Es sorprendente la gran cantidad de personas que siente el llamado de Cristo en sus vidas y no logra dar el paso definitivo porque se siente indigno de ser llamado su hijo o hija; porque cree, erróneamente, que para llegar a Cristo hay que ser limpio y bueno. Eso no es así. El Señor vino a la tierra a buscar a los enfermos, no a la gente sana; el vino a llamar a los pecadores, no a los justos Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. (Marcos 2:17); vino a dar libertad a los oprimidos y luz a los que caminan en tinieblas Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12).
No tienes que esperar hasta que puedas dejar de tomar alcohol por ti mismo para escuchar el llamado que Cristo te hace, tampoco tienes que esperar hasta que no sientas deseos de usar drogas para venir a Cristo. Si tienes cualquier tipo de vicio, entonces, es a ti a quien más se dirige el mensaje de las buenas nuevas, porque para ti hay liberación. Si tienes problemas de alcoholismo, drogas, apuestas o cualquier otro vicio que no te deja vivir en paz, te recomiendo la mejor de todas las soluciones, el remedio infalible… Acepta a Cristo en tu corazón y permítele que cure todas tus heridas y elimine tus debilidades.
Para aceptar a Cristo en tu corazón no se necesitan grandes cambios ni sacrificios. Lo único que tienes que hacer es creer en él “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16), confesar que estás dispuesto a permitir que él entre en tu vida, que te confiesas pecador y que reconoces que él es el Salvador del mundo, que murió por ti en la cruz. Eso es todo. Hay más regocijo en el cielo cuando un pecador se arrepiente que por 99 justos que trabajan en la obra del Señor “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. Parábola de la moneda perdida ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15:1-10).
Quiero que hoy haya una celebración celestial por ti. Acepta a Cristo en tu corazón y permíteme celebrar esa fiesta contigo. Cristo te ama. No lo dudes.