¿A quién no le cuesta orar?, ¿A quién no le ha pasado que después de unos minutos de estar orando, ya no tiene más que decir?, conozco personas que no les gusta orar por qué dicen que no hayan que decir o porque simplemente piensan que no pueden orar.
La oración es parte importante del cristiano, y yo sé que cuando se habla de estos temas pocos les gusta leer y no me extrañaría que muchos al leer el titulo o comenzar a leer estas líneas, no sigan leyendo más. Y es que pareciera que muchos de nosotros no somos compatibles con la palabra: “oración”, como que si fuera sinónimo de “aburrición”, pensamos que orar es aburrido o es nada más para los mas “espirituales”, cuando la realidad es otra.
A veces nos inculcan malos conceptos de lo que es la oración o aprendemos de forma equivocada como tenemos que proceder para tener una vida de oración.
Cuando yo tenía entre dieciséis y diecisiete años recuerdo que me había hecho un “fan” de la “oración”, leía cuanto libro existiera acerca de la oración, escuchaba predicas, pero sobre todo era muy disciplinado. Me enseñaron que entre más oraba, Dios más me iba a respaldar y eso había hecho un eco en mi vida grandísimo a tal punto que llegaba a orar horas en mi habitación.
Había escrito una lista gigantesca de peticiones por las que todos los días oraba en mi cuarto. Me encerraba a las nueve de la noche y terminaba casi a media noche de orar, yo creía que entre más oraba, mas “unción” tendría o entre mas oraba “más respaldo obtendría”. Y no voy a negar que veía resultados increíbles en mi vida a través de la oración.
Pero reflexionando en eso, recuerdo que a pesar que pasaba horas orando, no lo hacía con un entendimiento real de lo que hacía. Cada cinco o diez minutos veía el reloj, para ver cuando tiempo llevaba “orando”; cuando pasaba la hora, yo me sentía todo un “ungido”, y pasaba más pendiente de ver cuanto tiempo podía orar, que en disfrutar esos momentos con el Señor.
Yo oraba por un motivo en parte equivocado, mi único objetivo era que Dios me respaldara mas, pero más allá de algo personal que yo anhelara, tenía que orar no porque esperaba que Dios concediera todas mis peticiones, sino que también, porque tenía que pasar tiempo con Dios para conocerlo mejor y para crecer adecuadamente en Él.
No hay otro concepto más acertado de oración que: HABLAR CON DIOS.
De eso se trata la oración, de HABLAR CON DIOS. Pero la mayoría de nosotros lo menos que hacemos cuando oramos es hablar con Dios, nos dedicamos a pedir, nos dedicamos a interceder, nos dedicamos a reclamar o a llorar para que tal vez Dios se apiade de nosotros y nos conceda nuestras peticiones.
No está mal orar y pedir, pero la oración no se trata solo de pedir o reclamar, también se trata de hablar con Dios como que fuera tu mejor amigo.
Muchos no quieren orar porque piensan solamente en pedir o reclamar, pero más allá de eso, la oración que personalmente considero que más se disfruta es aquella en la que no existe una petición y que solamente se lleva a cabo por el simple gusto de encontrarse con Dios.
Hablo de esos momentos en donde no tienes que pedir, reclamar o llorar por algo, sino que simplemente vas delante de Dios, allí en ese lugar a solas y hablas con Él como que fuera tu mejor amigo. Esos momentos íntimos hacen que la oración sea lo que realmente tiene que ser: HABLAR CON DIOS.
No voy a dar una catedral de oración, porque no me considero un hombre de pura oración, pero si puedo asegurarte que durante todo el día, tengo platicas con Dios, mi mente enfocada en Él, cada pensamiento que en mi mente surge tiene que ver con Él, le pregunto cosas, le agradezco por otras muchas y a veces me he encontrado teniendo charlas únicas con Dios de esas que me hacen llorar de alegría, llorar de gozo, llorar de ver su misericordia sobre mi vida.
Quizá en algunos casos tendremos que apartar tiempo para interceder por nuestras peticiones o por peticiones de personas que estimamos o personas que nos piden que oremos por ellas. Quizá en ocasiones nos veremos en luchas espirituales, orando para que Dios obre milagros o de soluciones a situaciones complicadas. Pero más allá de esas oraciones, mi preferida es la que no tiene nada que ver con pedir, sino que solo tiene que ver con encontrarse con aquel que lo es TODO y que nos da TODO.
Quizá el Salmista había descubierto que la mejor oración es aquella que solo tiene que ver con encontrarse con Dios y por eso escribió lo siguiente: “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón” Salmos 37:4 (Reina-Valera 1960). El Salmista no dice: intercede, pide o reclama y Dios concederá las peticiones de tu corazón, él se limita a decir nada mas: “Deléitate”.
Deleitémonos en Dios, no necesitas usar muchas palabras para hablar con Dios, ni usar palabras de las cuales ni sabes el significado, habla con Él con el lenguaje más sencillo que tengas, estoy seguro que Él te ha de entender a la perfección, porque Él te creo, porque Él sabe muy bien lo que hay en tu corazón y lo que quieres expresar, simplemente habla con Él como lo harías con tu mejor amigo.
Sincérate con Dios, ábrele tu corazón, exprésale lo que realmente sientes y no lo que tratas de reflejar, porque si hay alguien con quien debes de ser realmente como eres, es con Él.
La mejor oración no es la que dura más tiempo, tampoco es la que usa mejores palabras o frases, ni la que se hace en un lugar físico específico, sino la que lleva la única intención de encontrarse con Él.
Si a ti te cuesta orar, déjame decirte que no eres la única persona a la que le cuesta, habemos millones también que tenemos ese problema, pero si algo puede ayudarnos a tener una vida de constante oración pero sobre todo de tener muy buenas oraciones, es encontrarnos con Dios en todo lugar.
Si vas camino a tu trabajo o estudio, ve hablando con Dios; si estás en tu trabajo, pues habla con Dios; si estás en tu casa, pues habla con Dios, no importa el lugar donde estés o hacia donde vayas: HABLA CON DIOS.
Que en tu mente siempre Él sea lo primordial, que cada cosa que hagas tenga que ver con Él, que cada decisión por insignificante que creas que sea, siempre toma en cuenta a Dios, que Él sea el invitado de honor cada día en tu vida, no salgas sin Él.
Orar va mas allá de un tiempo o un lugar, tiene que ver con una disposición de TODO tiempo y hablar con Dios es algo que puedes hacer en cualquier momento y en todo lugar.
Ahora bien, ¿Cuánto más vas a esperar para comenzar a tener una vida de oración con Dios?, no pongas excusas porque no las hay que valgan, si quieres hablar y mantener una comunión diaria con Dios lo puedes hacer en cualquier momento y en cualquier lugar, solo basta que haya una disposición en tu vida de hacerlo.
¡La mejor oración es la que sale de lo profundo del corazón!
“Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde” Salmos 141:2 (Reina-Valera 1960)