“Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti… Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Ro.11:16-18,24). La iglesia no ha substituido al pueblo de Israel. Los gentiles hemos sido unidos al tronco, es decir, Israel. No hay separación en Cristo, sino acercamiento. El cristianismo no puede existir sin reconocer su trasfondo, su Historia, y su vinculación con Israel. El nuevo templo, la iglesia, está compuesto de judíos y gentiles. Sin embargo, hay una nación llamada Israel, con la que Dios tiene planes eternos; y aunque todavía no hayan recibido al Mesías, como nación, un día todo Israel será salvo (Ro.11:25-26).
La iglesia tiene una gran deuda histórica con el pueblo de Israel. No podemos ignorarlos, tenemos un futuro común. La iglesia tiene hoy la responsabilidad de reconocer, consolar y apoyar el establecimiento del Estado de Israel. Esa es la voluntad de Dios. Es la palabra profética que ha salido de la boca de Dios. “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de JHWH por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: Preparad camino a JHWH; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Is.40:1-3). “No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (Is. 43:5-6). “No obstante, he aquí vienen días, dice JHWH, en que no se dirá más: Vive JHWH, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive JHWH, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres. He aquí que yo envío muchos pescadores, dice JHWH, y los pescarán, y después enviaré muchos cazadores, y los cazarán por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos” (Jer. l6:14-16).
En Cristo, hemos sido acercados a la ciudadanía de Israel y a los pactos de la promesa. “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef.2:12,13). El pacto con Abraham es un pacto de bendición que nos alcanza en Cristo. Las promesas de Dios en el A.T. son Si y AMEN en Cristo. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Co.1:20). Si nos desligamos de Israel automáticamente cortamos las conexiones con las promesas y pactos que desembocan en Cristo, y por él en nosotros los gentiles. Hemos sido acercados a la esperanza y al Dios de Israel.
La consecuencia de nuestra unión con Cristo nos lleva a identificarnos con la causa de Israel y los planes de Dios para Su pueblo. Por ello, levantémonos en favor de Israel en los momentos actuales, colaborando de muy diversas formas con su levantamiento como nación (en el año 1.948), en este tiempo histórico y profético que nos ha tocado vivir (Is.60:1,2).