El enemigo está forjando armas para destruir a los santos, pero todas ellas tendrán inscrita la palabra «no prosperará». Además, hay una contienda de lenguas que causa daño y sufrimiento, pero el Señor promete que al final, las falsedades y calumnias serán tornadas para honra de los hombres buenos que las sufrieron.
Hay un gran martilleo en las fraguas y en las forjas del enemigo. Están fabricando armas con las cuales aniquilar a los santos. Ellos no podrían ni siquiera hacer eso si el Señor no se los permitiera; pues Él ha creado al forjador que sopla los carbones en el fuego.
¡Pero vean cuán diligentemente laboran! ¡Cuántas espadas y lanzas moldean! No importa, pues en la hoja de cada arma se puede leer esta inscripción: no prosperará.
Pero ahora escuchen otro ruido: se trata de la contienda de las lenguas. Las lenguas son instrumentos más terribles que los que pueden forjarse con martillos y yunques, y el mal que infligen corta más profundamente y tiene un mayor alcance. ¿Qué será de nosotros ahora? La calumnia, la falsedad, la insinuación, el ridículo: estos constituyen flechas envenenadas; ¿cómo podremos enfrentarlos? El Señor Dios nos promete que, si no podemos silenciar las lenguas, por lo menos escaparemos de ser arruinados por ellas. Nos condenan por el momento, pero nosotros las condenaremos al fin, y para siempre. La boca de quienes hablan será acallada, y sus falsedades serán tornadas para honra de esos hombres buenos que sufrieron por causa de ellas.