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La Excelencia en la Casa de Dios

Hace ya algún tiempo, alguien me contó lo siguiente, un pastor fue invitado a una casa de estado muy reconocida a nivel mundial, con el fin de asistir a una reunión exclusiva de jefes de estado; en aquella reunión, cada uno de los participantes llegaron puntuales y con sus mejores galas, dispuestos a estar tres horas sentados poniendo atención, dejaban sus aparatos de comunicación en un estand y llevaban papel y lápiz para hacer apuntes.

Dado que aquella reunión era de suma importancia para el país (esta reunión se llevaba a cabo cada mes, sin falta), durante el tiempo que duraba la reunión, ninguno de ellos tenía permitido levantarse de sus asientos, sin lugar a ir al servicio, de tomar agua, etc.; era sin duda un desfile de excelencia y disciplina todo aquello, aquel pastor, quedó en gran manera maravillado por todo lo que estaba viendo y surgieron algunas preguntas en su corazón.

¿Por qué en esta reunión hay tal gala de excelencia?

Y ¿Por qué a la hora de la reunión en nuestra iglesia no la hay?.

Estas preguntas hicieron mella en mi corazón también, pues al ver la condición actual de la iglesia yo caigo en la misma cuenta.

Digo esto con mucho respeto a los lectores y a la vez con mucha tristeza, nos reunimos delante del Rey de Reyes y Señor de Señores, el Creador de los cielos y la tierra, el que puso al sol y la luna en su lugar, que gobierna sobre todo y que, sin Él, nada de lo que ha sido hecho sería hecho; sin embargo, a la hora de reunirnos, los hermanos son impuntuales, la reunión comenzaba a las tales horas en punto y nada, vienen corriendo y llegando tarde, comenzando muchas veces con aquellos que tienen un privilegio para servir, no traen sus uniformes, llegan sin mayor arreglo personal, con los zapatos sucios, etc.; luego las personas que llegan a recibir la provisión diaria del alimento Espiritual, a veces llegan, otras llegan a medio servicio, otras veces ni llegan, entre muchas cosas más que suceden dentro del cuerpo de Cristo.

Por favor, cualquier similitud con la realidad, es pura coincidencia, no se lo tome a mal.  ¿En dónde quedó la excelencia para Dios?

No tengo nada contra nadie, más bien lo tengo todo contra todos, incluyéndome, pues como dice la Escritura: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.  Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.  Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros”. (1 Juan 1:8-10).

Podemos ver en este tiempo tan convulso, a ministros que se han rebajado a convertirse en payasos, promotores del entretenimiento y artistas del escenario, en lugar de los embajadores siervos y ministros que deben guiar al pueblo en pos del Dios vivo; se ha dejado de predicar el reino de Dios para predicar la iglesia, es decir, si la iglesia no da (pastor pidiendo para sí), la iglesia debe crecer (mega iglesias, donde es más importante el dinero que la oveja o cómo algunos ministros, dándose gran importancia a sí mismos, se olvidan de darle el honor al Señor de gloria, la egolatría en todo su esplendor en muchos casos), etc.; se ha dejado de predicar el arrepentimiento para entrar en la “inclusividad” (iglesias ahora dirigidas por personas de dudosa procedencia y con falta de identidad, entiéndase sexual, donde se deja de un lado el diseño original de la familia y el hombre, para poner nuevos preceptos políticamente correctos); se ha dejado la solemnidad y la santidad en el servicio, para dar lugar al libertinaje (cuándo se había visto a los ministros de alabanza, predicadores, etc. aparecer públicamente en el altar como estrellas de rock, al estilo de Hollywood o las Vegas, exhibiendo sin vergüenza sus vidas pasadas, como dice la Biblia: “De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne; aunque hemos conocido a Cristo según la carne, sin embargo, ahora ya no le conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”. (2 Corintios 5:16-17).

¿Hasta dónde llegará la confusión dentro del cuerpo de Cristo, hasta dónde llegará la iglesia?

La Biblia dice: “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados; de que no haya ninguna persona inmoral ni profana como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida“. (Hebreos 12:14-16).

Para colmo de males, la tecnología ha invadido nuestras iglesias, los teléfonos inteligentes, redes sociales y juegos de videos entre otros, se ven a diario distraer al pueblo de adorar a Dios, ya el apóstol Pablo dijo a los corintios:

“Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento”.  (1 Corintios 14:15).

A menudo podemos observar a hermanos que en medio de la predicación de la Palabra hacen videollamadas, toman fotos para sus redes sociales, etc.

Ya no hay nada santo, ningún lugar en que el pueblo pueda glorificar a Dios con libertad, mas no con libertinaje.

Esto no quiere decir que seamos religiosos o intolerantes como algunos podrán pensar, sino que tenemos a un Dios que honramos y amamos, pues dice la Escritura: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo”. (1 Pedro 1:14-16).

Por lo tanto, amados lectores, esforcémonos por enseñar a las nuevas generaciones, un Evangelio fiel a las Sagradas Escrituras y glorifiquemos a nuestro Dios en todo tiempo, llevando una vida digna delante de Dios y de los hombres.

“Pues viene el día en el que el Señor se presentará a sí mismo, una iglesia digna, pura sin mancha y sin arruga y no una iglesia desordenada y deforme”. (Efesios 5:25-27). 

Fuente:
Profeta Pedro Legrand | Ministerios Luz de las Naciones. Guatemala

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