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La demanda del cielo

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:8

Jesús dice que recibimos al Espíritu Santo, para que le seamos testigos. Es para que seas. Tú sabes que una persona carga con la presencia de Dios, con el Espíritu Santo, no por lo que fue, sino por lo que hoy es. Es porque, dondequiera que tú vas, tú eres testigo de que Dios ha hecho algo en tu vida; la gente que te conoció como un pescador sin estudios, ahora te oye hablar y dice: Hay algo diferente en ti. Es cuando tú caminas y, con tu sombra, la gente se sana; con el reflejo de lo que hay en tu vida, dondequiera que tú vas, la gente procura acercarte a ti, porque tú tienes la respuesta, pero eso llega única y exclusivamente, no cuando tú tienes el Espíritu, sino cuando el Espíritu te tiene a ti.

Como creyentes, tenemos que pedirle a Dios esa experiencia. Que no seas tú hablando, sino Dios hablando por ti. ¿Vas a hablar algo con alguien y no sabes cómo? Pues dile al Espíritu Santo que hable por ti. El Espíritu Santo funciona para todo en tu vida, porque todo va a ser testimonio de que él está contigo.

Una cosa es tener el Espíritu, otra que él te tenga a ti. Cuando él te tiene a ti, ya no eres tú, sino él a través de ti. Y él va a usarte, en medio de tus debilidades, de tus situaciones, para ser testigo de él. El Espíritu Santo no viene a tu vida para hacer un nombre para ti, sino a ser testigo de Dios, de Cristo aquí en la tierra; para que, cuando la gente te mire a ti, lo que vea sea a él a través de ti. Por eso, si realmente fue Dios quien te dio el trabajo que tú tienes, pues Él es el que se debe llevar la gloria, no tú. Pues no debes seguir diciendo que es por todo el tiempo que llevas en esa empresa, o por tu talento; si Dios te dio ese puesto es para que Él sea manifestado al resto.

Uno de los problemas que tiene la gente es que usan estas manifestaciones para beneficio personal, para engrandecerse ellos, para que la gente los mire a ellos. La gente queda maravillada con lo que ve, pero lo que les maravilla no eres tú, sino lo que ven de Dios en ti.

No dejes perder el recurso tan grande que hay dentro de ti. Si vas a la iglesia, meramente a ver al predicador, entonces hay demasiado poder perdido en tu silla. Quizás tú nunca prediques en un altar, pero tú puedes hablarle a alguien en la calle, puedes orar por alguien en el hospital. Dios te ha puesto predicadores y líderes para desarrollarte a ti, tu talento, el poder, la autoridad que hay dentro de ti para que todos sean testigo a este mundo de que Dios es real.

Por eso, el bautismo del Espíritu Santo en aquella ocasión no vino sobre uno; Pedro fue el que habló, pero vino sobre 120. Todos fueron llenos. Aunque Pedro fue el que predicó, todos hablaban en otras lenguas, y todos impresionaron a los que estaban alrededor. No fue Pedro el que se ganó las almas, sino los 120 discípulos que estaban allí.

Dile al Señor: Ya yo te tengo, pero si hay una parte de mí que tú no tengas, hoy te la entrego. No se trata de que tú lo tengas, sino de que él te tenga a ti. ¿Tiene Dios tu mente, tus pensamientos, tus emociones, tu chequera? Se enseña que el diezmo es Dios, pero esto no es totalmente cierto; no solo el diezmo es de Dios, todo es de Dios. No puedes entregar el diezmo a Dios y pretender que, haciendo lo que mejor te parezca con el restante noventa por ciento, vas a prosperar. Si Dios no dirige tanto el diez como el noventa, nada va a pasar en tu vida. Dios tiene que tener toda tu vida.

Pídele a Dios que sea Él hablando y caminando a través de ti; que donde sea que tú vayas, sea Él a través de ti.

La presencia de Dios no fue dada para que se quedara encerrada en cuatro paredes, sino para que los discípulos salieran y fueran testigos al mundo entero. Tu país va a cambiar cuando entiendan que no se trata de un pastor, sino de que todos seamos testigos dondequiera que vayamos. Estés en la iglesia que estés, tú tienes la misma responsabilidad: Ser testigo a otros de Cristo. Estés donde estés, la responsabilidad de Dios para tu vida es ser discípulo, hablarles a otros de Cristo. Si piensas que la iglesia te exige mucho cuando te pide que hagas tu parte en discipular a otros, puedes irte de la iglesia, pero el cielo te lo va a seguir exigiendo. Porque no se trata de lo que la iglesia te exige, sino de lo que el cielo te exige. Dios no te da el Espíritu Santo para que tú lo disfrutes a puerta cerrada, sino para que dondequiera que tú vayas, a quien quiera que tú le hables tenga que reconocer que Jesucristo es el Señor.

Sal de tu silla, camina por las calles de tu país, háblale a la gente, pon tus manos sobre la gente, ora por ellos, ganándotelos para el Señor. La iglesia no es para que tú estés cómodo. Todo lo que Dios hace por ti, es para que tú lo hagas por otro. Dios dijo que Él te va a bendecir, para que tú seas bendición. No hay problema con que llegues a la iglesia necesitando un milagro, pero algún día, tú debes convertirte en el milagro de alguien más. Puedes dejar de recibir esta palabra si no te gusta, pero esto es algo que el cielo te está demandando.

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