Contrario a este señor que la parábola de los siervos inútiles describe, Dios no nos trata como si no mereciéramos nada, no valiéramos nada. Dios nos considera, Dios nos ayuda a vivir una vida bendecida.
Por ejemplo en uno de los pasajes de la Escritura, cuando los discípulos son enviados a predicar el Evangelio y regresan después de su jornada evangelística, cuando regresan al Señor Jesucristo el Señor les dice: Vámonos a un lugar aparte a descansar. En otras palabras el Señor sabía que esta gente había estado trabajando duramente, arduamente en la tarea que Él les había encomendado de ir a las aldeas y predicar el Evangelio, y cuando regresan Él está consciente de que, como que necesitan unas vacaciones y por eso les dice: Vámonos ahora a un lugar desierto a descansar un poco. Muy diferente a lo que esta parábola señala de un dueño, un señor muy desconsiderado de las necesidades de descanso de su siervo.
Dios nos ama, Dios nos trata como hijos, Dios nos trata como gente que merece Su consideración, Dios nos bendice constantemente, nos recompensa, comparte con nosotros, busca compañía, busca intimidad con nosotros, se agrada cuando nosotros nos acercamos a Él para alabarlo, adorarlo, expresarle nuestras necesidades. Dios nos invita a abrirnos delante de Él, y en una parte el Señor Jesucristo dice que: «Ya no os trataré como siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor» sino que nos tratará como amigos.
Déjeme leerle el pasaje específico que se encuentra en Juan capítulo 15 en el versículo 15, donde el Señor les dice a los discípulos: «Ya no os llamaré siervos porque el siervo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.»
Entonces vemos aquí que el Señor no nos trata con esa actitud, pero el trasfondo de nuestra relación con Dios debe ser eso, nuestro entendimiento como subconsciente debe ser: pero no, aunque Dios me trate de una forma diferente en realidad lo que yo soy es esta persona que, en última instancia, no tiene derechos judicialmente, ontológicamente, en lo que yo soy en verdad yo no tengo derecho a pedirle nada a Dios. Pero gloria al Señor, gracias a Él que Él me trata mas bien con consideración, amistad, cariño paternal.
Y eso es lo maravilloso de esta parábola, es que nos enseña las dos cosas. Por una parte nos dice obviamente: ustedes no merecen nada, tienen que estar totalmente entregados a la Voluntad de Dios, tienen que vivir una vida de total rendimiento como que son esclavos, pero también nos recuerda, implícitamente, que en realidad Dios nos ha adoptado como hijos. Nos trata no como esclavos sino como miembros de Su familia, hemos sido adoptados, hemos sido injertados en el árbol de la familia de Dios.
Y quiero ahora, ya que les di la herida quiero también poner la sanidad y ungir esa herida con un poquito de aceite. Lo maravilloso es que Dios nos trata como amigos, como hijos a pesar de que no tiene que hacerlo. A pesar de que lo que verdaderamente somos esclavos, indignos de nada bueno, Dios nos llama Sus hijos, y Jesús nos llama Sus amigos. Ahora en nuestra relación verdadera en la gracia, todo es generosidad y bondad de parte de Dios, no porque lo merezcamos, sino porque Dios es un Dios misericordioso y amante.
Esta imagen opresiva y sombría que Jesús pinta a través de esta parábola nos recuerda que así son las cosas judicialmente en el Reino de Dios, y que si Dios quisiera tratarnos así muy bien podría. Pero luego nos invita a recordar que tenemos que darle gracias a Dios porque Él nos trata de una manera muy diferente, que por medio de Su Gracia podemos aspirar a buenas cosas, podemos acercarnos, dice por ejemplo el pasaje que nos acerquemos confiadamente al Trono de la Gracia para recibir oportuno socorro.
¿Qué imagen más linda, no? nos acercamos al Trono de Dios no como ante un juez demandante y exigente, y uraño sino ante un Trono de Gracia, de amor, de misericordia, de generosidad y tenemos que venir ante ese trono dice confiadamente, por medio de un camino ancho y generoso que es el camino que Cristo ha abierto para nosotros a través de Su muerte en la cruz.
Otro pasaje que me gusta cuando me dicto también esa dimensión benévola de la forma en que Dios nos trata, aunque no tiene que tratarnos así, es ese pasaje de Romanos 8 que dice que: «El que dió también a Su Hijo en la cruz, ¿cómo no nos dará también juntamente con Él todas las demás cosas?» ¿no? Esa idea de que, si Dios ya hizo lo máximo que era entregar a Su Hijo ¿cómo no nos dará también las cosas pequeñas que le pedimos de la vida cotidiana?
Pienso también en el pasaje de Efesios en los capítulos 1 y el capítulo 2, por ejemplo en el capítulo 2 de Efesios vemos que el Señor Jesucristo nos dice a través del apóstol Pablo: «Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.» En última instancia Dios tiene todo el derecho de tratarnos como extranjeros, como gente meramente allegada allí que debe quedarse como allí a un lado de la casa atendiendo a la gente. Pero dice: no, no, ahora Dios nos trata ahora como ciudadanos, tenemos ciudadanía, no somos ilegales en el Reino de Dios sino que tenemos todo derecho de disfrutar de todas las bendiciones de un ciudadano y más que eso, somos miembros de la familia de Dios.
El otro pasaje que me gusta mucho se encuentra en Primera de Pedro capítulo 2 versículos del 9 en adelante, escuche también este pasaje tan lindo para nuestro ánimo, nuestra bendición. Dice: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en otro tiempo no érais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios, que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.»
Es como que nosotros en un tiempo no merecíamos nada, éramos reos de la ira de Dios, estábamos apartados de la herencia del pueblo de Dios, pero Dios ahora nos ha metido adentro de Su familia y nos ha hecho linaje escogido, real sacerdocio, una nación santa y apartada por Él para que lo sirvamos y para que disfrutemos de las buenas bendiciones que tiene el Dios para nosotros.
¡Qué contraste más lindo! Por una parte debemos considerarnos siervos inútiles que no tenemos nada que añadir en última instancia al Reino de Dios, pero por otra parte somos miembros de la familia de Dios y Dios nos ha tratado de una manera que no merecíamos y que verdaderamente somos hijos de Dios con todos los derechos de un hijo en la familia celestial.