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La Perla de Gran Precio

Mateo 13:45-46

En un empobrecido pueblo de pescadores de la India había un hombre que poseía una grande y hermosa perla que provocaba la admiración a todos los que tenían la oportunidad de observarla, por su gran belleza y color, diferente a todas las demás que se habían extraído en ese lugar.

Turistas y comerciantes ricos, que les informaban sobre la existencia de esa hermosa perla, iban a la casa de ese señor para verla y adquirirla al precio que sea. Uno de los visitantes le ofreció un millón de dólares, otro dos y así sucesivamente, las ofertas llegaron hasta diez millones de dólares, pero el dueño prefirió no salir de esa preciosa gema orgánica.

Un día el dueño de la perla se enfermó, de una dolencia terminal, y llamó al pastor del poblado, porque quería arreglar cuentas con Dios. El pastor tenía varios meses ministrando la palabra de Dios en un pequeño local, que improvisó como iglesia, pero que resultaba incómodo por la gran cantidad de personas que se habían entregado a Cristo.

Durante la conversación, el enfermo le mencionó al pastor sobre su tesoro, la perla, pero el religioso le respondió que no tenía dinero para adquirirla por su altísimo valor. El pastor le preguntó al enfermo ¿porque valoraba y quería tanto esa perla y no la vendía?

El señor le narró al pastor que para obtener esa perla, su único hijo que era un pescador, un día se zambulló en el mar en busca de ostras, y lo hizo tan profundamente, que cuando subió a la superficie se le reventaron los pulmones, muriendo instantáneamente, y que al sacarlo del agua sostenía, en su mano derecha, apretada sobre su pecho, una ostra de considerable tamaño y dentro de la misma, esa gran perla que todos admiraban.

El dueño de la perla le manifestó al pastor que nunca la quiso vender, porque ella le había costado la vida de su hijo, pero que a él se la regalaba para que, con su venta, pudiera construir un gran local para su iglesia. El pastor se quedó asombrado por tan generoso donativo y agradeció a Dios por ese precioso y valioso regalo. Nuestra salvación es como una valiosa perla, de precio incalculable, pero Dios nos la regala gratuitamente.

Traigo esto a colación porque para disfrutar de la salvación de nuestra alma, Dios en su inmensa misericordia y gracia, pagó un precio al darnos su joya más preciada, su único Hijo, Jesucristo, para que todo aquel que en Él cree no se pierda más tenga vida eterna.

La Biblia dice: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”, 1 Timoteo 3:16. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”, Juan 3:16.

Las perlas son formadas en lo secreto; donde difícilmente alguien verá que se está formando una perla, en una ostra. Se inicia su formación cuando la ostra se está alimentando y va desechando la arena y todo lo que no le sirve. Pero en determinado momento, se queda dentro de la ostra partículas que no puede expulsar de su concha y esas partículas hace que lastime por dentro su carne. En ese momento empieza a poner nácar sobre las partículas que le están ocasionando dolor y mientras más grande es el dolor y las partículas, más grande es la perla que dará a luz cuando termine su proceso.

Nuestra salvación, que es la perla de gran precio, se gestó en la cruz del calvario, cuando Jesús fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios!

“Más él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos todos curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él y afligido, no abrió su boca; como un cordero fue llevado al matadero; como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, no abrió su boca. Por medio de juicio y violencia fue quitado; y su generación, ¿Quién la contará? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

“Se dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte. Aunque nunca hizo maldad ni hubo engaño en su boca, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida por expiación por el pecado, verá descendencia, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada”, Isaías 53:7-10.

Es por la obra perfecta realizada por Nuestro Dios y Señor Jesucristo en la cruz del calvario, que disfrutamos de esa perla de gran precio que es nuestra salvación y la Biblia dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creado en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviéramos en ellas.” (Efesios 2:8-10).

Muchas bendiciones.

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