«Yo soy de mi amado, y para mí es todo su deseo». Cantares 7:10
«Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». Gálatas 2:20
El siervo de Dios debe vivir para Él en una forma total y entregada. Pablo se consideraba un esclavo de Jesucristo y vivía en la fe del Hijo de Dios. Santiago llama a los cristianos a tener una actitud de total rendimiento a Dios y a no vivir como si tuvieran control total sobre sus vidas. La soberbia y la independencia son ofensivas ante la Presencia del Señor, pero cuando nos humillamos, Dios nos exalta y nos da todo lo que necesitamos.
La actitud fundamental del siervo de Dios, el creyente maduro y bien formado en las verdades de la Escritura, debe ser una de que vivimos para Dios en una forma total. Vivimos para servirlo, para avanzar los intereses de Su Reino. No vivimos para nosotros mismos, somos enteramente de Dios y Él tiene derecho de hacer con nosotros lo que Él quiera.
Quiero dejar bien, bien afincada en su corazón esta idea de que nuestra vida debe ser una de total entrega al Señor, de total rendimiento, de total humildad y esa idea de que Dios tiene derecho de hacer lo que Él quiera en mi vida, sea algo bueno o algo no tan agradable.
Y quiero tomar un par de Escrituras para ilustrar esta idea antes de entrar en las demás cosas, acerca de cómo la Biblia fortalece esta idea de que somos siervos, somos esclavos del Señor. Pablo cuando escribía sus epístolas siempre comenzaba su escritura diciendo: Pablo, siervo del Señor, en otras palabras: Pablo, esclavo de Jesucristo. La palabra dulos que él usaba en griego quería decir: un esclavo, y cuando la traducimos al español al usar la palabra siervo me temo que esa palabra pierde toda la fuerza que Pablo quería expresar. La idea era que Pablo estaba totalmente a la disposición de su Señor. La idea de Pablo era que él no vivía para sí mismo sino que su vida estaba totalmente entregada a la Voluntad del Padre celestial y del Señor Jesucristo que había tenido tanta misericordia de él.
Esta idea se encuentra registrada por ejemplo en Gálatas, en el capítulo 2 versículo 20, donde Pablo dice: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí, y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.»
Nótese aquí que Pablo se considera tan entregada al Señor y a la Voluntad de Él que él se considera como que está muerto, dice: ya no vivo yo mas vive Cristo en mí. En otras palabras es como si Pablo dijera: mi personalidad, mi voluntad, mis sueños acerca de la vida, mis aspiraciones, todo ha perdido total importancia ante la idea de que el Señor es quien se expresa a través de mí; lo que Dios quiera de mi cuerpo, de mi mente, de mi voz, eso es lo que voy a hacer.
Y Pablo añade: y lo que yo vivo ahora en la carne, es decir, toda mi vida como hombre, todo lo que yo hago, todo lo que soy, todo lo que expreso, lo vivo en la Persona de Cristo Jesús. Es decir, como que ya lo que yo quiero decir y hacer no importa, todo es simplemente el reflejo y la proyección de la personalidad de Cristo en mí, ¿por qué? porque el Señor se dió, dice: «El que se dió por mí, por el Hijo de Dios el cual se entregó a sí mismo por mí.»
Ve usted esa idea aquí de que, como Dios ya lo ha dado todo, como Cristo hizo ya un sacrificio tan grande en la cruz por nuestras vidas ¿qué podemos darle nosotros al Señor? Cualquier cosa que nosotros le demos a Dios va a ser totalmente insignificante. Y por eso es que Cristo dice: Cuando ustedes hayan hecho todo lo que se les ha pedido que hagan, sepan que en última instancia eso no es nada. Y la idea del Señor era esa ¿no? como de matar y golpear esa tendencia al orgullo que hay en todos nosotros y a creernos que somos más de lo que en realidad somos.
El apóstol Santiago en el capítulo 4 de su Epístola retoma esta idea también, en otra manera diferente, de un llamado a considerarnos totalmente a la disposición de Dios. En Santiago 4 versículo 13 Santiago dice: «Vamos ahora a lo que decís, hoy y mañana iremos a tal ciudad y estaremos allá un año, y traficaremos y ganaremos, cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece; En lugar de lo cual deberíais decir: si el Señor quiere viviremos y haremos esto o aquéllo.»
¿Ven ustedes la exasperación de Santiago? El apóstol Santiago está como molesto con aquella gente, incluyendo cristianos, porque él está escribiendo a cristianos, que viven su vida como si ellos estuvieran en control de ella; deciden a dónde se van a mudar, qué trabajo van a escoger, con quién se van a casar, a qué iglesia van a asistir, cómo van a pasar su tiempo y usar su dinero, sin consultar primeramente a Dios. Señor ¿qué Tú quieres que yo haga? ¿dónde Tú quieres que yo invierta mis energías? ¿cómo Tú quieres que yo pase mi tiempo hoy, y en qué cosas tú quieres que yo invierta los talentos que Tú me has dado?
Santiago está llamando a los cristianos a esa idea de total rendimiento a Dios, esa idea de decir: si Dios quiere haremos esto o aquéllo. Cualquier actitud diferente a esa, cualquier actitud de independencia como que: yo tengo algunas cosas y Dios tiene otras, y yo tengo derecho de escoger qué le doy a Dios y con qué me quedó, esa es una actitud de arrogancia total.
Y por eso en este mismo pasaje Santiago añade: «Pero ahora os jactéis en vuestras soberbias. Toda soberbia semejante es mala, y al que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado.» En otras palabras, a veces nosotros somos jactanciosos, somos orgullosos, somos soberbios, no porque digamos así abiertamente: yo voy a hacer lo que yo quiero, sino porque vivimos como que podemos hacer lo que queremos y esa actitud resulta tremendamente ofensiva ante la Presencia del Señor.
Lo que Dios quiere de nosotros más bien es una actitud de total rendimiento, entrega, apertura a Su Voluntad, y cuando nosotros tenemos esa actitud ¿sabe qué? entonces el Padre celestial se deleita en darnos todo lo que nosotros queramos. Cuando nos humillamos Dios nos exalta, nos levanta y nos pone en lugares de gran poder y de gran autoridad en Su Reino. Que el Señor nos bendiga y nos proteja.