Toda crisis genera una oportunidad. Ciertamente los lodos no se han depositado aun en la Feria del Libro recién concluida, pero pudimos ver magnificados síntomas que habíamos empezado a ver en otras ediciones: caos, desorden, improvisación, y creo que es hora de repensar este evento.
Cuando se concibió originalmente, la Feria del Libro debía ser el escaparate de exhibición de editoras y librerías dominicanas que ofertaran libros baratos a la población y esto debía de sustentarse en una masificación de la lectura a nivel de enseñanza primaria, para así hacer que los estudiantes adquiriesen el hábito de la lectura.
Como sabemos, las editoras criollas, salvo honrosas excepciones, han quebrado, al igual que las librerías y el plan aquel nunca se llevó a cabo. Hoy día, el visitante de la Feria del Libro se encuentra con manifestaciones artísticas, con muchas manualidades y pulseritas, comida y algunos libros, que en su mayoría son caros. Uno ve grupos de infantes que corre, pero es a los stands de comida o de pulseritas, salvo que un profesor los motivara a entrar a uno de libros.
Por años se celebró en la Plaza de la Cultura, que tiene la ventaja de ofrecer espacio de parqueo, museos y espacio para la instalación de los puestos. Pero la presente gestión que dirige cultura decide llevar la Feria a la Zona Colonial, ofreciendo transporte desde Bellas Artes y desde la Plaza de la Cultura, pero eso provocó que calles estrechas y congestionadas terminaran de colapsar.
Varios intelectuales se quejaron de que tenían conferencias pero nunca se les informó debidamente a los que estaban en el stand, teniendo que hacer de tripas corazón para poder dictar las mismas, o algunas instituciones como la Academia de la Historia, que estaban dizque como copatrocinadores de eventos que desconocían que se estaban llevando a cabo.
Una de las cosas a superar es la politización de la cultura. No puede cogerse una Feria del Libro para adoctrinar en filosofía LGBTIQ a los asistentes o ver 5 locas vociferando cosas en contra de Colón, así como debe prohibirse toda manifestación de proselitismo político o religioso de manera agresiva. Este es un espacio de unidad donde debería poderse escuchar poesía, música, ver exposiciones pictóricas y cultivar el espíritu, no a imponer una verdad dogmática. Hay otros escenarios para ello.
Por todo lo anterior, debe el Ministerio de Cultura abocarse a una revisión de este evento y refundarlo, a la vez que, juntamente con el Ministerio de Educación hacer esa campaña de masificación de lectura que se requiere para tener ciudadanos más pensantes y reflexivos.