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Esfuérzate en entender los tiempos actuales

Y vivir para la gloria de Dios en todo lo que hagas

En un artículo anterior vimos que el cristiano se encuentra entre dos mundos: el de las Escrituras y el contemporáneo. Los cristianos debemos aprender a entender tanto el texto bíblico (exégesis bíblica) como también nuestro «texto cultural» (exégesis cultural) con el propósito de ser fieles a la Palabra de Dios de una manera que sea relevante a nuestro contexto.

En otro artículo, analicé cómo Pablo realiza una exégesis cultural de la cultura griega en el areópago para exponer el evangelio (Hch 17). De igual manera, a modo de ilustración, hablé de cómo la labor de la exégesis cultural se asemeja a la del agoranómos en la antigua Grecia, un inspector de mercados que tenía como labor supervisar la justa medida y calidad de los productos vendidos en el mercado.

Nuestra labor como agoranómos en el mercado de las ideas culturales se contrapone al fenómeno de la agorafobia, el temor del cristiano a enfrentarse a la plaza pública, que entendemos como el área de la vida que tiene que ver con la política, la economía, la ciencia, las artes y demás.

La pregunta que cierra esta serie de artículos es ¿por qué debemos esforzarnos en tratar de entender nuestros tiempos? ¿No podemos acaso retirarnos a nuestra burbuja y dejar que el mundo siga su curso para no contaminarnos?

La respuesta es directa: debemos aprender a hacer exégesis cultural porque Dios no deja ningún centímetro cuadrado intacto, es decir, fuera de Su soberanía.

Cristo no deja intacto ningún centímetro cuadrado
Abraham Kuyper (1837-1920), quien fue teólogo, primer ministro de Holanda, fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam y pastor, es reconocido por afirmar que «no hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, como Soberano, sobre todo, no clame ¡mío!».

El apóstol Pablo señala que la soberanía de Cristo se extiende sobre dos cosas: la creación y la nueva creación (Col 1:15-20). Cristo es el primogénito de toda la creación y todas las cosas fueron creadas por Él y para Él (vv. 15-17), y Su soberanía incluye a la nueva creación, la iglesia (vv. 18-20).

Esto significa que Cristo es dueño y Rey soberano de todo, tanto en virtud de Su función como Creador de todo cuanto existe, como en Su función de Redentor de todo lo que fue afectado por la caída.

Cristo, como primogénito de la creación, tiene preeminencia sobre la primera creación, los muertos y la nueva creación (v. 8). Esto implica que nuestra labor como exégetas culturales no es una obra sujeta a vanidad, no es un sinsentido. Todo lo contrario: nuestra labor al interactuar y tratar de entender nuestros tiempos tiene el sello de aprobación del Cristo preeminente y soberano sobre todo.

En otras palabras, podemos acercarnos a la creación de Dios y el entorno en que habitamos con confianza, pues Él «no ha dejado ningún centímetro cuadrado intacto».

Tampoco lo deberías hacer tú
Si Cristo no ha dejado ningún centímetro cuadrado intacto, esto significa que el cristiano, que está unido a Cristo por la fe, no puede sino ver todo cuanto le rodea en relación a Cristo.

Como si lo dicho por Pablo no fuese suficiente, el Evangelio de Juan nos anima a vencer el temor a interactuar con otras disciplinas académicas. El teólogo David Ford comenta:

«A través de Él todas las cosas fueron hechas» [dice Juan 1:3]. Si existe esta convicción de que todo llegó a existir a través del Logos, entonces hay carta blanca para que el pensador cristiano se interese por todas las cosas y sus interrelaciones, y para un filósofo académico que explore tantas disciplinas como lo hizo Paul Ricoeur: la lingüística, la literatura, hermenéutica, teología, estudios bíblicos y religiosos, y varias de las ciencias humanas y naturales (citado en Biblical Critical Theory [Una teoría crítica bíblica], p. 504).

Cuando un joven cristiano anhela ingresar al seminario bíblico para convertirse en un pastor y predicar la Palabra, esto es una bendición para la iglesia y un llamado de Dios. Pero hecha de buena manera, también lo es la labor del arquitecto, la enfermera, el diseñador gráfico, el encargado de la limpieza y el cocinero.

Si has sido llamado por Dios al pastorado, hazlo para la gloria de Dios; si te dedicas a construir casas, hazlo para Su gloria. Hagas lo que hagas, hazlo para la gloria de Dios (1 Co 10:31).

Esto significa que para el cristiano, todo cuanto hace puede ser doxológico. Es decir, puede dar gloria a Dios. Por lo tanto, debemos aprender y ser santificados para saber cómo hacerlo de una manera que agrade a Dios.

Steve VanderLeest, un ingeniero que ha escrito sobre seguridad aérea, y Derek Schuurman, un ingeniero eléctrico especializado en robótica, resumen el aspecto doxológico de las ciencias de la siguiente manera:

Así como las rocas en Lucas 19:40 están listas para «clamar», de la misma manera, nuestros avances tecnológicos, nuestra ingeniería y ciencias deben estar listas para clamar en adoración a nuestro Señor (A Christian Field Guide [Una guía cristiana de campo], p. 195).

Las ciencias no son lo único que clama a nuestro Señor en adoración. También lo hacen los planos arquitectónicos, el martillo y el clavo del carpintero, la escoba del encargado de limpieza, los utensilios del chef y el pincel del pintor. Todos ellos baten sus manos en alabanza al Creador y Redentor (Sal 98:8; Is 55:12).

Así que, ¡ánimo! Procura entender a la luz de la Biblia los tiempos actuales en que vivimos, y entonces interactúa con la creación y la cultura desde una perspectiva bíblica, porque cada centímetro de la existencia le pertenece a Cristo, nuestro Señor y Salvador.

Fuente:
Victor Zaldaña

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