
No nos gusta admitir que tenemos miedo. Nadie quiere ser considerado cobarde. Admitir el temor o la ansiedad se siente como reconocer una debilidad, y constantemente nos enfrentamos al poderoso mensaje de que las debilidades deben camuflarse y compensarse. La cultura que nos rodea nos insta a ser autosuficientes, confiados en nosotros mismos e independientes.
Incluso en la iglesia, podemos ser reacios a compartir aquello que podría hacernos parecer débiles en la fe o, de alguna manera, menos espirituales de lo que esperamos que otros piensen de nosotros. Tal vez solo confiemos en consejeros o terapeutas porque resulta más seguro ser vulnerables con alguien que no nos conoce y está obligado a mantener la confidencialidad.
La ayuda profesional puede ser buena e incluso necesaria. Sin embargo, si compartimos nuestros temores y ansiedades únicamente en la sala de terapia, nos perdemos de muchas bendiciones y estímulos que Dios desea que recibamos en comunidad con otros creyentes.
Sin vergüenza al compartir
Durante diez años, mi cónyuge y yo hemos vivido en el Sudeste Asiático, donde nuestros valores culturales arraigados de independencia e individualidad han sido constantemente desafiados por valores de interdependencia y conformidad. Vivir en una cultura comunal oriental ha influido profundamente en la forma en que leo la Biblia. Me he dado cuenta de cuántas exhortaciones bíblicas están dirigidas a los cristianos, no de manera individual, sino como comunidad.
Eclesiastés 4:9-10 declara directamente los beneficios de la comunidad:
Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor pago por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
Además, encontramos exhortaciones comunitarias relacionadas específicamente con el temor. En la Biblia, luchar con el miedo y la ansiedad no es motivo de vergüenza; se da por sentado. Es una experiencia humana compartida que Jesús anticipó entre Sus discípulos. Con amor, los animó como grupo, diciendo, «No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino» (Lc 12:32). Y hablaba en plural cuando dijo: «No se turbe su corazón ni tenga miedo» (Jn 14:27).
Pablo escribió a Timoteo que «Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Ti 1:7, énfasis añadido). El autor de Hebreos explica que «nosotros» somos quienes «decimos confiadamente»: «El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre?» (He 13:6). Nosotros, la familia de creyentes, nos exhortamos unos a otros a esta fe confiada. Si tu lucha con el temor y la ansiedad se ha vuelto demasiado pesada para llevarla solo, es momento de exponerla a la fortaleza plena de tu comunidad cristiana.
Comparte la lucha
Entonces, ¿cómo nos ayuda la comunidad cristiana cuando luchamos? Proverbios 12:25 explica: «La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, / Pero la buena palabra lo alegra». No podemos recibir «la buena palabra» de otro que alivie la carga de la ansiedad a menos que primero compartamos nuestra lucha. Necesitamos compartir nuestros temores y ansiedades para enfrentarlos juntos. Al compartir nuestras cargas y animarnos unos a otros con la Palabra vivificadora de Dios, la carga de llevarlas solos se aligera.
El apóstol Santiago también señala la ayuda que recibimos de otros creyentes cuando nos exhorta: «Confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Stg 5:16). El avance espiritual sucede cuando una lucha contra el pecado se trae a la comunidad, porque nuestra intercesión mutua es poderosa y eficaz. El temor y la ansiedad no son necesariamente pecaminosos, pero podemos asumir razonablemente que la oración es igualmente efectiva. Cuando compartimos nuestras luchas en comunidad, tenemos acceso a la fuerza colectiva de las oraciones de nuestros hermanos en la fe.
Comparte el ánimo
Admitir nuestros temores no es solo para nuestro beneficio. A medida que Dios nos ayuda y nuestra fe y valentía crecen, también lo hacen las de los demás. ¿Por qué el relato de David sobre su experiencia al caminar por el valle más oscuro sin temer mal alguno, en el Salmo 23, está incluido en una antología de cantos de adoración comunitaria? Porque todos nos beneficiamos de su testimonio, el cual anima a toda la comunidad de fe.
Como escribe David Gibson en The Lord of Psalm 23 [El Señor del Salmo 23]: «Lo que Dios ya ha hecho por Su pueblo… me muestra que hay más que suficientes razones para creer que Él puede hacer lo mismo por mí: Dios tiene un historial en el que puedo confiar porque ya lo ha hecho por mi familia en la fe». Esta es también la razón por la que seguimos contando historias de mártires, misioneros y héroes de la fe de tiempos pasados.
Necesitamos a toda la comunidad de creyentes, vivos y muertos, dando testimonio de la fidelidad de Dios en medio de nuestras luchas. Cuando compartimos nuestras luchas en la comunidad cristiana, no solo encontramos ánimo para nosotros mismos, sino que también somos un estímulo para otros.
Así que no escondas ni entierres tu miedo y ansiedad. No los reserves exclusivamente para la oficina del consejero. Aunque la ayuda profesional puede ser valiosa, no es un sustituto de la fortaleza colectiva y el ánimo que encontramos en la comunidad de creyentes. Espera que Dios obre en medio de tus luchas con el miedo y la ansiedad. Espera que Dios obre a través de Su pueblo mientras compartes tus luchas en comunidad.