Debemos considerar por un minuto o dos LAS GRANDES FUENTES de las que ha de manar este suministro: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria.» El predicador puede sentarse ahora, pues no puede concebir esta parte del texto. Las riquezas de Dios en gloria están más allá de todo pensamiento.
Consideren las riquezas de Dios en la naturaleza; ¿quién podría contar sus tesoros? Visiten los bosques; viajen legua tras legua en medio de los árboles que proyectan su amplia sombra, no para el placer de algún hombre sino únicamente para Dios. Contemplen en la ladera de la montaña solitaria y en la extensa llanura las miríadas de flores cuyo perfume es únicamente para Dios. ¡Cuánta riqueza es creada cada primavera y cada verano en las ilimitadas propiedades del grandioso Rey! Observen la vasta cantidad de vida animal y de insectos que atestan la tierra con las riquezas de la sabiduría divina, porque “del Señor es la tierra y su plenitud.” Miren en dirección al mar; piensen en esos bancos de peces, tan incontables que, cuando sólo la periferia de ellos es tocada por nuestros pescadores, encuentran suficiente alimento para suplir a una nación.
Observen, también, los tesoros hundidos del océano, que ninguna mano recoge sino la del Eterno. Si quisieran ver la riqueza del Creador, vuelvan su mirada a las estrellas; adivinen su número, si pueden. La astronomía ha ensanchado nuestra visión, y nos ha conducido a ver este mundo como una mera partícula, comparado con otros mundos innumerables que Dios ha hecho; y nos ha dicho que, probablemente, todas las miríadas de mundos que podemos ver con el telescopio son una mera fracción de los incontables astros que pueblan el espacio infinito. Vastas son las riquezas de Dios en la naturaleza. Se requiere de un Milton para cantar, como cantó él en El Paraíso Perdido, las riquezas del Dios creador.
Las riquezas de Dios en la providencia son igualmente ilimitadas. Él dice a esta criatura: “Vé,” y va, y a otra: “Haz esto,” y lo hace, pues todas las cosas cumplen Su mandato. Piensen en la riqueza de Dios en la gracia. Allí la naturaleza y la providencia se quedan eclipsadas, pues tenemos la fuente de amor eterno, el don de un sacrificio infinito, el derramamiento de la sangre de Su propio amado Hijo, y el pacto de gracia en el que la bendición más pequeña es infinita en valor. ¡Las riquezas de Su gracia! “Dios es rico en misericordia,” rico en paciencia, amor, poder, bondad, rico más allá de toda concepción.
Ahora sus carencias serán suplidas de conformidad a las riquezas de la naturaleza, y a las riquezas de la providencia, y a las riquezas de la gracia; pero esto no es todo; el apóstol elige un estilo más excelso, y escribe “conforme a sus riquezas en gloria.” ¡Ah, nunca hemos visto a Dios en gloria! Ese sería un espectáculo que nuestros ojos no podrían contemplar al presente. Cristo en Su gloria, cuando fue transfigurado en la tierra, era un espectáculo demasiado resplandeciente para ser contemplado incluso por los ojos aleccionados de Pedro, y Santiago y Juan— la oscuridad se desplomó sobre ellos, y eran como hombres que dormían. ¿Saben ustedes, ángeles, lo que es Dios en Su gloria? ¿Acaso no vela Su faz incluso para ustedes, para que, en el excesivo resplandor de Su esencia, no sean consumidos incluso ustedes? ¿Quién entre todas Sus criaturas puede determinar las riquezas de Su gloria, cuando ni aun los cielos son limpios delante de Sus ojos, y nota necedad en Sus ángeles?
“Sus riquezas en gloria.” Quiere decir, no sólo las riquezas de lo que ha hecho, sino las riquezas de lo que podría hacer; pues si Él ha hecho ejércitos de mundos, podría hacer miríadas de tantos mundos más, y no habría sino comenzado. ¿Quién podría calcular las posibilidades del Dios omnipotente? Pero el Señor suplirá todo lo que les hace falta de conformidad a tales gloriosas posibilidades.
Cuando un gran rey da de acuerdo a sus riquezas, entonces no escatima su dádiva de limosnas a los mendigos, sino que da como un rey, según el dicho; y si se trata de un grandioso día festivo, y el rey viste sus ropas reales, su largueza se encuentra en una noble escala. Ahora, cuando Dios está en Su gloria, piensen, si pueden, ¡cuál habrá de ser la largueza que distribuye, cuáles los tesoros que saca para Sus propios seres amados! Ahora, “conforme a sus riquezas en gloria,” Él suplirá todas sus necesidades. Después de eso, ¿se atreven a deprimirse? ¡Oh alma, qué locura es la incredulidad! ¡Cuán flagrante blasfemia es dudar del amor de Dios! Él ha de bendecirnos; y, si somos bendecidos por Él, hemos de ser en verdad bendecidos. Si Él suple nuestras carencias “conforme a sus riquezas en gloria,” serán suplidas a plenitud.
Ahora concluyamos nuestra meditación considerando EL GLORIOSO CANAL por medio del cual estas necesidades habrán de ser suplidas: “Conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
Tú verás todas las carencias de tu alma satisfechas, pero debes acudir a Cristo para todo. “En Cristo Jesús.” Ese es el manantial del que brotan las aguas vivas. Tú no has de ver suplidas tus carencias por tu propio cuidado y afán. “Considerad los lirios del campo, cómo crecen.” Tú has de ser enriquecido “en Cristo Jesús.” No has de ver suplidas tus necesidades acudiendo a Moisés, y obrando y trabajando duramente como si fueses tu propio salvador, sino mediante la fe en Cristo Jesús. Aquellos que no quieren acudir a Cristo han de pasárselas sin la gracia, pues Dios no da nada a los hombres por vía de gracia excepto a través de Su Hijo. Quienes más acudan a Jesús gustarán con mayor frecuencia de Su abundancia, pues todas las bendiciones llegan a través de Él.
Mi consejo, para mí mismo y para ustedes, es que permanezcamos en Él; pues, debido a que ese es el camino por el que nos llega la bendición, es mejor que permanezcamos en él. Leemos acerca de Ismael que fue enviado al desierto con un odre de agua, pero Isaac habitó junto al pozo del Viviente-que-me-ve, y es sabio que habitemos junto al pozo de Cristo Jesús, y no confiemos nunca en los odres de nuestra propia fuerza. Si te apartas de Cristo Jesús, hermano, te separas del centro de la bienaventuranza.
Yo ruego para que ustedes puedan habitar junto al pozo de este texto durante todo este año. Saquen del pozo. ¿Tienes mucha sed? Saca agua del pozo, pues rebosa; y cuando argumentes esta promesa, el Señor suplirá todo lo que te hace falta. No ceses de recibir de Dios ni un solo minuto. Que tu incredulidad no estorbe la munificencia del Señor, sino más bien aférrate a Su promesa, “Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” No sé cómo desearles una mayor bendición. Si son habilitados por el Espíritu Santo para llevar a cabo esto, gozarán de lo que sinceramente deseo para ustedes, es decir.