La Biblia en S. Juan 11:35, dice: “Jesús lloró.” Este versículo tiene una extensión de tan sólo 10 letras, 2 palabras. Sin embargo, estas dos palabras (Jesús lloró) tienen un profundo mensaje para toda persona que quiere aprender más de su Rey, Señor y Salvador JESUCRISTO. ¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
En el capítulo 11 del evangelio según S. Juan, la Biblia nos muestra la muerte de Lázaro (S. Juan 11:1-16), una persona a quien nuestro Señor Jesucristo amaba (S. Juan 11:5). También es en estos versículos de S. Juan 11 en donde Jesús se manifiesta como la resurrección y la vida (S. Juan 11:25).
En este caso, Marta y María, las hermanas de Lázaro, habían perdido a su hermano a consecuencia de una enfermedad (situación que Jesús pudo haber impedido que ocurriera). Posiblemente hayamos escuchado muchas prédicas en las cuales se nos ha enseñado que Dios había permitido esa enfermedad para glorificarse por medio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo (S. Juan 11:4).
No obstante, es en S. Juan 11:28-37 en donde vemos a Jesús, el Cordero de Dios, conmovido y llorando al ver el dolor que Marta y María estaban pasando producto de la muerte de su hermano Lázaro y la incredulidad que ellas mostraron al pensar que ya no había nada que hacer por Lázaro aunque Jesús, el Hijo del Dios viviente, estaba en ese lugar.
María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. (S. Juan 11:32-35).
Por eso la Biblia dice: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Hebreos 4:15).
Jesús padeció muchas cosas por amor a nosotros (1 Pedro 2:20-25) y Él entiende todo lo que podamos sentir como seres humanos.
Hay miles de religiones y sectas en el mundo, y la mayor parte de ellas tienen puesta su fe en dioses muertos (ídolos). Casi todas les enseñan a sus seguidores a depositar su fe en ídolos que nada pueden hacer por ellos (Salmos 115:3-8).
A todo esto debemos sumarle el hecho de que cada día más personas que dicen ser cristianas están adoptando una actitud más impersonal e inmisericorde. Es triste que cada vez haya más personas dentro de las congregaciones más listas para tirar la piedra contra su hermano que para orar por él y restaurarle con espíritu de mansedumbre cuando éste le ha fallado a Dios.
La Iglesia del Señor se está olvidando de que Jesús lloró con los que estaban llorando (S. Juan 11:33-35) y que Él ordena en su Palabra que nos gocemos con los que se gozan, pero también que lloremos con los que están llorando (Romanos 12:15). La Iglesia no quiere ver que Jesús lloró porque era sensible a la necesidad de los demás.
En los evangelios es común ver a nuestro amado Señor Jesucristo teniendo misericordia de la gente y conmoviéndose por el dolor del hombre. Es normal ver a Jesús teniendo compasión de las multitudes (S. Marcos 6:34).
La Biblia también nos enseña que Jesús lloró por Jerusalén (S. Lucas 19:41-44), ya que Él sabía que Jerusalén sería destruida en el año 70 d.C. por el ejército romano comandado por Tito. Jesús lloró porque amaba a Jerusalén, así como también te ama a ti y a mí. Nuestro Señor Jesucristo, le da gratuitamente a todo ser humano una oportunidad de salvación, y está en nosotros el aceptarla o rechazarla. Ciertamente la Palabra de Dios nos enseña que Jesucristo se compadece de nosotros (Hebreos 4:15).
Es necesario que la Iglesia del Señor se dé cuenta de que ha depositado su fe no en un ídolo sin vida e insensible, sino en Jesús, el Cordero de Dios, quien también lloró y que nos entiende en nuestras dificultades y momentos de dolor.
Es hora de seguir el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y ser compasivos con nuestros hermanos y llorar con ellos en sus momentos de dolor (Romanos 12:15). La Biblia nos enseña:
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (S. Mateo 9:13)
Jesús lloró y ahora te está llamando a aceptarle como tu Señor y Salvador personal, o si te has apartado, JESUCRISTO te llama HOY a reconciliarte con Él. Ya que sólo Jesús puede cambiar tu lamento en baile (Salmos 30:11). Sólo el que ha experimentado un dolor, puede ayudar y consolar al que está padeciendo un dolor en su vida.
¿Te sientes solo? Jesús también se sintió así en un momento específico de su vida (S. Mateo 27:46), ¿Te sientes triste? Jesús también experimentó ese sentimiento (S. Marcos 14:34). Es importante que sepas que cualquier dolor que podamos sentir, Jesús ya lo ha experimentado antes y lo ha vencido. Por eso la Biblia nos dice que Jesús es el varón de dolores:
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isaías 53:3).
Jesús, Aquel que lloró y fue menospreciado, escupido, rechazado, traicionado… murió, pero resucitó al tercer día, y está disponible para ti y para mí, para que corramos hacia Él en busca de socorro:
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:16).
Jesús lloró y ahora Él puede consolarte. Jesús nos dijo que en este mundo tendríamos aflicción, pero nos exhortó a que confiáramos en Él, porque Él ha vencido al mundo (S. Juan 16:33).
Ya deja de llorar por las cosas que Satanás, sus demonios, o el mundo te están haciendo, más bien clama a Aquel que lloró primero que tú y yo durante su ministerio terrenal y que ahora se compadece de nosotros, nuestro Señor Jesucristo, y verás como Él te levantará, te consolará, te ayudará, te restaurará y te libertará por medio del Espíritu Santo.
JESUCRISTO te llama HOY, no endurezcas más tu corazón hacia Él.
Me despido con las preciosas palabras de nuestro amado Señor Jesucristo: Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. (S. Mateo 5:4). Sigamos orando y velando porque Cristo Jesús pronto viene por su Iglesia. ¡Amén! Les ama en Cristo.