El año ya está muy viejo, y he aquí una promesa para nuestros amigos ancianos; sí, y también para todos nosotros, cuando la ancianidad se apodere de nosotros. Si vivimos lo suficiente, todos tendremos cabellos grises; por tanto, muy bien podemos disfrutar de esta promesa con la visión anticipada de la fe.
Cuando nos volvamos viejos, nuestro Dios todavía será el YO SOY, y permanecerá por siempre siendo el mismo. Los cabellos blancos hablan de nuestro deterioro, pero Él no experimenta deterioro. Cuando no podamos llevar ningún peso, y a duras penas podamos sostenernos, el Señor cargará con nosotros. De la misma manera que en nuestros años mozos Él nos cargó como ovejas en Su pecho, lo mismo hará en nuestros años de debilidad.
Él nos hizo, y Él nos cuidará. Cuando nos convirtamos en una carga para nuestros amigos, y en un peso para nosotros mismos, el Señor no nos arrojará con una sacudida, sino más bien nos alzará y nos cargará y nos librará más plenamente que nunca. En muchos casos el Señor otorga a Sus siervos un atardecer prolongado y tranquilo. Ellos trabajaron arduamente durante todo el día y se desgastaron en el servicio de su Señor, y por eso les dijo: «Ahora reposen en anticipación de aquel Día de Reposo eterno que he preparado para ustedes.» No hemos de temer a la vejez. Hemos de envejecer graciosamente, puesto que el propio Señor está con nosotros en la plenitud de la gracia.