Nuestra relación con Dios tiene que cambiar. Mucha gente le sirve a Dios por lo que pueden obtener de él, pero tu relación con Dios debe basarse, no en lo que tú puedas sacar de él, sino en lo que él pueda sacar de ti.
Cuando no cambiamos esa conciencia, vivimos en una dependencia errónea de Dios, que se convierte en frustración. Por eso hay quienes se rinden en su relación con Dios, porque piensan que ellos no le están sacando nada a Dios, cuando realmente, lo que Dios puede sacar de ti es diez veces más grande de lo que tú puedes sacar de él. Cuando entiendes esto, tu relación con Dios cambia por completo.
Este proceso no es de un día para otro, sino que es una relación permanente con Dios, donde le permites limpiar tu vida, quitar de tu vida lo que tenga que quitar, sacar lo que tenga que sacar.
Entiende que, eso que Dios está haciendo, va a hacer que tu vida produzca mucho fruto. Quizás no sabes por qué algunos se fueron, por qué se cerró alguna puerta, por qué Dios sacó algo de tu vida, pero ten tal confianza en él, que sepas que eso va a producir algo más grande.
Los primeros discípulos de Cristo no le siguieron porque tuvieran necesidad. Las masas le siguieron por necesidad, por los milagros, por los panes y los peces. Los discípulos le siguieron porque aceptaron el reto de que él sacara algo más grande de ellos, que ellos nunca antes habían visto. La oferta de Cristo a Pedro fue: Sígueme, y te voy a hacer pescador de hombres. No es que esté mal necesitar un milagro; al contrario, vamos donde Dios porque necesitamos de él. El problema está en que, si no cambiamos esta mentalidad, entonces, cuando ya no necesitamos el milagro, no permanecemos en Dios. Y, si te quedas en la mentalidad del milagro, estarás perdiendo de vista todo lo que él puede sacar de ti.
Lo más grande que puedes sacar de Dios no es un milagro, sino que lo que él puede sacar de ti es lo más grande que tú jamás hayas pensado. Cuando entiendes esto, aceptas el proceso de limpieza y te mantienes en él, permites que tu vida sea limpiada, permitiéndole a Dios que limpie tu vida, porque sabes que él puede sacar algo de ti.
Si bien es cierto que Jesús encontró a Pedro con las barcas vacías, también es cierto que Pedro era un pescador experimentado; él sabía que estaba teniendo un mal día de pesca, pero que, al otro día, pescaría. Es frustrante cuando quieres pescar y no hay peces, cuando intentas y no logras nada; pero Pedro no siguió al Maestro por eso. De haber sido por eso, no hubiera dejado la barca llena, como la dejó. Hubiera sido más fácil dejar la barca cuando estaba vacía. Dejar la barca vacía por una promesa de un futuro es más fácil que dejar una barca llena, pero Pedro dejó la barca llena porque pudo ver que Dios sacaría de él algo que él nunca iba a poder sacar de sí mismo.
La razón para tú limpiar tu vida, para permanecer, a pesar de los malos días, es porque quieres lograr ver todo lo que Dios va a sacar de ti, que todavía él no ha sacado.
Quizás la necesidad te acercó a Dios, pero un día tu relación tiene que cambiar, y ahora se trata de qué él puede sacar de ti, qué puede hacer contigo que, por ti solo, no podrías hacer; se trata de cuál es ese potencial encerrado en tu vida, que solo Dios puede sacar.
El joven rico fue de los pocos que recibió una invitación directa de Jesucristo a seguirle, pero, como sabemos, no le siguió. La Biblia dice que aquel hombre era joven, rico y principal de la sinagoga. No fue solo el dinero lo que le hizo abstenerse de seguirle, sino también el hecho de que era joven y principal de la sinagoga. Él tendría que haber invertido su juventud, y renunciado a su título. Pero lo más triste de esta historia, no es saber a lo que él volvió, a lo que él regresó, sino nunca descubrir lo que él pudo ser. Nunca sabremos cuántos libros de la Biblia él pudo haber escrito, cuántas iglesias pudo haber fundado, a cuánta gente se pudo haber ganado para el Señor, cuántas cosas pudo haber alcanzado, si él hubiera atravesado el proceso en su vida, dejando que Dios lo limpiara, para que diera más fruto.
Triste es haber estado cerca de Cristo, y volver a lo que ya tú conoces, y nunca conocer lo que él pudo haber hecho contigo.
Tu relación con Dios tiene que cambiar. No se trata de lo que tú puedas sacarle a él, sino de lo que él pueda sacar de ti. Este proceso de limpieza, de podarte, no es fácil, no es sencillo, pero tienes que tener la confianza de que esto lo que va a provocar es que tú produzcas más fruto, y conozcas la grandeza de lo que Dios ha depositado en tu vida.
Pastor Otoniel Font