Criticar a otros puede surgir como un «simple comentario» y todos estamos expuestos a asumir esa práctica dañina. Hace años, un día mientras cenaba con mi esposa, me percaté de que, sin mala intención, estábamos criticando a un líder de nuestra iglesia. Ese día tomamos la decisión de que, en lugar de hacer comentarios, cuando surgiera el deseo de comentar algún hecho o criticar a alguien, íbamos a orar por esa persona. Esta es una buena medicina para nuestras almas.
Tristemente, en estos tiempos algunos líderes cristianos cometen faltas y caen en los mismos errores que algunos líderes del mundo. No importa la denominación a la que pertenezcan, cuando un cristiano cae, el diablo se regocija y el mundo se alegra. Algunos en la comunidad «cristiana» han cometido faltas, desde problemas de relaciones sexuales ilícitas, fraudes, abusos del poder y otros pecados bochornosos que los han obligado a renunciar a sus posiciones, lanzando la vergüenza sobre sus familiares, amigos y sobre la congregación de la que formaban parte. Estamos viviendo días malos en los que la mundanalidad y el pecado han penetrado en nuestros círculos cristianos. Hay muchos males que azotan al mundo que están atacando a aquellos cristianos que no están en guardia.
Así que nos enfrentamos a dos panoramas diferentes: 1) Cuando los líderes están cumpliendo con su trabajo y son criticados, como en el caso de Moisés y Aaron, que, aunque no eran perfectos en su estilo de liderazgo, estaban obedeciendo a Dios y sirviendo fielmente a Su pueblo. Y 2) Cuando los líderes fallan, haciendo cosas indebidas. En este caso, el apóstol Pablo nos dio un bosquejo de cómo proceder, dice en 1 Timoteo 5:19 «Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos». Cuando un líder sea hallado culpable de la falta que se le imputa, debe ser reprendido y separado de su cargo si fuera necesario.
Pienso que uno de los males que enfrentamos, es que en ocasiones nos precipitamos, y consultamos nuestras mentes y raciocinio, en lugar de consultar a Dios cuando tenemos una tarea que realizar y andamos buscando al alguien para que la haga. Para asumir cualquier posición de liderazgo, existen condiciones, cualidades y requisitos que los aspirantes deben cumplir.
Por lo general, los líderes que dirigen o supervisan esas posiciones tienen expectativas que esperan que los aspirantes cumplan. Y a la vez, aquellos que se relacionan con esos líderes, también tienen expectativas que esperan que se cumplan. Lo más importante es que para cumplir cualquier tarea, no podemos hacernos de la vista gorda y violar nuestros principios éticos y morales, y poner a alguien inadecuado para que cumpla la tarea, poniendo así una responsabilidad en manos de alguien sin la debida calificación.
Participé muchas veces como miembro de alguna comisión de selección de candidatos para plazas vacantes. Éramos un grupo y tomábamos esa tarea con mucha responsabilidad. En una ocasión descalificamos a un candidato, pues había otros candidatos con más condiciones aspirando a la plaza. Un día me encontré con un hermano que habíamos rechazado en la comisión y me dijo: «Ya vez, no me hizo falta que me aprobaras, de todas formas, estoy trabajando aquí». Esa persona había aspirado a otra posición en otro departamento y le habían dado el trabajo. Evidentemente, él no entendió que no fue que fuera rechazado, sino que había otro aspirante más calificado que él.
El problema es que casi siempre, la mayoría de las personas que aspiran a una posición cumplen con los requisitos mínimos, pero solo son elegidos aquellos que cumplen con los mayores estándares para el cargo al cual aspiran.
¿Qué características esperamos que tenga un líder? ¿Qué haría usted si estuviera buscando líderes y no encontrara a alguien que tuviera los requisitos necesarios? ¿Para qué necesitamos a los líderes? Esta situación es más crítica cuando se trata de líderes voluntarios. Hay un viejo refrán que dice: «Se aprende a servir, sirviendo». Pero la experiencia me dice, que esto no siempre se cumple, sobre todo en el terreno eclesiástico, en el que los errores que pudiéramos cometer al seleccionar a una persona inadecuada pudieran traer consecuencias eternas.
Nunca debemos de perder de vista que ponemos a las personas en posiciones de liderazgo porque eso asegura que esas personas y sus acciones se encaminen a alcanzar las metas que nos hemos trazado para avanzar y no para complacer, atraer o estar a bien con esas personas. Por eso, necesitamos líderes que nos ayuden a alcanzar nuevas metas y a llegar a tener un futuro mejor. Esa es una meta difícil de alcanzar para cualquier líder. ¿Es posible que haya alguna persona que pueda hacer semejante cosa? ¡Claro que sí, y son muchos!
Nosotros debemos honrar, respetar y obedecer a aquellos que han sido nombrados para dirigirnos en nuestras iglesias locales y que están sirviendo fielmente. Aunque como seres humanos, nuestros líderes son imperfectos, ellos son los representantes de Dios, y el ignorarlos deliberadamente implica en realidad, desobedecer a Dios. En Hebreos 13:17 dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso». Y en 1 Tesalonicenses 5:12-13 dice: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra ….»