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Josué y Caleb

De Caleb y de Josué vale la pena continuar hablando. La iglesia de Cristo necesita de muchos Calebs y de muchos Josués; gentes de carácter que en su condición de líderes muestren integridad y sean fieles. Un carácter vertido en el molde de la fe en Jesucristo. Hombres que no descartan el hecho de que ‘todavía hay gigantes en la tierra’ que se declaran enemigos de la gracia, pero aun así le dan más crédito a la estatura de Dios y en su poder para derribarlos. La heredad que recibía Caleb –toda la zona montañosa de Hebrón-era ya de hecho un premio a su fidelidad y a la veracidad del informe que rindió como espía 45 años atrás. En aquel entonces, el informe de Caleb para iniciar la epopeya de la conquista de la tierra prometida fue rotundo, pero no prosperó. Él dijo “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. (Números 13.30).

Solo él y Josué creyeron en lo que Dios había prometido para su pueblo. La voz firme de Josué aconsejó al pueblo: “Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!” (Números 14.8-9 NVI).

A causa de la incredulidad y murmuración contra los líderes que Dios había levantado para guiar a su pueblo (Moisés y Aarón), aquella generación moriría en el desierto en un peregrinar de 40 años. Los únicos que entrarían en Canaán serían Josué y Caleb.

Bendito es el hombre que confía en el SEÑOR, Cuya confianza es el SEÑOR.
Jeremías 17:7

Los hijos de Israel decían: “¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?” (Números 14:3). Preferían la esclavitud a la libertad, la humillación de ser maltratados y exterminados como cautivos, a construir un futuro confiando en la provisión y las promesas de Dios. Por eso la historia de Josué y Caleb es digna de recordar hoy por la iglesia del Dios viviente.

Dios promete bendiciones, nos lleva paso a paso por los senderos de su gloria, pero somos reacios al sacrificio y la consagración. Muchos quisieran un paternalismo consentido con un Dios amable y cariñoso que nos mime y provea para nuestras necesidades, aunque de vez en vez echemos una mirada nostálgica a las ataduras faraónicas, a los atractivos de rondar los muros del pecado que Cristo echó al fondo del mar y volvemos a coquetear con el adulterio espiritual. Dios no mima a nadie. La sangre de Cristo cubre todo menos el desamor. Él murió por su iglesia, lo menos que podemos hacer nosotros también es morir cada día por honrarla y honrarlo. Josué y Caleb lo hicieron en su tiempo por el Dios revelado en su tiempo. Caleb reconocía el liderazgo de Dios a través de Josué. Él y Josué reconocieron en su tiempo el liderazgo de Moisés.

No debiera temblarnos el pulso a la hora de seguir a los líderes que muestran en sus vidas y testimonios un verdadero llamamiento a ser guías espirituales del pueblo de Dios. Pero no debemos olvidar que los líderes son frágiles también; en los momentos difíciles y críticos suele asomarse “la carne” para resolver los problemas haciéndole guiño al Espíritu, pero nuestro Gilgal (el campamento, la iglesia de Cristo) debe mantenerse alejada del pecado. Las conquistas de hoy requieren sacrificios y luchas. Hace una semana tuvimos el privilegio de conocer personalmente a un hombre latinoamericano que estuvo en el norte de África por casi 2 décadas predicando el evangelio como misionero. Hoy es un cristiano más amenazado de muerte por autoridades religiosas en algunos países hostiles al cristianismo, pero aun así, su sueño es volver y continuar la obra que le ha encomendado el Señor. Un Caleb de estos tiempos, un Josué de carne y hueso que confía en la fidelidad de Dios y en sus promesas y desde su vida bendecida nos invita a levantar nuestra fe a costa de cualquier sacrificio. ¡Dios bendiga a la iglesia de Cristo!

Entonces ¿qué? Si algunos fueron infieles (incrédulos), ¿acaso su infidelidad (incredulidad) anulará la fidelidad de Dios?
Romanos 3:3

 

¡Dios bendiga su Palabra

Lectura sugerida: Josué 14.6-15

 

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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