En los últimos días, me he dedicado a observar y escuchar desde las gradas el debate en torno al mandato legal que dispone la lectura de la Biblia en los centros educativos públicos y privados, y la instrucción de la misma dentro de las aulas.
Todo parte de la intervención que hiciera en el Congreso Nacional la diputada del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Faride Raful, luego de que se propusiera una resolución para hacer cumplir la Ley 44-00 votada y promulgada en el 2000 para tales fines. Aún no logro salir del asombro de que una persona como Faride Raful, mujer joven, que está criando hijos en una sociedad tan podrida, para quien no es un secreto la inversión de valores que nos mantiene consternados, haya propuesto que no se apruebe el reglamento que haga obligatoria la aplicación de la Ley 44-00, que establece de manera precisa la instrucción de la Biblia en las escuelas, y tampoco entiendo ni acepto el incumplimiento de una ley que tiene 18 años sin ser aplicada.
Faride no tiene razón en lo absoluto y debería preocuparse, al igual que toda la sociedad, para que se fortalezca por todas las vías posibles una enseñanza moral, humana y cristiana.
La Biblia, que además es única por su universalidad, es mucho más que un libro sobre religión. Es, sobre todo, un “manual de vida”, un faro, “una lámpara, una luz en el sendero”, para iluminar y guiar nuestras vidas, con reglas imperecederas de cómo debemos comportarnos mientras estemos en este mundo.
Esa luz que nos está haciendo tanta falta en estos tiempos modernos de tanta confusión para nuestros niños y jóvenes. De hecho, la Biblia nos da el poder de moldear nuestro modo de pensar, cuanto más en los niños que son como esponjitas.
“Feliz el hombre que cuyo deleite está en la ley de Dios…todo lo que haga tendrá éxito. Y, como dijo el Apóstol Pablo: “la Biblia pone al descubierto las intenciones del corazón y da sentido a la existencia”. Es, sin lugar a dudas, una guía para la vida.
¿Queremos una generación de niños y adolescentes, los adultos del mañana, con propósito? La Biblia es un manual con propósitos que nos enseña los límites e instrucciones para aprender a vivir en conformidad con ellos.
“El Manual” (la Biblia) contiene en sus páginas infinidad de consejos en el aspecto humano y de las relaciones humanas. La Biblia es un sostén y una fuerza para el bien. Nos brinda las herramientas para poner nuestras vidas en armonía y encontrar la felicidad en el camino de la Ley De Dios.
Ese mismo Dios que proclama nuestro Escudo, uno de nuestros símbolos Patrios: Dios, Patria y Libertad, de lo que tampoco se instruye a los niños. La Biblia nos enseña a afrontar nuestras propias imperfecciones, así como a hacer frente, con actitud de amor y pasiva, a las de los demás.
“Confía en el Señor con todo el corazón y no te fíes de tu propia sabiduría. En cualquier cosa que hagas tenlo, presente: el aplanará tus caminos. No te creas el más sabio: ten el temor de Dios y mantente alejado del mal. ¡Feliz el mortal que encontró la sabiduría, el hombre que obtuvo la inteligencia! Vale más que tener dinero en el banco, te da más utilidades que el oro…te llevará por caminos agradables, todas sus sendas son seguras. Es un árbol de vida para el que se acerca a ella: ¡Felices los que encontraron la sabiduría!”
Me permito preguntarle a la diputada Faride Raful, persona a quien además estimo, respeto y admiro, ¿A quién dañaría ser educado o formado en base a los valores que nos brinda el manual de manuales? ¿Por qué llevar ese tema al plano jurídico en momentos en que nuestra sociedad está tan mal?
Además, ¿Qué clase de ética puede construirse en un estado de inconsciencia moral que básicamente se rige por la violencia, el “medalaganismo” y las “conveniencias”, si dejamos a Dios fuera de la educación? ¿Por qué insistir en que la Ley 44-00 es inconstitucional, si la misma en su artículo 4 expresa que “la educación nacional se fundamenta en valores cristianos, éticos, estéticos, comunitarios, patrióticos, participativos y democráticos”?
Cabe destacar que aunque nuestro Estado no es laico, ya que se rige por un Concordato y podría exigir que se aplique como única religión la católica, no ha cumplido con este mandato y se ha inclinado por la diversidad, la tolerancia y el derecho a elegir, lo cual apruebo y veo muy bien.
El “Manual de vida” es tan amplio y extenso que se puede elegir cuáles serían los libros que dentro de ella se podrían compartir con los estudiantes: El Libro de los Proverbios, Eclesiastés, con sus sentencias de sabiduría en su capítulo 7; Las Cartas a los Corintios; Las Cartas de San Pablo a Los Romanos; Filipenses; Las Cartas a Timoteo, Los Diez Mandamientos…
Los valores se aprenden en casa, honorable diputada, pero no olvidemos que la educación es una trilogía: familia-niño-escuela. Y si uno de estos falla, no sería posible la consecución exitosa del desarrollo integral de los estudiantes.
La Biblia nos muestra los valores fundamentales que son indispensables, aunque rechazados por el mundo moderno, para cambiar este mundo lleno de conflictos, violencia, divisiones, en el que cada uno pretende tener su propia verdad.
Apoyarnos en la Biblia, acudir a todo aquello que haga a nuestros niños y adolescentes ser buenas personas y aprender a proceder según sus normas, a distinguir lo bueno de lo malo, es indiscutiblemente una guía para la vida, se encuentre o no en un artículo de la Constitución.