Todos conocemos y nos gustan las historias de personas que, según el mundo, no tenían ninguna oportunidad de progresar en la vida, y de repente llegan a tener grandes oportunidades, se vuelven personas reconocidas, alcanzan grandes posiciones. Pero no es fácil sacar a alguien de circunstancias difíciles y ponerlo en una posición de poder, de abundancia, sin que desarrolle las habilidades correctas para no tan solo llegar hasta allí, sino permanecer en ese lugar.
En la Biblia, vemos la historia de David. Menospreciado por sus hermanos, por su padre, olvidado por muchos, recordado por Dios. Dios lo saca de detrás de las ovejas.
“70 Eligió a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de sus manos.” Salmos 78:70-72
David es el prototipo de una persona olvidada por el mundo, por su familia, que Dios lo prospera, lo levanta, lo hace rey de Israel, pero claramente dice la Biblia que él tenía pericia en sus manos, era hábil. Todo líder necesita desarrollar esas habilidades que le permitan cumplir con el llamado de Dios para sus vidas.
Se han realizado estudios que reflejan las tendencias acerca de los mayores retos que enfrenta la iglesia en la actualidad. Entre estos, se encuentran los cambios en la fuerza laboral. Reclutamos personas que tengan el corazón para Dios, pero también tenemos que requerir la pericia para cumplir el propósito de Dios en el ministerio.
Otras tendencias, por ejemplo, son los cambios en los patrones de asistencia y en la manera en que la gente se conecta a la iglesia. Ahora muchos transmiten sus servicios a través del Internet, y miles se conectan a la transmisión, pero la pregunta es con cuántos de esos miles realmente nos hemos conectado. No es lo mismo cuando logramos discipular a alguien realmente.
Otro reto que enfrenta no tan solo la iglesia, sino la sociedad en general, es la desigualdad financiera. La iglesia debe ser un lugar donde tanto ricos como pobres se sientan cómodos. El pobre debe sentirse retado a progresar; el rico no puede menospreciar al pobre. Y no todo el mundo tiene la sabiduría de trabajar dentro de la iglesia con todos esos sectores. Sin embargo, una de las áreas donde se refleja la salud de una iglesia es en su diversidad, por lo que hay que trabajarla.