Una actitud de gracia y misericordia para con el caído debe ser parte esencial del equipaje espiritual de todo creyente. Cuando un hermano cae, debemos inmediatamente reflexionar sobre nuestra propia experiencia y condición, y esforzarnos por ayudar a restaurarlo y dejarlo más fuerte y en mejor condición espiritual que antes de caer.
Ese es el entendimiento que está detrás de las palabras del apóstol Pablo en Gálatas 6:1: 1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
En este versículo, la palabra “restauradle” viene del verbo griego katartizo, el cual entre otras cosas se refería a la reparación de redes o la restauración de un hueso quebrado. La idea en ambos casos es reparar algo que está dañado y dejarlo en perfecta condición, como si nada hubiera sucedido. Lo que Pablo está diciendo es que en vez de condenar al creyente cuando cae o comete un error, lo primero que debemos hacer es recordar deliberadamente nuestra propia condición imperfecta, e inmediatamente tratar de ayudar al hermano caído a restaurarse y seguir su jornada hacia la santidad con más fuerza y entusiasmo que antes de caer. Ese proceso de restauración podrá en ocasiones involucrar algún tipo de disciplina, pero siempre tendrá que infundir esperanza, y estar penetrado por un profundo sentido de gracia y misericordia hacia el caído.
El que ha recibido misericordia de parte de Dios, debe dar misericordia a los demás. Debemos siempre recordar cuán difícil ha sido para nosotros el camino hacia la santidad, a fin de estar dispuestos a extenderle compasión y asistencia al caído. Para el que reconoce su verdadera condición ante Dios, siempre le resultará más fácil restaurar que condenar.