“Entonces David tomó consejo con los capitanes de millares y de centenas, y con todos los jefes. 2 Y dijo David a toda la asamblea de Israel: Si os parece bien y si es la voluntad de Jehová nuestro Dios, enviaremos a todas partes por nuestros hermanos que han quedado en todas las tierras de Israel, y por los sacerdotes y levitas que están con ellos en sus ciudades y ejidos, para que se reúnan con nosotros;” 1 Crónicas 13:1-2
David dice: Vamos a llamar a todos los que están en otras ciudades, los que han sido dispersados; que regresen y vengan a la casa de Dios, que será el centro de adoración. Y añade: Y traigamos el arca de nuestro Dios a nosotros, porque desde el tiempo de Saúl no hemos hecho caso de ella.” (1 Crónicas 13:3)
La pregunta para ti hoy es: ¿A qué cosas en tu relación con Dios hace tiempo que tú no les haces caso?
Cuando uno viaja a Israel, nota ciertos distintivos. Entre estos, las figuras que realmente el pueblo de Israel celebra. Unos son celebrados con honor, otros por razones de turismo. Ellos no creen en Jesús, pero viven de él. Muchos vamos a caminar por los lugares que él caminó. Ellos no creen en él como el Mesías, pero viven de él; su economía se mueve por eso. Así que hay puntos que nosotros valoramos, pero para ellos son puntos turísticos. Pero eso no pasa con David. El pueblo de Israel celebra al rey David como a ningún otro personaje. Cuando hablas con un judío, te das cuenta de la prominencia de David en la historia del pueblo. Esto pudiera ser por varias razones. David fue el rey que llevó a la nación a no tener ningún enemigo. David conquistó todo el mundo conocido en aquel tiempo. Salomón no tuvo enemigos, reinó en paz, pero una paz diferente porque David reinó en guerra y la manera que lo hizo fue conquistando, mostrando valentía y mostrando el poder de Dios. Salomón hizo alianzas.
Así que, David llegó a esa prominencia en Israel, por las batallas que tuvo. La gente decía: Saúl mató a mil, David mató diez mil. David era el héroe del pueblo de Israel. Podemos atribuirle su fama a sus batallas, pero también puede haber otras razones. Él escribió grandes cánticos, que tres mil años después todavía se siguen cantando. Sus cánticos, sus salmos trascendieron.
Pero la realidad es que David nunca fue celebrado por ninguna de esas cosas. Nadie trasciende tanto tiempo en la historia por logros personales, pero sí trasciende en la historia, si Dios quiere que sea recordado. Los héroes que admira la sociedad, desaparecen rápidamente. Los más reconocidos hoy, son contemporáneos; estos serán olvidados. No son los logros de una persona lo que le hacen perpetuarse en la historia, porque hay nombres que Dios hace desaparecer de la historia de la humanidad, pero hay otros que Él se asegura que el mundo sepa de ellos. No sabemos el nombre de la ramera que estuvo a los pies de Cristo, pero Jesús dijo que de ella se tendría que predicar dondequiera que se hablara del Evangelio. Y cuando hablamos del Evangelio, tenemos que hablar de una prostituta que no sabemos su nombre pero no nos queda remedio que predicar de ella porque Jesús dijo que teníamos que recordarla.
En Génesis, la primera pelea de la historia y que termina en un asesinato es por los resultados de una ofrenda. Dos hombres llevan una ofrenda, y Dios se agrada de uno, y al otro le dice: No hiciste lo que tenías que hacer. Dios no dijo que la ofrenda de Abel fue mejor porque Dios nunca compara tu ofrenda, tu adoración con la de otro. Dios compara tu adoración con tu vida, y dice: ¿Eso es lo mejor que tú me puedes dar? Las comparaciones las hacemos nosotros. Dios lo que dijo fue: Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Dios no lo criticó por la ofrenda que dio, sino por la forma en que la llevó; si lo hacía bien, tenía los resultados a los que aspiraba. Lo que pasa es que hay gente en la vida que pretende tener los resultados de aquellos que están dispuestos a dar el máximo, pero ellos dando la mitad. Pero la Biblia dice de Abel, que su sangre hablaría todavía hoy. Con todo esto, ya tú deberías saber qué es lo que hace que tú te perpetúes en la historia. No son tus logros, tus éxitos, sino tu reconocimiento a la presencia de Dios y tu manera de adorarle y celebrarlo.