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Honra a tu padre y a tu madre: La centralidad de este mandamiento en la ética bíblica

El mandamiento de «honra a tu padre y a tu madre» ocupa un lugar destacado en la Biblia. No solo forma parte del «top diez» de Dios, sino que también se menciona repetidamente a lo largo de las Escrituras. Pablo relaciona el incumplimiento de este mandamiento con características clave de la incredulidad, como el asesinato y la maldad (Ro 1:28-32). Además, Jesús nos recuerda que la violación de este mandamiento era castigada con la muerte (Mt 15:4).

Aunque los padres, por supuesto, dan gran importancia a este imperativo (es pura coincidencia que les haya pedido a mis hijos que revisen este artículo), nuestra sociedad no lo valora tanto como la Biblia. ¿Cómo entender, entonces, su centralidad en la ética bíblica? De acuerdo con las Escrituras, honrar a nuestros padres es solo el comienzo de esto, ya que esta relación es el fundamento de todas nuestras relaciones.

El quinto mandamiento
El mandamiento de honrar a padre y madre es el quinto dentro de los Diez Mandamientos y es una de las claves para resolver el enigma. Estas leyes están divididas en dos tablas: los primeros cuatro mandamientos se enfocan en nuestros deberes hacia Dios (Éx 20:3-11), mientras que los seis restantes se centran en nuestros deberes hacia los demás (vv. 12-17). Esto explica por qué el resumen de Jesús, «amar a Dios y amar al prójimo», es tan preciso y acertado.

Bajo esta interpretación, el mandamiento de honrar a padre y madre encabeza la segunda lista, al igual que el mandamiento de adorar a Dios encabeza la primera. Ambos tienen una función sintetizadora o arquetípica, actuando como conceptos principales de los que derivan los demás mandamientos.

Esto implica que «Honra a tu padre y a tu madre» va más allá de simplemente honrar a los padres. Se trata de dar honor donde corresponde, siendo la familia la primera y más importante escuela donde aprendemos esta habilidad esencial para la vida. Este mandamiento constituye el fundamento y la piedra angular del orden social. Las relaciones felices, fructíferas y justas, tanto en el hogar como en la sociedad en general, dependen de una adecuada demostración de honor.

Consideremos, por ejemplo, 1 Pedro 2:13–3:12. Este «código doméstico» nos instruye sobre diversas relaciones, incluyendo nuestra relación con el gobierno, con un siervo o amo, con el esposo o la esposa y con otros creyentes. Es un pasaje desafiante y controversial, pero gira en torno a este principio ético clave: «Honren a todos» (2:17).

Solo Dios es digno de nuestro temor, pero todos son dignos de nuestra honra. Esto se expresa de manera distinta según la relación, y Pedro, en lo que sigue, ofrece instrucciones prácticas para las relaciones sociales más comunes. No obstante, el mandato de honrar es el núcleo de la ética social bíblica, tanto dentro como fuera de la iglesia. Dios nos llama a dar a cada persona la honra que le corresponde: de manera general, porque nuestro prójimo también desciende de Dios; y de manera específica, según la relación que tengamos con esa persona.
Definiendo “honra”

¿Qué significa «honrar»? Pedro también nos lo explica: significa «bendecir» (1 P 3:9). Honrar es más que una simple obediencia. La obediencia puede estar implicada, pero el honor es un concepto más amplio que, en ocasiones, podría incluir una desobediencia respetuosa.

En el mundo bíblico, es imposible hablar de honra sin mencionar la desigualdad relacional. Nuestras relaciones forman parte de una jerarquía social: hay personas en nuestra vida que son nuestros «superiores», otras que son nuestros iguales y otras que son nuestros «subordinados».

Esto puede resultar controversial porque nuestra sociedad valora (¡con razón!) la igualdad social y la dignidad universal de todo ser humano. Nadie es más ni menos importante que otro y, por lo tanto, ningún individuo debería tener más derechos o privilegios inalienables que otro. Este es un principio bueno, verdadero y bíblico (aunque no era un principio romano o griego); nuestra ética social comienza con la igualdad: «Todos ustedes son hijos de Dios» (Gá 3:36; ver 3:13 – 4:7).

Sin embargo, sobre esta igualdad se superponen las relaciones sociales que tenemos entre nosotros, y a veces esas relaciones son «desiguales». Los padres son «superiores» a los hijos, no porque Dios los ame más o porque tengan mayor valor para la sociedad, sino porque, en el orden actual de la creación, los hijos deben obedecer, someterse a, aprender de sus padres y, en general, estar «bajo» su autoridad, no al revés.

El mismo patrón se aplica en el trabajo, el gobierno y el ritmo de la vida diaria. El desequilibrio en estas relaciones puede variar a medida que nos movemos entre diferentes esferas sociales. Hoy, mientras estaba en una tienda con mi hija adolescente, escuché a una empleada mayor dirigirse a ella como «señora», mientras le preguntaba si necesitaba ayuda. Me sorprendió, sobre todo porque, fuera de ese contexto, la más joven sería la «subordinada» y el término «señora» no parecería adecuado. Sin embargo, dentro de la tienda, mi hija, quien ya parece una adulta (¡crecen tan rápido!), ocupaba el lugar de «superior», y la empleada hizo bien al ofrecerle el mismo nivel de servicio que a cualquier otra persona.

Esto es importante porque mostramos honra de manera diferente según si se dirige «hacia arriba», «hacia abajo» o «de forma horizontal» en la jerarquía social. «Honren a todos» implica que, ya sea que ocupes una posición superior o inferior en esa jerarquía, tienes la obligación de mostrar honra. Sin embargo, la forma en que se expresa puede variar: a veces se manifiesta en obediencia, otras veces en actos de servicio y sacrificio, y otras más en elogios o deferencia social. Asimismo, la honra puede diferir dependiendo de si la persona a quien se honra es piadosa o impía. Aunque el mandato de honrar nunca se anula, cuando las autoridades son impías, la honra podría expresarse a través de la desobediencia civil, los llamados al arrepentimiento o las apelaciones a una autoridad superior.

Las preguntas 122 a 130 del Catecismo Mayor de Westminster ofrecen un análisis detallado y práctico de estos deberes tanto para los «subordinados» como para los «superiores». Es un programa incomparable para la rectitud en la sociedad, y no puedo recomendarlo lo suficiente. Mostrar honra es complejo porque nuestras relaciones son muy diversas, pero en cada una de ellas existe una forma de honrar al otro. La palabra de Pedro, «bendecir», captura perfectamente esta idea. Ya sea que la honra se dirija «hacia arriba», «hacia abajo» o «de manera horizontal», el objetivo siempre es bendecir.

¿Eres una bendición en tus relaciones?

Sé una bendición
Dado que nuestra relación con nuestros padres cambia y evoluciona con el tiempo, esta esfera social es el arquetipo perfecto para demostrar honra en otras relaciones.

Cuando somos niños, mostramos honra principalmente a través de la obediencia, mientras que nuestros padres nos honran al criarnos en el Señor (Ef 6:4). A medida que crecemos, la obediencia da paso al respeto, y la honra se manifiesta al buscar la sabiduría de nuestros padres y recibirla con humildad, incluso cuando no estemos de acuerdo. En la adultez, la honra implica mantener una comunicación más frecuente con nuestros padres y relacionarnos con ellos como amigos y mentores de confianza. Finalmente, a medida que nuestros padres envejecen, los actos de servicio y sacrificio adquieren una importancia aún mayor.

En cada etapa, el mandamiento general sigue siendo el mismo: honrar por medio de ser una bendición.

¡Qué maravillosa es la sabiduría de Dios! Lo que aprendemos en y con nuestras familias, esta primera red social, Dios lo ha diseñado como el fundamento y ancla de todas las relaciones complejas que nos sostienen, nos equipan y nos guían hacia la gloria. «Honren a todos»: aquí tenemos una receta para el cambio social y la redención mundial.

Fuente:
Thomas Keene

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