Primero, entendamos que la ley es una norma de conducta impuesta por una autoridad competente, bajo amenazas de sanción en caso de desobediencia. En Éxodo 19:10-14, Dios manda a preparar al pueblo para su inevitable encuentro con El. En el versículo 12 les revela la naturaleza santa de Dios, naturaleza que demanda total reverencia. En el capítulo 20:1-2, primero se introduce al pueblo para que el pueblo sepa quién es el que le da los mandamientos.
En Deuteronomio 28, del 15 en adelante, Dios le advierte al pueblo las horribles consecuencias a la desobediencia. Ahora, en Romanos 7:1-6, encontramos que, en la dispensación actual de la gracia, el cristiano ha muerto a la ley. En la muerte de Cristo, El llevo nuestro castigo (Isaías 53) y también somos identificados con El en su muerte, con lo que la ley cumple su cometido, su ministerio de muerte, muriendo así el creyente en Cristo (Romanos 6:6-7,14). Así el creyente entra en una nueva esfera, en la que por y como fruto de esa nueva naturaleza, vive conforme a la voluntad de Dios (Romanos 8:2). Claro, es muy importante entender que la ley incorpora principios morales inmutables que deben de ser norma de conducta.
Fuente:
Dr. Carlos Mena