En la Biblia, vemos oraciones de confesión de pecados. Una de ellas, de Daniel, quien ora por los pecados del pueblo, y se incluye él en la oración, en el error de la nación; Pero Daniel, cuando vemos la Biblia, era como un superhéroe, un hombre casi perfecto. Él no se contaminó con la comida del rey, oraba, era un hombre recto; Ante los ojos de Dios, él era lo que todos debemos aspirar ser. Y, comoquiera, en Daniel 9, vemos que Daniel estuvo leyendo la Palabra en libro de Jeremías y entendió que el pueblo estaba viviendo lo que se había profetizado y estaba por cumplirse, y lo primero que dijo fue: Hemos fallado, me incluyo, vengo a confesar nuestros pecados.
“3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” Daniel 9:3
Cuando se hacía una petición de oración por los pecados, esta gente lo vivía; Se vestían de cilicio, se echaban ceniza, ayunaban. No era decir: Señor, te pido perdón por mis pecados. Demostraban en su cuerpo, en sus acciones, verdadero arrepentimiento. Cambio no es cambio, sino hasta que realmente acondicionas tu corazón a la nueva manera de vivir. Modificar conducta no es cambio; Para cambiar, tiene que haber arrepentimiento y las acciones correctas. Si un hombre le falla a su esposa, y le trae flores y la lleva a cenar, eso no es cambio; Para cambiar, primero hay que pedir perdón, aceptar que estuviste mal; Porque modificar tu conducta no dice nada, si no hiciste lo que realmente tienes que hacer por el error que cometiste. Daniel no fue simplemente a pedir perdón, él se lo echó encima, lo vivió, ayunó; Esta gente se vestía de cilicio, rasgaban sus vestidos; Fallaron, y tenían que demostrarlo; Es una consciencia.
Daniel procede a hacer un listado de todas las maneras en que fallaron, y reconoce que la confusión que tenían era por ellos mismos. Esta oración de Daniel es una de las más poderosas, como ejemplo de una oración de confesión de pecados. Daniel confiesa el pecado de todo un pueblo, reconociendo la necesidad de la transformación para experimentar el poder de Dios.
Algo a resaltar en esta oración, y que es importante para nosotros saber cómo presentarnos ante Dios en momentos como esos, es la posición espiritual en la que Daniel se pone. Daniel se encuentra en medio del cautiverio de Babilonia, estudia la Palabra y se da cuenta que los tiempos se están cumpliendo, que la promesa se tiene que cumplir, pero él sabe que la promesa no puede cumplirse si el pueblo no está en la posición correcta. Por eso, lo primeroque hace Daniel es reconocer el pecado. Ante Dios, tú necesitas reconocer que fallaste. Lo próximo que Daniel hace es declarar la justicia de Dios; Dice: Fallamos, pero tu justicia permanece para siempre. El reconocimiento de la justicia de Dios no tan solo te da acceso a su gracia, sino que te revela tus errores; Como Dios no cambia, todo lo que está a su alrededor tiene que cambiar para ajustarse a Él. Cuando tú ves la justicia de Dios, te das cuenta dónde tú fallaste. Si tú no reconoces la justicia de Dios, nunca vas a reconocer tampoco en dónde tú has fallado, en dónde es que tienes que hacer arreglos. Daniel reconoce que Dios no trajo la confusión, sino ellos mismos, diciendo: “7 Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro…” (Daniel 9:7)
En tercer lugar, Daniel intercede por la gracia de Dios; Él dice: Si hay alguien que puede y va a tener misericordia, eres tú, Señor; lo único, es que no te la hemos pedido. Daniel lo que está diciendo es: Mira todo lo que estamos viviendo, simplemente, por no reconocer que estamos mal, que tú eres justo, y por no pedirte misericordia. ¿No has tenido tú gente así en tu vida? Ellos saben que hicieron mal, pero la relación nunca se arregla porque no han ido donde ti a reconocer su error y pedir perdón. Cuando no nos acercamos a Dios de esta manera, es por nuestra percepción de que Él es un juez que nos va a castigar; Pero Dios es un juez justo, su justicia es la que gobierna, y si a alguien puedes pedir misericordia es a Él. En una ocasión, David comete el error de mandar a hacer un censo del pueblo; Y Dios se enfurece. Llega maldición a la vida de David, y David va ante Dios; Y Dios le da dos opciones a David: O caes en manos de los hombres, o te pones en mis manos. De cualquier manera, David tendría consecuencias; Ponerse en las manos de Dios no le eximía de las consecuencias negativas de su error; Pero David tenía que escoger la justicia de Dios, o la de los hombres. Y David dijo: Señor, en tus manos. David entendió que, si iba a pedir misericordia, era en las manos de Dios. El pedir misericordia y gracia no eliminaba todas las consecuencias del error, pero ponerte en las manos de Dios es más importante.
Lo próximo que Daniel hace es reconocer las consecuencias del pecado; Dice: Hemos pecado, y estas son las consecuencias; Daniel no esconde que lo que estaban viviendo era consecuencia del pecado.
Por último, Daniel reconoce la importancia del testimonio de Dios. Hay muchas razones por las que tú tienes que arrepentirte, pero la más importante es que tu arrepentimiento le trae gloria a Dios. Cuando tú te arrepientes y Dios trabaja contigo, te levanta, te restaura, quien recibe la gloria es Dios. La persona orgullosa nunca le da gloria a Dios. Saúl cometió un error, pero con un error bastó; David cometió muchos errores, pero su actitud era diferente. El problema de Saúl es que era orgulloso, nunca reconoció que hizo mal, y él quería toda la gloria; Para él, la culpa era del pueblo, de la gente, y él no había hecho mal y no tenía por qué arrepentirse; Pero Dios no puede trabajar con alguien así, Él conocía las flaquezas de Saúl, y no lo puso allí porque Saúl fuera Dios, sino porque era el mejor candidato en aquel momento, pero Dios necesitaba que Saúl admitiera sus errores, sus faltas, para poder trabajar con él y entonces llevarle a ese nivel de gloria. Lo particular de David es que cada vez que se arrepentía, quien se llevaba la gloria era Dios.
Si has fallado, reconoce tu error, declara la justicia de Dios, e intercede por Su gracia, reconociendo que lo que estás viviendo es a consecuencia de tu error. Tu arrepentimiento traerá gloria a Dios, y en sus manos hallarás misericordia.