Argentina, en el siglo XIX, era una amplia extensión territorial con regiones desconectadas entre sí y que sufría de manera constante los malones (ataques de indios para robar ganado y saquear). La población sólo se dividía en dos sectores: los ricos, que eran los dueños de la tierra y lo acaparadores de los mejores puestos, y los pobres, que recogían los restrojos que dejaban los primeros y se tenían que someter a los caprichos de estos privilegiados.
Uno de estos marginados era Martín Fierro. Martín Fierro, nuestro protagonista, era un criollo desprovisto de riquezas o apellidos. Tras varios tumbos en su vida, se enlista en el ejército, para perseguir a un caudillo rebelde. Y empieza a resentir el maltrato de sus jefes y a admirar el valor de ese guerrillero loco, que sin mucha tropa ni dinero, aguantaba los embates del ejército, y un día, él y un compañero, cansados de todos, se van a las Pampas a vivir entre la indiada.
El tiempo fue haciendo que esa decisión, que en su momento fue una liberación, se convirtiese en una especie de prisión y que añorase su anterior vida. Su compañero muere y decide retornar a su realidad, volviendo a la civilización, viejo, sólo, pero más sabio.
Primero debemos acotar que el autor, José Hernández, pasó por parte de estos hechos y se inspira en hechos reales, que fue, sobre todo la rebelión de José (Chacho) Peñaloza, quien tomó y saqueó provincias del interior en los 1850. El Chacho era un soldado raso que decide rebelarse ante las injusticias que sufre y que ve que sufren sus familiares y amigos.
Martín Fierro retrata, en poesía criolla argentina, la lucha del día a día, y lentamente, explica cómo decisiones que parecen buenas en el momento, terminan siendo errores fatales.
Parece sorprendente pensar que a casi doscientos años de la hechura del Martín Fierro, las sociedades latinoamericanas no han sido capaces de brindar otra realidad que o ser rico o ser pobres. La clase media ha ido desapareciendo y sumergiéndose a pasos agigantados en la pobreza. Y eso provoca ese descontento que generan los males que nos aquejan: delincuencia, marginalidad, pobreza, enfermedad.
Por eso, invito que lean este libro. No me extrañaría, como me pasó a mi, que se identifiquen con el personaje principal y con la soledad infinita del paisaje, ya que muchas veces, uno se siente incomprendido por todo y todos, pero al final, uno siempre vuelve a camino.