Por años la Iglesia ha esperado un avivamiento final como una esperanza escondida que avise al mundo y sobre todo a la Iglesia la inminente segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo.
Un avivamiento lo podemos definir como un mover fresco que sopla sobre las cenizas de un fuego que se está extinguiendo y que produce un efecto sobrenatural entre aquellos sobre los cuales viene. Han de verse todo los frutos del Espíritu Santo en los creyentes, conversiones, gozo inenarrable, milagros impresionantes, arrepentimiento profundo a creyentes y no creyentes, sobre todo un amor sin fingimientos.
Tenemos que confesar que todos queremos eso, Dios está preparado para llenar su Iglesia de Su Gloria, la iglesia tiene un anhelo insuficiente para producirlo en sí misma, por desgracia de manera indirecta culpamos a Dios que ese avivamiento no se esté dando al usar frases que suenan tan espirituales “Estamos esperando que Dios nos de el avivamiento final” Dios quiere, Dios puede…pero nosotros decidimos.
Escuchamos voces que con razón dicen; es necesario que la Iglesia sea corregida antes de tener un avivamiento, Dios no dará un avivamiento con la Iglesia en el estado de pecado en que se encuentra. Aunque esto es razonable, no es cierto que Dios necesite que nosotros pongamos nada para cumplir con ese derramamiento, ya que el propósito del avivamiento es precisamente traer arrepentimiento, trato de purificación a la desposada del Cordero.
Otra cosa que me hace reflexionar es que la mayor parte de la gente cristiana que dice que la Iglesia tiene que mejorar, se excluye del grupo, se olvida que “la Iglesia” soy yo, es usted somos todos y cada uno de nosotros, es decir si la Iglesia anda mal, yo ando mal, si la Iglesia no tiene amor, yo no tengo amor. Si la Iglesia tiene que corregirse, yo tengo que corregirme, si la Iglesia necesita un avivamiento…que comience conmigo, YO SOY LA IGLESIA, toque su pecho ahora y diga, YO SOY LA IGLESIA.
La biblia dice: Joel 2: 28, 29 Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
En el contexto del Libro de Joel y particularmente en éste capítulo, Dios nos permite ver un movimiento en el “Kairos” (tiempo de Dios) hablando al profeta de los tiempos finales, al final de la historia del hombre sobre el planeta tierra tal y como la conocemos y aunque para el “kronos” (tiempo de los hombres) de Joel aún era en el futuro, también se refirió a un “kairos” que hoy para nosotros ha llegado; el tiempo de la lluvia tardía en lo que al derramamiento del Espíritu Santo se refiere.
Lo que Dios ha determinado en su “Kairos” sin importar las condiciones humanas, Dios las cumple. Jesús dijo: No ha llegado mi “kairos” (tiempo). En otros lugares leemos, cuando llegó el “Kairós” (tiempo). Esto no enseña que Dios tiene un tiempo determinado para que todas las cosas caigan dentro de Sus planes, en su Kairós.
Claro que el hombre puede por la oración ante El Dueño del “kairos” pedir que llegue ya o pronto, siempre la decisión final, es de Dios.
Si queremos un avivamiento de la Iglesia, oremos por eso, no en un sentido genérico, sino diciendo al Señor Espíritu Santo, si vas a comenzar un avivamiento en ésta época en la Iglesia, si va a ser hoy, comienza conmigo. (YO SOY LA IGLESIA)
Encendamos el fuego del avivamiento iniciando con cada uno de nosotros, prendamos esta Isla en el Fuego de Dios hoy, ahora, esa es la Voluntad de Dios. Un abrazo y bienvenido al avivamiento.