Hay personas que no logran avanzar en la vida y no saben porqué, se sienten atadas, frustradas, como si una cadena invisible las sujetara a un puerto del cual no pueden zarpar. Esas personas ignoran que el Dios de la vida diseñó para todas sus criaturas dos herramientas que, de usarlas bien, pueden desatar una doble bendición. Me refiero a OLVIDAR y RECORDAR. Dos recursos que nos harían bien utilizar pues tienen el poder de hacernos despegar y volar ‘hasta donde nuestra imaginación nos permita’:
DEFINAMOS OLVIDAR
El olvido es la cesación de la memoria que se tenía. Se trata de una acción involuntaria que ‘supone’ dejar de conservar en la mente información que ya había sido adquirida. Por lo general, el olvido suele estar asociado con la falta de atención o de concentración, y los resultados (o consecuencias) de olvidar son muy variables: no es lo mismo pasar por alto una cita que olvidar cerrar la puerta de su casa con llave durante la noche.
- Es importante notar que una vez que la información es interpretada por nuestro cerebro, no desaparece; olvidar no es perder para siempre un recuerdo, sino que éste se traslada al plano inconsciente, y una vez allí ya no es accesible voluntariamente o con la misma facilidad que al principio.
- Entre las distintas causas que pueden incentivar el olvido, aparecen los golpes en la cabeza (que pueden causar amnesia), la alteración del aparato psíquico (por una enfermedad como la esquizofrenia) y los problemas fisiológicos (como un mal desarrollo del sistema nervioso). Por otra parte, la mente también puede bloquear ciertos recuerdos que son dolorosos para el sujeto. De esta manera, pareciera que la persona ha olvidado algo (como un trauma infantil), aunque en realidad, lo único que ha hecho su cerebro es dejar dicho recuerdo en un plano no accesible de modo consciente… esto con la finalidad de proteger al individuo y permitirle seguir con su vida.
- Ahora bien, también hay olvidos voluntarios, que son el producto de la decisión de una persona de olvidar algo o a alguien porque no le hacen bien tenerlos presentes, pero ojo, que cuando hacemos eso ese recuerdo no desaparece sino que quedará reprimido o depositado en el inconsciente. Hacer esto, olvidar por decisión propia aquellas situaciones o personas que nos han hecho mal es una habilidad indispensable para seguir adelante, pero son pocos los que consiguen hacerlo, la mayoría de personas -consciente o inconscientemente- mantienen en su memoria del presente lo sucedido ayer, rumiando recuerdos dolorosos que le dañan, pero no tienen la determinación para echar en el cajón del olvido aquello que los marcó.
Quizá por eso la Biblia nos enseña: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas” (Isaías 43:18).
DEFINAMOS RECORDAR
Recordar se origina en el latín. Proviene de ‘recordor’, ‘recordaris’, ‘recordari’, ‘recordatos sum’. Este verbo está formado por el prefijo re- cuyo significado es hacia atrás, reiteración y por cor, cordis, que significa corazón. Debido a que para los romanos en el corazón se asentaba la mente y no los sentimientos. El concepto etimológico de este término es ‘volver a pasar por el corazón’ (la mente).
- Una definición simple de recordar sería: Traer a la memoria algo percibido en el pasado, aprendido o conocido, o retener algo en la mente.
- Entonces, el recordar implica hacer memoria sobre aquello que ya sucedió, se vio, o de lo cual se habló oportunamente. Los recuerdos, cualquiera de los que aparezcan en nuestra mente, se encuentran vinculados a una función cerebral, que no es otra que la de la memoria y que nos facilita el poder recordar datos, informaciones, personas, situaciones y asimismo conservarlos y almacenarlos en nuestra mente para luego rememorarlos, o a traerlos al presente cuando sea necesario.
- Así es que gracias a la memoria podemos recordar personas, objetos, situaciones acontecidas en nuestra vida, entre otras.
- Lamentablemente el ser humano tiene la disposición a recordar con mayor facilidad aquellas cosas negativas que le han sucedido, y olvida las cosas buenas que ha experimentado. Hacer lo contrario -recordar lo bueno- es una disciplina que de practicarse a diario reportará muchos beneficios al individuo. No obstante, no es fácil, requiere entrenamiento, motivación, fuerza de voluntad.
Quizá por eso Davi, el antiguo rey de Israel dijo para sí mismo: “Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmos 103:1-2).
APLICACIÓN
Decidamos -voluntariamente- dejar en el olvido aquellas situaciones, personas, cosas, experiencias y todo lo que nos hizo daño: Una ofensa, un maltrato, una injusticia, una decepción, un mal pago, un desaire, un mal amor. Reconozcamos que pasamos demasiado tiempo rumiando malos recuerdos, los mismos que nos deprimen, nos enojan, nos hacen sentir culpables… ¡déjalos en el pasado! Nada puedes hacer por remediar lo que ya aconteció.
En cambio, te invito a recordar aquellas situaciones, personas, experiencias y cosas que te hicieron bien. Trae a tu memoria los recuerdos que te producen paz, alegría, satisfacción, plenitud… éstos tienen el poder de cambiar tu día. Mantén tu mente ocupada en lo bueno, no en lo malo.
OJO AQUÍ: Esto no significa que debemos olvidar todo el pasado, al contrario, debemos extraer de él las lecciones que nos ayuden a avanzar al siguiente nivel. Recibe esto: ‘HAZ DEL PASADO TU MAESTRO, NO TU VERDUGO’. Deja de deambular por el desierto, es tiempo de que avances a Tierra Prometida, pero jamás lo lograrás si sigues atado/a a recuerdos dolorosos; en cambio si recuerdas las bondades de Dios y las muchas bendiciones que él te ha dado llegarás más temprano.
Termino con esto: Olvidar y Recordar desata dos bendiciones. Por una parte te permite soltar el lastre que no te permite avanzar y por otra, te proyecta a un futuro mejor, uno que Dios diseñó para que seas feliz, próspero, abundante, pleno.
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” -Jesucristo.