“46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” Mateo 12:46-50
Jesús estaba diciendo que si su madre quería ser su familia, tenía que hacer la voluntad del Padre. Jesús sabía que el lazo familiar más grande no es la sangre, sino la voluntad de Dios. Aquel era un momento de manipulación. Querían era que Jesús se fuera de allí, que atendiera a su mamá. Y pudieras argumentar que la Biblia dice: Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen. Pero es que él no deshonró a su madre al decir eso. Todo lo contrario. En sus últimas palabras en la cruz, dijo: Madre, he aquí tu hijo; hijo, he aquí tu madre. Se encargó de dejar a su madre cuidada, por lo que podemos inferir que su padre terrenal, José, no estaba, había muerto; así que Jesús se encargaba del cuidado de su mamá y lo delegó a uno de sus discípulos -no a uno de sus hermanos. Así que Jesús mismo no podía contar con sus hermanos para cuidar a su mamá; tuvo que levantar a un discípulo para que lo hiciera. Pero para llegar a ese nivel, tenemos que hacer la voluntad del Padre. Tienes que saber qué es lo que delimita tus relaciones con los demás.
Honrar a tu padre y a tu madre, por ejemplo, no puede ir por encima de la palabra del Señor. Honrar a tus padres no es obedecerles en algo que sea ilegal porque eso no es honrarlos, no es lo correcto. La palabra de Dios tiene que ser el vínculo perfecto entre nosotros. Esto no es lo que te asegura una buena familia, sino la posibilidad de tenerla. Cuando eres dirigido por la Palabra, tus hijos, tus familiares, en algún momento, comoquiera tomarán decisiones contrarias a la palabra de Dios, pero es la Palabra la que te va a dirigir en cómo trabajar con ese hijo, con tu cónyuge, con tu sobrino. La Palabra te guía en esa relación, te ayuda a limpiar tu mente de viejos pensamientos que tienes que dejar a un lado, que mejorar. La palabra de Dios te renueva.
El compás en tu vida respecto a tu familia, es Dios a través de su palabra. Es la Palabra la que dirige tus pensamientos, tus emociones, tu tiempo, tus hábitos, para que tu familia tenga el éxito que debe tener. Y esta decisión comienza con una persona. El problema de muchos cuando se habla de la familia, es que quieren meterlos a todos en esto de manera inmediata. Pero esto comienza con la decisión de uno; uno que cree por mucho tiempo. Tenía que haber un Noé que construyera el arca y creyera por mucho tiempo. Él no estaba solo allí clavando maderas; los hijos seguro le decían que estaba loco, pero él decía: Algún día esto te va a salvar. Tú no puedes controlar a los demás, pero la decisión que tú tomes puede dirigir el rumbo de toda tu familia. Tú puedes ser luz en medio de tinieblas, un ejemplo a seguir. Dios puede proveerte de manera que tú puedas bendecir a los tuyos.
En Josué 24:15, dice: Yo y mi casa serviremos a Jehová. No dice “mi casa y yo” ni dice “nosotros”. Josué se puso él primero. Él sabía que él era el líder y que, si él servía, su casa iba a servir. Tú tienes que reconocer el liderato en tu vida y saber que, si tú le sirves a Dios, tu casa le va a servir. Vendrán ataques, problemas, pero tiene que haber uno que diga: Yo voy a servir a Dios, y mi casa me va a seguir. Puede tomar un tiempo, pero mantente firme. Muchos de tus familiares reciben la bendición extendida de lo que Dios tiene para ti y para tu casa. Créele a Dios que tu casa se va a poner en orden. Ese es el parámetro correcto para que modules las viejas costumbres y actitudes, todo lo aprendido del pasado, para que puedas entender tus miedos y complejos, y sobre todo, para que puedas romper con todo eso y llevar a tu familia al próximo nivel que Dios quiere que tú la lleves. ¿Qué tienes que hacer? Dirigirte por la Palabra, por lo que dice el Señor; ser aquel que tome la decisión en tu familia, y dejar que sea Dios quien complete la obra.
Es importante que las familias tengan metas divinas en común, no metas egoístas o individuales. Las familias se dislocan cuando solo se tiene que cumplir la meta de uno y no la de otro. Se disloca cuando estamos llevando cuentas; cuando decimos: Ya cumpliste tu sueño, ahora me toca a mí. El problema de vivir así es que puede surgir algo ahora que te impida a ti, y te vas a sentir mal y vas a echar culpas al otro. Cuando una persona controla, domina la conversación, la familia, las decisiones, ahí es que entran en problemas.
Las familias balanceadas son conscientes de los recursos familiares, versus aquellos que tienen poca apreciación de lo que se tiene y lo que se debe aportar. Hay que enseñarle a la familia el valor de lo que tenemos, de las herramientas y recursos que tenemos, del dinero, de las cosas. Todos debemos estar conscientes de lo que debemos aportar. A un niño no se le requiere que lleve dinero a la casa, por supuesto, pero sí tiene que cuidar lo que se le da.
La familia balanceada siempre busca la paz; la desbalanceada busca ganar. Paz no necesariamente es ceder a todas las cosas, porque si siempre cedes no tienes paz, otro siempre está ganando. Todos tenemos que procurar que haya paz.
Una familia balanceada es aquella cuyos pensamientos son dirigidos por la palabra de Dios, versus aquella que sus pensamientos se basan en lo que otros piensen o hagan.
Las familias balanceadas son capaces de ver las crisis familiares como parte del proceso, versus otras que siempre están buscando culpables. La familia balanceada sabe que va a haber dificultades, van a venir situaciones. Todos pasamos momentos difíciles, de crisis; y tenemos que saber que podemos sobrellevarlos y salir más fuertes. El amor por la familia hace que se sobreviva a esa crisis; no te sientes condenado, no culpas a nadie, sino que respondes de la forma correcta, en vez de estar buscando culpables.
Las familias balanceadas resuelven conflictos; otras, evitan la corrección. No es saludable dejar que las cosas pasen. Los conflictos hay que sentarse a resolverlos, enfrentarlos. Una señal de amor es confrontarse. El día que dejan de confrontarse, es porque no quieren nada contigo. Pero cuando te dicen: Vamos a resolver esto; es porque te aman.
Las familias balanceadas son honestas y claras, versus aquellos que esperan que los otros los entiendan. En una familia balanceada, ninguno pretende que el otro le entienda sin tener que explicarse o al menos comunicarse. Eso de “tú debiste saber” no va. Tienes que decir las cosas; deja de mandar señales y di las cosas de frente.