Este mundo ha ido mutando. Ha cambiado para peor, ya que el ser humano se ha llenado de falsos ídolos producto de dos cosas, su vacío existencial y su falta de fe en todo y todos. El hombre teme al hombre y lo odia, por ello resulta tan difícil ser solidarios.
La solidaridad obliga, en todo momento, que uno acompañe al otro, pues no sólo es físico, sino una entrega emocional y de tiempo, pero eso conlleva suprimir el egoísmo y cualquier sentimiento negativo que te cause el otro.
La principal deidad de estos tiempos convulsos es el dinero. El dinero per se no es malo. Ayuda a resolver miles de problemas, pero deviene en un cáncer cuando se le coloca como centro de la vida de las personas. Los envilece, los llena de ansiedad por querer tener más y los aterroriza ante el escenario de ser pobres, ya que socialmente se discriminan a los que menos tienen, negándole el acceso a empleos y servicios básicos.
Esta deidad va de la mano con el egoísmo. Usted es importante en cuanto es parte del plan de Dios y se entregue a Él. Pero si cree que su vida debe girar en torno a usted y que lo único que vale es usted, está muy equivocado, ya que por este camino termina con un vacío existencial terrible que puede conducirlo a la depresión y al suicidio.
Por estas y otras deidades, el hombre construye sociedades donde legalmente todos somos iguales, pero en la realidad eso deviene en utopía, ya que un 5% de los habitantes del mundo tiene acceso al 95% de todos los recursos, mientras que el resto del mundo, ese abrumador 95% debe subsistir con ese 5% que queda, quedando excluido de todo.
Pero hay posibilidades de cambio. Muchos se han arrepentido y han buscado su salvación ante el manto benefactor y misericordioso de la Iglesia, buscando seguir a Cristo. Y tratan de ser sal de la tierra y luz del mundo, llevando de a poco un cambio de conciencia, buscando la verdadera dignidad del hombre, que es el entregarse a los demás por medio del servicio desinteresado y el amor a nuestros prójimos.
Mucho nos cuesta entender esto, pero recordemos que el prójimo es el que está más próximo y puede ser aquel con quien menos nos llevemos o aguantemos, pero debemos ayudarle o al menos no obstruirle en su propio caminar. Y otra cosa a recordar es que la fe es importante, pero sin obras es vacuo, y estamos obligados a asistir a nuestros compañeros más desafortunados y ayudarlos a mejorar sus condiciones de vida.