Estos versículos han sido leídos y comentados muchas veces en ceremonias de bodas, pero tan sólo a modo de ejemplo acerca de cómo deben comportarse los esposos. Hoy, que no tenemos ninguna boda, deberíamos examinarnos pero en un sentido más profundo. Efesios 1:14; 5:25–29
El tema de la Carta a los Efesios: es el libro más elevado y casi diría más inspirado. Fue escrito desde Roma en la edad madura de la experiencia de Pablo, y muestra una gran diferencia con Tesalonicenses y Colosenses, escritos veinte años antes. Allí hay lo propio de la juventud, entusiasmo, fuego misionero, da gracias de que el Evangelio se extiende por todo el mundo y habla de la venida del Señor para dar el pago a los perseguidores. Pablo no se habría atrevido a escribir Efesios cuando escribió Tesalonicenses…
Entre las cosas más profundas de la carta a los Efesios está la relación mística de Jesucristo con su Iglesia.
Es un banquete para creyentes: aquí se descubre un grupo de personas muy privilegiadas.
En estos primeros 14 versículos señala a los cristianos. Escogidos. Bendecidos. Limpiados de sus pecados y hechos dignos de entrar en una relación íntima con el Cristo resucitado y ensalzado a la diestra de Dios.
Esta es nuestra posición y nuestra suerte, pero hay mucho más. Cristo no sólo nos ha logrado la entrada a la presencia del Todopoderoso con su muerte redentora como visitantes del Cielo, sino que en este pasaje nos revela toda una serie de misterios y de privilegios que nos tocan como elegidos de Dios desde la eternidad. Él pensó en nosotros cuando nosotros no pensábamos en Él (v. 4).
Nos ha adoptado como hijos (v. 5), nos ha limpiado todos los pecados (v. 7), nos ha abierto la tesorería de la sabiduría de Dios por el Espíritu Santo, éste es el tesoro mayor (v. 8).
Nos ha abierto el libro del porvenir: nos enseña cómo terminará este misterio de la existencia del Cosmos. Los sabios estudian si se deshace o no el universo, si se forman nuevos átomos y cavilan acerca de qué habrá en el universo dentro de un billón de años entre este mundo y los mundos que nos rodean. Los cristianos podemos decir: «No os preocupéis, el plan de Dios es reunir todas las cosas en Cristo… Así las que están en la Tierra como en los cielos» (v. 10) y esto ¿para qué? ¿Qué seremos nosotros en edades remotas del futuro? ¿Dónde estaremos? ¿Qué haremos?
Para que seamos alabanza de su gloria: ¿A quiénes cabe esta esperanza? (v. 12) Es muy significativa la expresión «Los que antes esperamos en Cristo». Este «antes» es ahora y entonces lo miraremos como antes. Nadie será la esposa mística de Cristo, sino «los que antes esperaron en Él», Aquel ser divino, uno con el Padre, será entonces el jefe supremo de un grupo de «sacados» escogidos del mundo con los que estará unido de un modo tan íntimo, como el marido con la esposa, pues aunque Él no tiene hoy un cuerpo físico, su plenitud espiritual hincha todas las cosas vv. 13, 22. Esto nos dice el cap. 1 de Efesios. ¿Verdad que está claro?
Miembros de su cuerpo y de su carne: ¿Puede decirse esto de Cristo o de nosotros en nuestra relación con Él? ¿Por qué usó Pablo esta frase tan atrevida?
Sin duda, hace referencia a las palabras que dijo Adán cuando Dios le entregó aquella compartiera tan semejante a él.
Oh, sí por la misericordia de Dios el que era antes que todas las cosas, a quienes adoraban ángeles y arcángeles, tuvo a bien hacerse carne de nuestra carne, o sea, llevar un cuerpo igual al nuestro, susceptible de sufrir hambre y sed y toda clase de males y necesidades como las que tenemos nosotros, y ¿para qué?
Participantes de la naturaleza divina: esto es lo que dice el apóstol Pedro, ratificando estas otras porciones de Efesios inspiradas por Pablo. No podíamos ser como Él si Él no se hubiese hecho como nosotros, y a ello se suma la esperanza de Juan (1 Jn. 3:1, 2). Y todo esto que pertenece al futuro es lo que ya tenemos en esperanza los que hemos creído en Él y hemos sido hechos su esposa mística. Hay miles de personas que tienen una naturaleza física semejante a la nuestra, pero la unión con nuestra esposa terrenal significa una fusión moral de intereses, «lo tuyo es mío y lo mío tuyo». Como explicamos en los comentarios de bodas. Esta es la relación de cada cristiano con su divino esposo, ¿la tenemos? ¿La Iglesia no ha salido como Eva, del cuerpo herido de Cristo? Jesús dijo en la gran prueba a que le sometió Satanás con motivo de la visita de los griegos: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva» (Jn. 12:20–26).
Todo lo que el Padre me da vendrá a mí …»: en su oración pontifical, inmediatamente antes de su Pasión, el Señor Jesús dijo: «Padre, aquellos que me has dado …» y más adelante: «Tuyos eran y me los diste …» Antes éramos criaturas de Dios y aún lo somos, porque Dios es el Creador de todo ser viviente, pero por la elección Dios quiso elevar a algunos seres humanos a la más alta de las categorías, por encima de ángeles y potestades, y esto ¿dónde? En los cielos, es cierto, pero esta relación debe empezar en la tierra por una semilla de fe. La apoteosis final debe ser y es ya nuestro privilegio. En el pasaje de Ef. 5, donde el apóstol compara la unión del matrimonio a la de Cristo con su Iglesia, el apóstol dice: «¿No sabéis que no sois vuestros? «Traerá Dios con Él a los que durmieron…», confirmado por 2 Co. 5:1, 6–10. Y añade una frase muy misteriosa: «Nadie aborrece su propio cuerpo, antes bien lo sustenta y regala». Cristo hombre no aborrecía su cuerpo, lo cuidaba y lo usaba para bien. El Cristo espiritual no aborrece su cuerpo, que somos nosotros, los que hemos creído en Él, quiere sustentarlo y regalarlo con manjares espirituales, por esto Pablo nos exhorta a meditar su palabra, a no descuidar los cultos, a recrear y sustentar nuestra alma para que seamos santos y sin mancha delante de él en amor. Algunos dicen: «¡Qué le vamos a hacer, somos así y tenemos que ser así!», pero el divino esposo no se conforma con que seamos así, sino que dice: «Aquellos que me has dado, santifícalos en tu Verdad», o sea, hazles más y más semejantes a Mí, mientras estuve como hombre en aquel viejo mundo manchado por el pecado.
Podemos decir: “¡Señor, porque soy tuyo y tú me tienes reservado un gran porvenir en los cielos, yo aborrezco lo que tú aborreces; no quiero hacer mi voluntad, sino la tuya!” ¿Podemos decir como el apóstol Pablo: «No vivo ya yo, mas Cristo vive en mí»?
Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:
Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amén.