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El valor de corregir con amor

Celebramos el pasado sábado la primera reunión de mujeres de nuestra iglesia, fue un tiempo muy edificante, pues estuvimos, como nos dice el Salmo 133:1, juntas y en armonía, orando por todos y por todo, en especial porque Dios nos provea para la construcción de nuestro templo.

Ruego a todos los que nos lean nos acompañen en esta súplica.

Algunas hermanas estuvieron ausentes. En nuestro culto de domingo dimos el testimonio de lo bendecidas que fuimos en esa actividad y al salir, una hermana me explicaba que no había podido asistir porque había salido a evangelizar.

Mi primer impulso fue decirle que eso podía haberlo hecho otro día, que era la primera vez que las mujeres se reunían, pero algo me impidió hablar, tuve un instante para pensar y le dije: – No sé qué es más importante, si salvar vidas u orar por ellas, creo que estabas donde Dios quiso que estuvieras. De haberlo sabido, se ajustaba el horario y hubiésemos disfrutado con tu compañía. Se le llenaron los ojos de lágrimas y me dio un beso en la mano, pero realmente yo lo sentí en el alma.

Los cristianos estamos rodeados de personas que constantemente nos están escudriñando y hasta nos critican, mucho más si damos razones para ello.

Pero lo peor no son los que están afuera, lo peor es cuando los de nuestro patio se convierten en nuestro flagelo. La palabra de Dios está llena de advertencias acerca de esto (Hechos 20:28-31). Cada uno piensa que tiene en la mano la verdad. Es cierto que debemos corregir, pero debemos corregir pensando en lo que haría Cristo en cada situación. ¿Qué haría Cristo en esta situación?

Cuando estudiamos las vidas de los hombres que fueron poderosamente usados por Dios, algo que llama la atención es lo diferentes que eran entre sí. Sin embargo, fueron herramientas valiosas en sus manos y gracias a sus testimonios, hoy podemos conocer lo que es vivir una vida conforme a la voluntad de Dios.

Nosotros no tenemos que ser y actuar igual, ni somos usados de la misma forma, ni Dios trata con nuestras vidas de la misma manera. ¡Cuidado si queriendo imponer nuestros criterios y puntos de vista somos tropiezo al débil en la fe! Observemos lo que aconteció a los amigos de Job, (Job 42.7) que quisieron juzgar como Dios y este se irritó contra ellos.

Ojo con los caprichos personales, los criterios propios sin fundamento en la palabra; recordemos que la gente juzga a Dios por nuestras actitudes. Cuando no corregimos a un hermano con amor y basándonos en la palabra de Dios provocamos heridas que pueden no cicatrizar fácilmente. Hay muchos heridos por las calles de este mundo que no se atreven a entrar a un templo evitando sangrar de nuevo debido a que una mala actitud de alguien les bloqueó el camino hacia el único que puede sanarles.

Tengamos en cuenta al redargüir a un hermano siempre:

1. Identificar bien una mala actitud.

2. Corregir de forma correcta (basada en la palabra de Dios)

3. Ser ejemplo.

Dejemos que el Espíritu Santo trate con las vidas, si queremos ayudar, tengamos una mente como la Jesús y digamos “Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17.19)

 

Fuente:
Milagros García Klibansky

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