viejo hombre. Es un proceso. Hay quien dice que cuando sea mejor persona, entonces le va a entregar su vida al Señor, pero todos estamos tratando cada día de dejar el viejo hombre. Y la única manera de hacerlo es a través de la fortaleza que viene por el Espíritu que hay en tu interior.