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La salvación primera etapa del plan de Dios

La salvación es el la primera etapa del plan de Dios para nuestra vida que es conformada su carácter y en poder de la imagen de Jesús. Si fallamos al ver nuestra relación con Dios, de esa manera permitiríamos que muchas áreas de nuestra vida queden sin cambio. El derribar fortalezas es la demolición y el retiro de aquellas formas antiguas de pensar, de tal manera que la presencia verdadera de Jesucristo se pueda manifestar a través de nosotros.

Toda liberación exitosa comienza en quitar aquello que defiende al enemigo, 2 Co.10:3,4. Fortalezas espirituales son aquellas donde Satanás y sus legiones se ocultan y se protegen. Estas fortalezas existen en patrones de pensamientos e ideas que gobiernan a los individuos, iglesias, comunidades y naciones.

Es necesario derribar todas las fortalezas y quitarle la armadura a Satanás, antes de proclamar la victoria. Entonces las armas poderosas, la palabra de Dios y El espíritu Santo podrán saquear la casa de Satanás con toda eficacia.

En el Antiguo testamento una fortaleza era una casa o edificio o edificio fortificado que se utilizaba para protección contra el enemigo. Por ejemplo, David se protegió contra Saúl. «Y David se quedó en el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos.» 1 Sam 23:14-19. Estaban bien estructuradas y protegidas en lugares estratégicos. Esta idea se toma para aplicarlo a la idea espiritual y se define como realidades poderosas, engañosamente protegidas.

Una fortaleza para nosotros puede ser una fuente de protección contra el enemigo o demonio, como el caso de que el Señor es nuestra fortaleza. «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio», Sal 18:2.

Las fortalezas diabólicas pueden ser nuestra simpatía a los pensamientos del mal, por ejemplo: las actitudes que protegen al yo viejo, que se convierten en habitaciones o fortalezas, lugares de opresión demoniaca en la vida de cada persona. Según san Pablo en 2Co. 10:5, una fortaleza es cualquier pensamiento que se exalte sobre el conocimiento de Dios y de Cristo, por tanto, le da al diablo un lugar seguro desde donde puede influir la vida mental de un individuo.

Cuando un cristiano tiene pensamientos o áreas no crucificadas, los demonios pueden oprimir la vida desde allí. Especialmente cuando no se renuncia a un pensamiento que simpatiza con el mal. Nuestra rebeldía contra Dios, le dará al diablo un sitio en nuestra vida. En muchos casos, los temores en la vida de muchas personas, no necesita oración sino liberación. Se confronta y se ata el demonio de temor, y se derriba su fortaleza por el arrepentimiento. Muy fácil creemos en el engaño y el creer que no podemos ser engañados, o sea el autoengaño. De allí fácilmente puede ser atormentado por las fortalezas que ha dejado entrar por esa idea.

El auto engaño es una fortaleza difícil de derribar, una vez que la persona esta engañada no permite reconocer que está en ese estado. Solo aceptar honestamente esa verdad podremos ser libres. Antes de la liberación debe poseer humildad de mente. Cuando descubrimos en nosotros rebeldía contra Dios, no debemos defendernos, ni excusarnos, sino humildemente humillar nuestros corazones y arrepentirnos y darle fe a Dios para que nos cambie. Donde no ha habido arrepentimiento, Satanás se alimentara. En un área no arrepentida, habrá una actividad demoníaca.

Regularmente un área no rendida a Dios será un lugar donde el espíritu del mal robara el gozo y el poder del creyente. Un habito, o una habitación, la biblia le llama fortaleza.2 Co.10:5. Nuestros mismos sistemas de pensamientos protege al enemigo, hasta que no sean derribados y entregados a Jesucristo, «Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,» 2 co.10:3-5. Antes de ir a la cruz, Jesús dijo que » Satanás nada tiene. En mi», S, Jn.14:30.

En la mente de El no había nada que le diera el derecho a Satanás de reclamar algo de su propiedad. Al rendir nuestra mente a Cristo, seremos libres y podremos ayudar a otros en la liberación.

El arrepentimiento precede a la liberación de todas las áreas no crucificadas o entregadas al Señor, «Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban,» Mc.6:12,13. La liberación lleva a la sanidad del alma. Cuando hay voluntad en el alama, habrá arrepentimiento y por la liberación total. El arrepentimiento es el antídoto al abandono y a la expulsión de espíritus atormentadores del alma. Al caer las fortalezas, viene la victoria en nuestra vida. 1Co. 2:3-5 Toda área oculta debe ser desechada y entregada al Señor, para que los demonios no tengan acceso a nuestra mente. Por lo tanto necesitamos orar al Padre de esta manera:

Oremos: Padre celestial, hay un área en mi vida (p.e. adulterio y mentira) que no he rendido por completo a mi Señor Jesús. Te pido, Señor, perdonarme por contemporizar con el pecado y la rebeldía. También te ruego que me alientes para enfocar y derribar las fortalezas sin ninguna vacilación ni repugnancia o sin que haya engaño en mi corazón. Por el poder del Espíritu Santo y en el nombre de Jesús ato las influencias satánicas que en mi vida me obligan a ceder y que reforzaban el pecado dentro de mí.

Me someto a la luz del Espíritu de la verdad para exponer las fortalezas del pecado en mi pensamiento con las armas poderosas del Espíritu Santo y las santas escrituras derribo esas fortalezas (Adulterio y mentira) y cubro mi corazón con la sangre de Cristo. Me propongo, por la gracia de Dios, tener una sola fortaleza en mi interior: La fortaleza de la presencia de Jesús.

Te agradezco Señor por perdonarme y limpiar mi vida de toda maldad (1Jn. 1:9) Y por la gracias de Dios, me comprometo a perseverar con todo cuidado en esta área, hasta cuando inclusive las ruinas de esta fortaleza se quiten de mi mente. Gracias Padre, en el nombre de Jesús. Amén.

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