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La Roca Inquebrantable. Encuentra Agua Viva en Medio de la Desolación

La Biblia recoge que cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, atravesó por varios momentos de desesperación. Uno de ellos fue cuando acamparon en Refidim y se vieron sin agua potable para beber. Corrían el peligro real de morir todos por deshidratación, incluyendo los animales. Éxodo 17:1-7

Según los estudios de nutrición, el cuerpo humano puede sobrevivir semanas sin comida, en dependencia de varios factores, que incluyen el sexo, la composición corporal, lo último que se comió y bebió y el entorno. Pero la mayoría de las personas solo pueden vivir entre dos y cuatro días sin agua.

Y hoy quiero invitarte a que reflexionemos sobre la reacción que tuvo el pueblo de Dios ante esta crisis y la actitud que asumió Moisés para resolver esta situación.

ES PELIGROSO CUESTIONAR A DIOS
En un lugar llamado Refidim, que está entre el desierto de Sin y el Monte Sinaí, el pueblo de Dios murmuró contra Moisés y lo acusaron de que los había sacado de Egipto para matarnos de sed a ellos, a sus hijos y a sus animales.

“Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” (Éxodo 17:3).

Verse sin agua en un desierto es algo serio, así que su preocupación era real. Lo que es censurable fue su falta de fe para creer que Dios no los dejaría morir de sed. Después de haber visto lo suficiente del poder de Dios, esperaban que creyeran que Dios no los abandonaría.

Si Dios los sacó de la esclavitud egipcia con mano fuerte y extendida, si los guiaba con columna de nube y columna de fuego, si les abrió el mar rojo para que cruzaran, si les proveyó maná del cielo y codornices como alimento, si convirtió las aguas amargas de Mara en aguas potables, ¿cómo los iba abandonar ahora?

Aprendo que las experiencias del pasado deben alimentar nuestra fe para creer que Dios no nos abandonará ni nos dejará en vergüenza. El Dios que proveyó ayer, es el mismo Dios que proveerá hoy. El Dios que mostró su poder ayer, es el mismo Dios que muestra su poder hoy. Dios no cambia. Sus propósitos son eternos.

Ellos no llegaron a Refidim por caprichos de Moisés, sino que era Dios mismo quien trazaba la ruta a seguir en el desierto de Sin. “tal como el SEÑOR les dijo que hicieran” Éxodo 17:1 (PDT).

Por lo tanto, Refidim estaba en la estrategia de Dios. Así que si estaban en el lugar a donde Dios los dirigía, entonces era responsabilidad de Dios cuidar de ellos.

Y de aquí saco mi propia conclusión: Si estoy donde Dios quiere que esté, y estoy haciendo lo que Él quiere que haga, entonces tengo que confiar que el Señor es responsable de cuidar de mí y de mi familia.

Como dice la canción de Marcos Yaroide: Mi trabajo es creer y caminar bajo la fe y el trabajo de Dios será cumplir sus promesas. Dios no improvisa, Él siempre tiene un plan y aunque los tiempos no se presten y las circunstancias sean incomprensibles, con eso y todo, Él Señor tiene la responsabilidad de velar por sus hijos y lo hará.

Dios nunca nos llevará a lugares de incompetencia, donde seamos avergonzados. Y aún si esto ocurriera, Él reivindica a sus hijos, no los abandona, sino que honra a los que le honran y premia la fe de los que en Él confían.

Imagínese hasta donde perdió la fe este pueblo de Israel que pusieron en tela de juicio si Dios estaba con ellos o no.

Dice la historia que “Moisés llamó aquel lugar Masah (tentación o prueba) y Meriba (contienda o rencilla), porque el pueblo de Israel discutió con Moisés y puso a prueba al SEÑOR diciendo: ¿Está o no está el Señor con nosotros?” Éxodo 17:7 (DHH).

El comentarista bíblico Matthew Henry comenta que el pueblo de Israel puso en duda tres cosas fundamentales respecto a Dios: su presencia, su providencia y sus promesas. [2] Y ¡Es muy peligroso cuestionar a Dios!

Pero la historia se repite. Porque creo, sin temor a equivocarme, que hoy hay mucha gente dentro y fuera de las iglesias con la misma pregunta: ¿Está o no está el Señor con nosotros?

Es fácil celebrar la vida cuando todo marcha bien y se avanza sin tropiezos. No dudamos de que Dios está con nosotros.

Pero que difícil se hace mantener la fe ante un accidente de tránsito, la muerte repentina de un ser querido, un diagnóstico médico sorpresivo, la ruptura de un matrimonio, el despido de una compañía, el fracaso de un negocio, el embarazo de una hija adolescente, el abandono de los hijos, la traición de un amigo, un proceso migratorio que no sale, etc.

Es en medio de estas crisis que surgen preguntas como estas: ¿Está o no está el Señor con nosotros? ¿Dónde está Dios que no interviene? ¿Acaso se olvidó Dios de mí?

Lo malo de la actitud del pueblo de Israel en Refidim no fue reconocer la necesidad que tenían de agua potable. El problema fue la manera en que el pueblo cuestionó la presencia de Dios en medio de ellos, después de haber visto señales y prodigios.

Entiendo que, como hijos de Dios, podemos tener toda la confianza para preguntarle a Él cualquier cosa que queramos. Pero es muy peligroso cuando nuestras preguntas cuestionan a Dios.

La presencia de Dios. Si Dios existe es porque no actúa a nuestro favor.
La soberanía de Dios. Si Dios gobierna el mundo porque no interviene.
La fidelidad de Dios. Si Dios es fiel a su Palabra es porque demora sus respuestas.

La historia de Pablo y Silas nos anima a sobreponernos a esos tiempos de angustia, a reconocer que no estamos solos, y confesar que Dios tiene todo bajo control, aunque las circunstancias nos digan otra cosa.

Estos plantadores de iglesias llegaron a la ciudad romana de Filipos guiados por el Espíritu Santo. Y por liberar a una muchacha endemoniada, fueron a parar a la cárcel.

Pero la actitud que asumieron estos dos hombres en medio de la adversidad fue totalmente diferente a la de los israelitas en el desierto.

Ellos ni cuestionaron la presencia de Dios, ni su soberanía ni su fidelidad, sino que hicieron a un lado el sufrimiento y el cansancio y comenzaron a alabar y adorar a Dios. (Hechos 16:25).

LA BENDICIÓN DE LA INTERCESIÓN
El pueblo de Israel siempre estuvo dispuesto a ir en contra de Moisés, a pesar de que Moisés se había esforzado tanto por servirles.

Pero este hombre de Dios, en vez de regresar a pastorear ovejas, decidió ir delante de Dios, Él sabía que sólo Dios podía darle solución al problema. Mire como dice la historia:

Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a poco me apedrearán.” (Éxodo 17:4).

A veces algunos problemas se pueden resolver arreglando nuestras prioridades, estableciendo una escala de valores, ahorrando finanzas, estableciendo estrategias. Pero la mayoría de nuestros problemas sólo se pueden resolver por medio de la oración. Hay problemas que, si Dios no interviene, difícilmente se puedan resolver. Y a eso apeló Moisés. ¿A qué apelar tú?

Me encanta la oración de Moisés, porque me enseña a orar sin rodeos y sin miedo. Con transparencia. Nunca debo temer decirle a Dios como me siento, contarle de las presiones que enfrentó, y expresarle mis temores y desencantos.

¿Recuerdan la oración del rey Josafat cuando se vio amenazado por la alianza militar de moabitas, amonitas y sirios? “…en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos.” (2 Crónicas 20:12).

El caso del rey Ezequías cuando fue al templo y extendió las cartas de amenazas de Senaquerib al rey Asirio ante la presencia del Señor. (2 Reyes 19:14-19).

Cuando el esfuerzo humano fracasa, Dios siempre está allí para seguir adelante con su poder. Ambos reyes reconocieron la absoluta dependencia que ellos tenían de Dios. Y Dios les dio la victoria sobre sus enemigos.

Dice la historia que el Señor no dejó en vergüenza a su siervo Moisés, y le dijo: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.” (Éxodo 17:6).

Esta respuesta de Dios parecía una locura. Pero Moisés no la cuestionó. Él creyó la palabra que Dios le había dicho. Y en un acto de fe golpeó la peña de Horeb y Dios dio agua suficiente para satisfacer las necesidades de más de 600 mil hombres, además de las mujeres, los niños y los animales.

El agua no brotó de la peña porque Moisés la golpeó con su vara, sino porque Dios estaba junto a él sobre la peña (Éxodo 17:6).

Dios mostró una vez más su poder y su compasión en medio del desierto, proveyendo aguas para su pueblo.

Los judíos tenían una leyenda según la cual la roca que Moisés golpeó los siguió en el transcurso de todas sus peregrinaciones por el desierto, y que les suministró agua todo el tiempo.

Pero el apóstol Pablo nos aclara en su primera carta a los corintios, que ellos sí tienen una roca que les suministra todo lo que necesitan, pero que se trata de Cristo mismo.

“y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.” (1 Corintios 10:4). Tipológicamente, la roca de la cual salió agua para satisfacer la sed de los israelitas era figura de Cristo.

El propio Jesús le dijo a la samaritana que Él es la fuente de agua de vida eterna (Juan 4:13-14). Y en el último y gran día de la fiesta, Jesús puesto en pie alzó la voz y dijo “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Juan 7:37-38).

Hermanos queridos, quiero ratificar que Dios tiene una respuesta adecuada para tu necesidad. Sus recursos son ilimitados. Si él hizo brotar agua de una peña para saciar la sed de todo un pueblo sediento, es capaz de hacer cualquier cosa para bendecir tu vida y tu familia.

Recuerda que Dios no improvisa, Él siempre tiene un plan.

“Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el SEÑOR—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.” Jeremías 29:11 (NTV).

Jesucristo es la peña de Horeb que brota vida en abundancia, salud en la enfermedad, paz en la tormenta, gozo en la tristeza, luz en la oscuridad, infunde esperanza en la desesperanza.

 

Fuente:
David N. Zamora

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